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Ha sido un año movidito para Villano Antillano. Todas las referencias que había publicado hasta este momento estaban marcadas por un espíritu transicional, una sensación de búsqueda y definición en muchos aspectos, desde lo personal hasta lo puramente artístico: el paso de sus primeros sencillos a su primer EP y de este a su debut en largo narra un proceso de cambio que va desde el relato de la vivencia queer en el Caribe hasta una declaración de empoderamiento personal que reivindica su propia identidad. Y que se recorre en paralelo a su transición médica: Villana Santiago Pacheco, nacida en Bayamón, Puerto Rico, en 1995, es hoy la primera mujer trans y no binaria en entrar en el Top 50 global de Spotify. El descomunal éxito que ha conseguido este año gracias a la “Bzrp Music Sessions, Vol. 51” –más conocida como “Mala mía”– le ha llegado como colofón a su transformación personal y le ha dado el empujón necesario para emerger súbitamente del underground. Como una persona nueva, además. Y, ahora sí, plena.
No hay nada por lo que llorar en “La sustancia X”, nada que lamentar. Es un disco trabajado con cariño que sirve para ponerle el broche a un 2022 para enmarcar –en el que ha recibido los shout outs del mismísimo Bad Bunny– y para celebrar a una artista sin complejos y en pleno dominio de sus virtudes, pero que también sabe reconocer sus defectos: unas muy acertadas colaboraciones vocales se suman en el último tramo para aliviar los a veces monótonos fraseos de Villana.
Tan controlado parece tenerlo que no ha sentido la necesidad de incluir en el tracklist algunos de los temas ya contrastados que ha ido publicando a lo largo del año, fundamentalmente “KLK” y su colaboración con la canaria Ptazeta, “Mujerón”. Su pluma está afilada, flexea con inteligencia y dispara una metralla de referencias culturales, de Plan-B –en una doble barra épica: “Quieren a la gata de uva, uva guata / Pero si la cuca le sale por la culata”– a Keyser Söze y de la Madonna “de los tiempitos de ‘Erotica’” –ahora que estamos con las listas de fin de año, ¿top 10 de los discos más reivindicados este 2022?– al #FreeBritney, pasando por Celia Cruz, Nicky Minaj, la Mona Lisa, las Súper Nenas, Safo, Ivanka Trump o el fallecido La Delfi –cantante paródico e icono queer–.
Pero, sobre todo, incomoda con barras como “Dejé salir al monstruo y el tipo está hambriento” o “Un designer pussy, solo chécate el entalle”. “Hedonismo” es una crítica contra los modelos de belleza y feminidad que se perpetúan desde los star systems con un estribillo icónico que juega con el lenguaje inclusivo –“Yo soy hedónica, tú eres hedonique / Elles y nosotres, y todes hedoniques”–. “Yo tengo un novio” ironiza con una relación de sumisión mujer-hombre entre mordacidades como interpolar el “Toma que toma” que hizo famoso la artista júnior Karen Paola. “Puesta” se da la mano con la cubana La Dame Blanche, famosa por fusionar el folclore latino con la música urbana, para hablar sobre la violencia contra la mujer sobre el sample de una guitarra shredder que echa fuego por la boca. Y “Mujer”, con su rítmica contundente y ruidosa, representa junto a iLe –ex Calle 13– su propio intento de himno feminista.
Más que modernidad y dembows, en fin, lo que ofrece Villano Antillano en “La sustancia X” es lo encapsulado en “Cáscara de coco”, un tratado de reguetón clásico deudor de insignes puertorriqueños como Ivy Queen o Daddy Yankee en el que las barras son más importantes que el perreo. Eso sí, enfrentado con técnicas y tendencias sonoras contemporáneas y revestido de toda una pátina de ciencia ficción retrofuturista que la conecta con las nuevas solas puertorriqueñas. Así, a la producción más robusta de Ismael Cancel –reconocido internacionalmente por su trabajo con Calle 13–, hay que sumar aportes de Orteez o Mauro: el primero, a quien no es raro encontrar también en los créditos del “Saturno” (2022) de Rauw Alejandro, ofrece un fondo de pop cinemático de orientación synthwave en “Poli” que encuentra su horma en el four-on-the-floor de “Nena mala”; el segundo, que deja en “¡Hello Kitty!” un dancehall atrevido, se ha convertido en los últimos tiempos en productor de cabecera para la nueva generación de artistas de Puerto Rico, destacando sus producciones para RaiNao y para Young Miko.
Entre medias, ejerciendo de portal entre las dos dimensiones villanas –el pasado y el futuro; la barra y el perreo; el mensaje y el hedonismo; lo gótico y lo cibernético–, está la que seguramente sea la canción central del álbum, “Kaleidoscópica”. Una sucesión de servicios y flows diferentes que confirman a Villano Antillano como uno de los terremotos de mayor magnitud sísmica que ha vivido el género urbano. ∎