La relación entre música y moda siempre ha sido estrecha. Cómo viste un artista influye inevitablemente en nuestra percepción de él, de su personaje escénico. Los looks negros abrasivos del punk, las divas pop como iconos de estilo, la capacidad camaleónica de Bowie… Hay mil ejemplos. En este sentido, a mediados de los 2000 una marca de ropa influyó enormemente en el imaginario estético del hip hop. A Bathing Ape (más conocida como Bape) rompió, de la mano de Pusha T, Pharrell o Kid Cudi, que la vistieron incesantemente, esa típica imagen del rapero gangsta con jersey deportivo. Su fundador, el japonés Tomoaki Nagao, de nombre artístico NIGO.
Quizá a algunos Bape les sonará, pero la figura de NIGO puede ser más desconocida. NIGO es, principalmente, un diseñador de moda. Fundador de la ya mencionada Bape, así como de otras marcas de ropa, y el actual director creativo de Kenzo. Su presencia en la industria musical viene de lejos: en los 2000 formó parte de la banda de hip hop japonesa Teriyaki Boyz, siendo su DJ, y produjo el álbum “Ape Sounds” (2000), lanzado bajo su nombre, de difícil categorización, mezcla de indie rock y trip hop, predominantemente instrumental. Es su único trabajo en solitario antes de este “I Know NIGO!”. Aunque claro, considerar “I Know NIGO!” una obra en solitario del nipón dista mucho de la realidad.
Para entendernos rápidamente, esto vendría a ser una versión más “curada” de lo que hace el infame DJ Khaled. Canciones producidas e interpretadas por otros artistas compiladas en un mismo proyecto al que NIGO pone cara (de los once temas que componen el álbum está acreditado como productor en solo dos). Así pues, su función es puramente de curaduría, de juntar a varios amigos, entre los cuales están A$AP ROCKY, KID CUDI, PUSHA T o TYLER, THE CREATOR, y armar un álbum para seguir contribuyendo al panorama al que tanto ha influenciado. En palabras de NIGO: “I was happy to present new music to fashion people and new fashion to music people”.
Y es que “I Know NIGO!” podría considerarse como inevitable colisión entre los dos mundos, con lo que esto puede suponer: a veces el resultado es sorprendentemente creativo, otras es pura banalidad. Porque sí, puede parecer que esta compilación sea tan solo una excusa para que los implicados luzcan las prendas y las joyas personalizadas que NIGO les ha diseñado, para ostentar viaje parisino. Es un divertimento y tampoco pretenden esconderlo. De eso se trata al fin y al cabo, de vivir en el “N***** In Paris” de Jay-Z y Kanye West. Decía este último en 2010: “I am where art meets commercial. The sweet spot between the hood and Hollywood. Having a conversation with Karl Lagerfeld and Jay-Z within the same hour. When we’re in Paris dressing all crazy at fashion shows, we listening to Jeezy. Jeezy in Paris, that’s what it is”.
No hay mejor definición para entender este “I Know NIGO!” a nivel conceptual. Aunque, claro, aquí no está la leyenda de Hov y el genio de Ye está acreditado solo en una canción, por lo que el aspecto musical, que es lo que nos interesa y atañe, se ve completamente supeditado al talento de quién participe en cada uno de los temas. Todo depende de quién vista las galas de NIGO. Tampoco hay una línea de estilo marcada; cada rapero, cada productor, imprimen su propia personalidad. Su cohesión está más en su absoluta despreocupación, con lo que la compilación acaba dibujando, para bien y para mal, un mapa de las tendencias que podemos encontrar en el hip hop de hoy, trazando algunas conexiones nostálgicas con esos 2000 en los que todo empezó para muchos de los aquí presentes.
