Cuatro años han pasado desde el primer álbum de
Tercer Sol,
“Lejos” (2019). Dos bienios para olvidar durante los cuales el cuarteto valenciano ha encontrado tiempo para afinar un planteamiento cuya base sigue siendo la misma: post-punk tamizado de noise pop. Suele ocurrir que el ímpetu juvenil va dejando paso a algo más sofisticado.
“Presentimiento” lo es, y esto quiere decir que la sombra de Joy Division –
“No soy yo”– o los primeros Echo And The Bunnymen –
“Último grito” – convive ahora con la épica emocional de propuestas más pop como The House Of Love –
“Canción para decir adiós”–, quienes recogieron las perlas ensangrentadas del rock gótico para perfumarlas con romanticismo. Lo nuevo de Tercer Sol es menos tenso y suaviza las formas empleando las mismas herramientas: guitarras abrasivas, bajos contundentes y temáticas oscuras sin escenarios de cartón piedra. Además, la voz de Almirante gana en claridad sin llegar todavía al extremo de Carlos Entrena en cortes de austeridad telúrica como
“En el valle de piedra”.
Las bandas mencionadas son palabras mayores en la historia del rock independiente –unas más que otras– y Tercer Sol siguen su propio camino en un momento confuso donde las tribus urbanas han quedado jibarizadas hasta casi desaparecer en términos de repercusión. Además, su música no deja de tener un componente derivativo, de enésima reinterpretación, pero “Presentimiento” es notable, poderoso, y quien no tire de mímesis que tire la primera piedra. Almirante, Adrián Cremades y compañía cumplen admirablemente el canon de los diez temas escogidos para completar un álbum sin rellenos, de cuidado sonido y uso inteligente de los tópicos –que no se noten demasiado es una de las claves en cualquier género–, cuajando un resultado apabullante. No es que “Presentimiento” no tenga una sola canción floja, sino que tiene muchas buenísimas que se van sucediendo sin solución de continuidad hasta alcanzar, al menos, dos cimas catárticas.
Una de ellas llega después de la breve instrumental
“#01”, un logrado ensayo de sinfonismo
velvetiano que ha conseguido independizarse por calidad de
“Cuando hayamos muerto”, su continuación de morbosos tintes líricos –
“los insectos bailarán con nuestros recuerdos”–. Dos preámbulos de lujo que eclosionan entre espirales psicodélicas a lo Tom Verlaine –el más rítmico– y densidades pasionales tipo Bob Mould del tema homónimo y central del disco. La calma antes de la segunda tormenta –
“Ficción”– llega con
“Inseparables”, aunque su amenazante
“nube de fuego” en forma de
“anillos en el cielo” que se abalanzan sobre una pareja de indefensos amantes, metáfora seudobíblica sobre la existencia efímera, no presagia nada bueno. Es la Espada de Damocles que “Presentimiento” nos viene a recordar, un trabajo de enorme fuerza poética, temores susurrados y cierto nihilismo donde al final vence el amor a pesar de todo. ∎