Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión

Disco destacado

Nacho Vegas

ResituaciónMarxophone, 2014

Rockdelux 327

(Abril 2014)

Bajo

Suscripción

Tras escuchar este decepcionante disco, se echa de menos al Nacho Vegas de alta graduación, el que es capaz de atravesarnos con sus canciones memorables, hasta ahora a la altura de los más selectos oficiantes de la verdad malsana, la emoción dañina y el peligro dopante: rock’n’roll del bueno. Hablamos de “Al norte del norte”, “Seronda”, “El Ángel Simón”, “Blanca”, “Molinos y gigantes”, “En el jardín de la duermevuela”, “La plaza de La Soledá”, “En La Sed Mortal”, “El salitre”, “Mark Spitz”, “Gang-bang”, “Maldición”, “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, “Nuevos planes, idénticas estrategias”, “Perdimos el control”, “Ocho y medio”, “Dry Martini, S.A.”, “Detener el tiempo”, “El tercer día”, “Crujidos”, “Morir o matar”, “La gran broma final”, “Cosas que no hay que contar”... Casi nada: la inspiración suprema sujeta a la desesperación y el romanticismo, expresada a través del sosiego o la furia y acorde a las enseñanzas de los mitos históricos de los que se nutrió para acabar aprendiendo a ser grande: Townes van Zandt, Neil Young, Nick Cave, Leonard Cohen, Randy Newman, Phil Ochs...

Pero ahora Nacho Vegas se ha impuesto la misión de agitar el panorama sociopolítico desde una dimensión combativa. Y para ello, de ahí la decepción, se sirve de tópicas frases de manual, impropias de su talento, ese que, antes de caer de bruces en la bagatela de este disco, había demostrado una vez más en la inspirada y marcial “Cómo hacer crac” (single, 2011), homenaje clarividente al “Bathysphere” de Smog –esos repetitivos coros angustiados–, mástil de la bandera de la Fundación Robo y tema que anticipó, con su justa dosis de ingenio crítico, el sonido y el rugido de un país, de un mundo en crisis: la verdadera esencia de este fallido intento actual pomposamente titulado “Resituación”.

Es triste caer en el panfleto, y más si eres Nacho Vegas, un artista político que, generalmente, nunca necesitó demostrarlo en sus composiciones de una manera explícita: alguna referencia, su actitud y sus declaraciones eran, antes, suficiente munición para posicionarse ideológicamente como correspondía a la intensidad de su obra, mayúscula, y como merecía la personalidad de su imagen, fascinante. Pero estos tiempos de incertidumbre nos obligan a todos a tomar partido ante el clima de desesperanza que vivimos, fruto de la ruina propiciada por la avaricia de unos cuantos indeseables. Y esa es la válida premisa de inicio para un Nacho Vegas ambicioso. Sin embargo, una cosa es el deseo y otra la realidad: en este caso, el acopio de referencias ingeniosas con chistes fáciles sobre fachas rancios, demócratas pasivos, policías bobos, burgueses adinerados, beatos repulsivos y judíos asesinos no sirve; la trayectoria de Vegas, de gran calado hasta ahora, no necesitaba en absoluto de esta suma de lugares comunes.
Y es que casi todo este álbum tiene delito: discurso entre la ridícula pancarta “populista” –sin el efecto positivo de la palabra que le quieren otorgar desde la Fundación Robo– y la llamada a la acción directa. El arte político tiene que seguir siendo arte. Pero aquí hay muy poco: algo, casi nada. Es la solemne descripción de un puro artificio fabricando mensajes-bomba contra la máquina del poder. Y aunque algunos suenan resultones, por la probada habilidad para la composición del buen escritor que es Vegas, casi todos acaban embadurnados de pura simpleza, muy lejos de los aciertos demostrados en el pasado por artistas como Lluís Llach, Raimon, Luis Eduardo Aute, Chicho Sánchez Ferlosio, Paco Ibáñez, Maria del Mar Bonet, Ovidi Montllor, Pi de la Serra, Labordeta…
Empieza la función con el bello “Indefensos”, instrumental que promete emociones fuertes; emociones que se cumplen, sí, pero no del modo planeado. Porque el tono medio del disco viene dado por “Actores poco memorables”, una pieza impropia del cancionero de Nacho Vegas. Mal cantada, no la salva ni un amago de intensidad creciente que no puede ocultar la elementalidad de una letra que intenta aferrarse al patetismo evidente de unos personajes que son víctimas de la repulsión ideológica que le producen a su autor, quien, medio en broma, muy hábilmente, saca la cabeza por ahí –“es medio maricón y se meaba en la cama hasta los diez”– para salir del armario –tras su confesión en el libro de Carlos Prieto “Cajas de música difíciles de parar o el desencanto de Nacho Vegas” (2012)– en un calculado gesto de falsa modestia que no pueda denotar superioridad moral con respecto a los actores poco memorables de su letrilla. Mortalmente aburrida.

Le sigue el folk trotón de “Polvorado”. También mal cantada, el único acierto es el efecto conseguido por el contagioso coro –el de Ladinamo y el Patio Maravillas– que hincha las velas de un canto propio del flamenco social de baja intensidad que, seguro, encenderá a las masas en sus conciertos: “¿Dónde está nuestro pan, patrón, dónde quedó todo ese dinero?, ¿lo tiene oculto bajo el colchón o lo escondió en otro sucio agujero?”. La trama final, a la altura del peor Joaquín Sabina, se resume en: “Polvo somos, lo sabemos, y en pólvora nos convertiremos”.

