Álbum

The Goon Sax

Mirror IIMatador-Popstock!, 2021

Con cada nuevo disco, The Goon Sax demuestran mayor libertad de movimiento, una colección de discos más grande y mayor seguridad a la hora de postularse como salvadores del indie pop de guitarras. O, bueno, no solo guitarras: su nueva reinvención, tras la variedad en los arreglos de “We’re Not Talking” (2018), se basa en el abrazo sin remilgos de los sintetizadores, del empuje bailable de la música disco. Todo ello sin dejar de lado su parte más jangle ni hacer ascos al folk psicodélico.

Semejante mezcla de sonidos debería dar pie a un batiburrillo sin sentido, pero el (más o menos) frontman Louis Forster, Riley Jones y James Harrison combinan sus estilos e intereses de forma realmente coherente. Quizá sea la personalidad de sus voces (los amigos se turnan ante el micro o lo comparten de la forma más mágica, sobre todo Louis y Riley) lo que ejerce como elemento aglutinante. O quizá sea el talento para hacer discos redondos de John Parish, su productor en este primer lanzamiento del grupo para Matador.

“Mirror II” suena más pulido y profesional que los recientes discos de Riley y James con el post-punk de Soot, aunque algo del ruido de ese proyecto paralelo siga presente aquí. El doblete inicial suena incluso “massive”, como dicen los ingleses: en un mundo ideal, dos temas como “In The Stone” y “Psychic” acapararían las ondas y nos asaltarían por la escuadra mientras hacemos la compra. De hecho, Louis admite la influencia en la primera del pop moderno que oyó en espacios públicos mientras vivía en Berlín. Este último dato explica las palabras en alemán de “Bathwater”, en la que el grupo sorprende, también, marcándose partes trotonas al más puro estilo Blondie.

Otro par de canciones impepinables, “Tag” y “Desire”, son aparente prueba del interés de Riley por el noise-pop japonés (o no: también se puede hablar de The Jesus & Mary Chain). “Desire”, favorita personal, acaba cobrando aires “dreamy” deudores de Chromatics, pero la referencia que cita Riley es Les Rallizes Dénudés. Y la que cita cantando, The Stone Roses (“I want to be adored” es el cuarto verso).

Algo menos accesibles son las aportaciones de James, aprendiz de Syd Barrett en “Carpetry” y “Caterpillars”; más jangle que psych-folk en “Temples”. Esta última es la canción que más conecta con los orígenes del trío, con permiso de una “The Chance” en la que parece inevitable recordar que Louis Forster es hijo de Robert Forster, aunque, quizá para mantener la distancia, el grupo tira de rabia eléctrica en el estribillo.

Cambian un poco los sonidos, pero no tanto las inquietudes literarias, en las que el amor no correspondido sigue teniendo espacio prioritario. En nota de prensa, Louis asegura que este disco habla de perderse en otra persona, pero “Mirror II” también recuerda cómo a veces las almas friccionan:“No habrías sonado tan decepcionada cuando llamé / Si hubieses guardado mi número en tu teléfono”, cantan en el ingenioso e irrefrenable estribillo de “In The Stone”. ∎

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