El último gran grupo de la era moderna, la mejor banda de rock and roll de la década de los ochenta, el talento de condensar en canciones memorables la tradición, el presente, la historia, el futuro…
R.E.M. o el orgullo de la América clásica: fragilidad desarmante, engañosa, vital, antianémica. Fluidez rítmica compleja, cortante, despistadora, viva, rica. Poder melódico asombroso, extraordinario, agazapado en un recodo de angustia que clama grandeza, falta de presunción y todo el poder de la música realmente importante. Voz peculiar, sensible y fantasmal, tierna y extraña. R.E.M. o el resorte del rock clásico hoy mismo, sin el poso de trascendencia histórica mal llevada o de épica caduca y rematadamente vieja que define la música adulta en estos años de mesianismos a ultranza en nombre del rock and roll, de Dios o de un puñado de “buenas” intenciones en general.
R.E.M. es música que supera el hecho musical sin salirse de la música. Son el rock and roll que se percibe a ras de tierra, sin afectaciones dramáticas ni gestualidades engañosas, la sinceridad de lo no-pose, la no-autenticidad, la no-bandera, la no-farsa. R.E.M. han ido creciendo sin pausas y sin prisas asentando con disimulo un dominio de hechos consumados: la vista atrás, y todo un imperio de canciones que colapsan los sentidos. R.E.M. empezaron a principios de década con el resto en una escena supuestamente
revivalista. Por favor, ¿alguien se acuerda ahora del resto?
R.E.M. es música interior en tránsito al exterior, bella y triste, optimista y perezosa, fuerte y veloz, calmada y química: R.E.M. son más grandes, más inmensos, más intensos, de lo que ahora somos capaces de intuir porque su obra –rica en episodios ricos– delata el poder de los creadores tocados por el halo de lo inmarchitable. Tras cinco elepés (más un EP y dos recopilatorios),
“Green” (1988) se desvela tan imponente y contemporáneo como de costumbre. Eslabón tras eslabón, el cuarteto ha ido tejiendo un entramado que cíclicamente renueva el oxígeno a un mundo misterioso repleto de enigmas y claves, pistas, guiños armónicos y juegos privados que otean el mundo con la pasión y la esperanza de los que saben que sin odio no existiría amor, que sin el mal el bien no tendría valor ni sentido y sin la guerra –cualquier tipo de lucha– no
“habría armas a las que reconocer”, con toda la profundidad, el lirismo y la contradicción de los sueños compartidos, las batallas perdidas y los fantasmas inexistentes. ¿Lo digo ya? R.E.M. son todo lo que, por ejemplo, U2 nunca, nunca, nunca podrán ser: intensidad real, emoción sin contaminar y lucidez provista de la suficiente ironía para apartarlos de los clichés lamentables, ridículos y patéticos. ¿Lo digo otra vez? R.E.M. es lo más grande surgido en América desde… ∎