Resituación... a la espera de la regeneración. Foto: Juan Pérez-Fajardo
Resituación... a la espera de la regeneración. Foto: Juan Pérez-Fajardo
Sube el nivel con la ligera “Rapaza de San Antolín”, dedicada a Lorena Álvarez. Es puro Magnetic Fields en la fase desgana, tanto en música como en texto, con citas a Lola Flores, la Orquesta Tucán, la cumbia villera y el “Que la detengan” de David Civera: guiños referenciales metidos con calzador buscando beneficios por simpatía “populista”. Tour de force final con Nacho esforzándose por llegar arriba y consiguiéndolo. En este caso, bien.

Tras una misteriosa y peculiar intro ambiental de Mursego, llega la reivindicativa “Ciudad vampira”. Inspirada en el “Devil Town” de Daniel Johnston, y con muchas referencias a Gijón, apura la metáfora de la ciudad –habitual en varias canciones: el decorado deprimente que, ahora mismo, acoge nuestra desazón– como escenario plagado de implacable tristeza, estado de ánimo del que hay que salir como sea. ¿Cómo? La receta de un expeditivo Nacho Vegas sigue estando clara: violencia.

La suavidad folk del (casi) villancico “Runrún”, con la guitarra de Javier Mas, se transforma en un himno religioso. “Nos quieren en soledad, nos tendrán en común”, frase ecuménica sacada de uno de los comunicados del Patio Maravillas.

La stoniana “Adolfo Suicide” es un “Sympathy For The Devil” menor que alcanza su fugaz minuto de oro con el nervio amplificado de una segunda voz doblando: maneras de morir, según la escuela romántica Vegas e inspiradas en la azarosa vida de Adolfo P. Suárez, artista gijonés responsable de la pintura de la portada de “La zona sucia” (2011). Resultona, excepto cuando rockea a lo antiguo: vulgar, vulgar.

Con “Luz de agosto en Gijón” llega, por fin, la perfecta receta de brillante melancolía que el mejor Nacho Vegas ha dominado siempre con una facilidad pasmosa. Inspirada en el folk acancionado y mainstream de los setenta, transmite la infelicidad que ha caracterizado sus históricos logros. Es, sin duda, el corte más destacado, a pesar del recado de “como hombre tengo que pedir perdón por un mundo patriarcal” –ajeno a la atmósfera de lo narrado e incorporado sin la misma destreza que introdujo el “perdón por la gente moderna” en “En La Sed Mortal”– que, casi, desestabiliza la letra, la más conseguida y atemporal de todas.

Con “Libertariana Song” volvemos a las andadas del topicazo supremo dictando sentencia: “Hay cabezas que pisotear, ya no valen disculpas, hombres con placa te humillarán y tuya será la culpa, pero ahora viene lo mejor, usted puede escoger: este uniforme que es azulón o este otro tan mono que es beis”.

La trepidante y conseguida, musicalmente, “Un día usted morirá” arranca bien, pero solo es un espejismo... hasta que la decepción nos sonroja: “Hay una niña judía dibujando sobre un misil corazones enlazados que más tarde estallarán cerca de allí llevándose por delante a una madre y a su bebé”. Ni más ni menos.

Remata la faena “La vida manca”, desesperada crónica de los desahucios que intenta ser un nuevo “El Ángel Simón” de clima social, pero, lástima, se decanta progresivamente por un simulacro acelerado de las batallitas del típico poeta urbano, con drogas o, en su defecto, muerte como argumentos inevitables de la gran escapada final. Y con Bosé, Víctor y Ana, qué gracioso, mandados al paredón por decreto.

Nacho Vegas nos ha ofrecido su primera obra mediocre con este mitin que es “Resituación”, un álbum de mensajes simples y fáciles, verdadero automatic for the people, que encaja como un guante en un mundo necesitado de estímulos que reconforten el pesar colectivo. Quizá por eso acabe siendo el más vendedor de sus discos, pero, tristemente, ni una sola de sus canciones puede equipararse a las citadas en el primer párrafo, esas que hicieron de Nacho Vegas el más grande compositor rock de la música española de la primera década del siglo XXI. ∎

Compartir

Contenidos relacionados

2022: seguridad, hedonismo, nostalgia, raíces… y futuro

ARTÍCULOS / Por Raül de Tena → 23.12.2022

TOP 2022: canciones nacionales

PLAYLISTS / Por Rockdelux → 22.12.2022
2022/ Discos nacionales

Bajo

Suscripción

2022/ Discos nacionales

Pentagramas de gloria eterna
LISTAS DE MÚSICA / Por Rockdelux → 22.12.2022
2022/ Canciones nacionales

Bajo

Suscripción

2022/ Canciones nacionales

Sintonizando el presente
LISTAS DE MÚSICA / Por Rockdelux → 22.12.2022

Nacho Vegas & Christina Rosenvinge

Verano fatal
ÁLBUMES / Por Juan Manuel Freire → Rockdelux 257 (Diciembre 2007)

TOP 2021: canciones nacionales

PLAYLISTS / Por Rockdelux → 20.12.2021

Bilbao BBK Live: hacia las nuevas normalidades

07-09.07.2022 / Bilbao
LIVE / Por Javier Corral “Jerry”, Diego Rubio → 11.07.2022