El álbum arranca con un freestyle recuperado de 2019, “Lost & Found”, en el que se juntan A$AP Rocky y Tyler, The Creator en una muestra de lo que podría haber sido ese disco conjunto que nunca llegaron a sacar. Ambos mantienen la misma energía, el mismo braggadocio, rapeando encima de dos beats hechos en 2004 por Slim Thug. Artistas de presente honrando lo que escuchaban en su juventud, con la voz de Rocky jugando con el chopped & screwed como él tan bien sabe hacer y un Tyler en modo “Goblin” (2011). Inmejorable comienzo que prolonga Rocky con “Arya”, apoyado fuertemente en una base de piano que interpola la melodía del “Halloween” de John Carpenter, amenazando. La cuota de nostalgia sigue con la reunión de CLIPSE en “Punch Bowl”. El dúo formado por los hermanos Thornton, es decir, por Pusha T y No Malice, juega a lo seguro rapeando sobre lo suyo (lujo, drogas y estatus), encima de un beat tan afilado como atmosférico de sus antiguos colaboradores Pharrell Williams y Chad Hugo, aka The Neptunes.
En este punto la compilación da un bajón notable. PHARRELL WILLIAMS se muestra poco inspirado al salir de la cabina de producción para coger él el micro. En “Functional Addict”, junto a GUNNA se encallan en un beat que escatima en percusión, buscando un tono más funky, que termina ahogándose en su propia monotonía y del que solo se salva el estribillo, con el tema mutando en balada trap. Tampoco en “Paper Plates” está acertado Pharrell, que, por algún extraño motivo, decide estropear su propio beat y distraernos del verso de A$AP FERG rapeando con una inflexión vocal que le hace parecer Mickey Mouse. La aportación de Kid Cudi con “Want It Bad” no mejora el asunto. Su típico crooning auto-tuneado aburre en este tema de aires EDM que parece un descarte de “Man On The Moon” (2009). Tampoco es terrible, pero quizá hace trece años nos habría entrado mejor. Con “Morë Tonight” seguimos en el ámbito de la electrónica, con los TERIYAKI BOYZ reunidos de nuevo en este tema de hip house desenfadado que queda en eso, la mera anécdota de la reunión.
Con la vuelta de Pusha T la compilación recupera el brío inicial. En “Hear Me Clearly” el de Virginia reta a sus oponentes encima de una base boom bap cortesía de Kanye West. Un tema que no habría desentonado en “Daytona” (2018), con el gran cumplido que esto supone. Le sigue “Remember”, con la presencia póstuma de POP SMOKE, al que se le hace justicia. De hecho, es uno de los temas más fascinantes del álbum, mezcla extraña de trap, drill y el cloud rap de Clams Casino, que, contra todo pronóstico, funciona. El drill sigue en “Heavy”, en el que LIL UZI VERT se las apaña rapeando en este estilo por primera vez. Podría estar más inspirado, y un Fivio Foreign ocupando su lugar habría sido mejor elección sin duda, pero se agradece que salga de su zona de confort.
Cierra el álbum Tyler, The Creator con “Come On, Let’s Go”, tema con el que Pharrell se redime de sus aportaciones anteriores con una producción de locura, en un tema que podría ser el epítome de la carrera de Tyler hasta ahora: sus actuales inquietudes en la letra, los sintetizadores de “IGOR” (2019), la extrañez en la mezcla de “Cherry Bomb” (2015), la actitud agresiva de sus inicios… Acertadísimo el uso del sonido de las agujas del reloj como si fueran hi-hats en una canción cuyo tema es precisamente el tiempo de espera a que llegue una cita, la impaciencia que provoca en Tyler. Sigue pletórico. Solo por este corte la compilación ya vale la pena.
Como vemos, “I Know NIGO!” nos puede servir para situar en qué punto de su carrera está cada uno de sus participantes: de Tyler poco más se puede añadir; Rocky se mantiene en forma con una buena racha de colaboraciones a la espera de alguna señal que nos indique novedades en solitario; Uzi sigue buscándose tras el sobredimensionado “Eternal Atake” (2020); Pusha T allana el terreno para su próximo largo, cocinado a medias entre Kanye West y Pharrell, y del que dice que será el álbum del año… Bien podría serlo teniendo en cuenta que, pese a su calidad, “Hear Me Clearly” no ha pasado el corte.
Al final, tanta personalidad termina haciendo de este “I Know NIGO!” una oda al acto colaborativo más que ese pretendido homenaje a la figura del diseñador, un viaje transgeneracional que, justamente por serlo, acaba siendo tan variado (por no decir irregular) como la industria que viene a representar. Por momentos fast fashion, por momentos alta costura. ∎