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Álbum

Niño de Elche

Flamenco. Mausoleo de celebración, amor y muerteSony, 2022

05. 12. 2022

Me topo en internet con un estudio titulado “La muerte como experiencia mistérica”. Va sobre la posibilidad de una experiencia de muerte ficticia en las iniciaciones griegas. Al parecer, y resumiendo, había dos modos de muerte mística en esas ceremonias iniciáticas: el fácil y el dramático. El renacimiento tras la muerte fácil consistía en simular un nuevo nacimiento del iniciado a través del útero de la madre, que en muchas ocasiones era la Madre Tierra, representada por una cueva o una choza. En el renacimiento dramático, el iniciado experimentaba su propia muerte y era tratado por los demás como un difunto. La muerte, ese misterio. Ahí están las catorce muertes misteriosas que rodean a la trama Gürtel del Partido Popular, o la docena de oligarcas rusos muertos en 2022.

“Flamenco. Mausoleo de celebración, amor y muerte”, el nuevo disco de Niño de Elche (Francisco Contreras Molina), ha salido rodeado del barullo habitual de los lanzamientos del ilicitano, con gresca incluida en redes sociales (cuñados todos: Paco también), con especial hincapié, también como siempre o casi siempre pasa con él, en si es un artista que está ayudando a matar o a rematar el flamenco o a resucitarlo. Comercio.

De sopetón, en el primer corte, unas plañideras, cante antiquísimo que es algo así, para entendernos, como una protoseguiriya, con la voz performer de Angélica Liddell llamando, llorándole, durante un minuto a la muerte, que no quiere venir. De ahí pasamos, en la acertada lógica de que una cosa lleva a la otra, a “Seguiriya madre”, con Niño de Elche y Rosalía cantándole (y bien, la verdad) a la pérdida de una madre, y Raül Refree, el productor del disco, a la guitarra, rasgueada a su flamenca manera, que aquí, castigada tan fuerte, ni es de plata ni redentora ni suena como los ángeles (mejor le sale esa intención en “Farruca amarga”). Otra cosa es cómo de bien toca la sonanta Yerai Cortés en “Canto por no llorar” y, sobre todo, en “Soleá bailable”, donde también colabora al baile la gran Rocío Molina. Ahí sí le insuflan todos hálito rejuvenecido a esa defensa contemporánea, austera e íntima del flamenco radical que son estos, como los ha presentado el propio Niño de Elche, “14 cantes, 14 cortes, 14 heridas, 14 llaves, 14 formas de celebrar el amor y la muerte”. Unos, la mayoría, con más gracia y acierto que otros, dos o tres, pero todos con su valentía y yendo de frente.

Como dice un viejo proverbio persa, el que tiene la moneda la cambia. Y Niño de Elche, en lo suyo, la tiene. Y por eso se puede dar tan guapamente el gusto de sacarse de la chistera este renacer simulado del flamenco elemental, tras muerte ficticia en modo fácil, ejerciendo él de útero, cueva y choza, mientras deja al otro lado del río a los de la muerte jonda dramática tratando el flamenco como un difunto; plañideros que llaman a su muerte, pero esta no quiere venir, que así es de tremendita. ∎

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