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Desde que hace un lustro la tendencia ambient haya aumentado de seguidores de forma elocuente, sus manifestaciones no han dejado de crecer y retorcerse mediante un estilo cuyos matices suelen surgir de forma menos evidente que en otros. Sin embargo, dicha tendencia no puede aplicarse al caso de Whatever The Weather, nueva identidad musical de Loraine James, una de las propuestas más oxigenantes que nos ha proporcionado el universo dance británico en estos últimos años.
Para su reciente metamorfosis, James define los parámetros ambient bajo un esqueleto multirrítimico, que incluso puede llegar a recordar a una versión carnavalesca jungle, como en “17ºC”. Este es uno de los once cortes que integran tan abierta comunión entre nervio dance y formas gaseosas.
A partir de esta idea central, James consigue fundir ambos polos en un meridiano total de entendimiento. Uno basado en la deconstrucción de los significantes jungle, drum’n’bass, o cualquier otro surgido del vivero referencial dance british, mediante los cuales filtra toda la materia en una ingrávida nebulosa mántrica, cercana a lo que hizo en su momento Leyland Kirby, bajo el alias de V/Vm, con su visión post-rave en el imprescindible “The Death Of A Rave” (2014). A diferencia del gurú Kirby, James aboga por la redimensión de la criatura dance bajo rasgos de esencia club, como demuestra en “14ºC”.
Más allá de estos ejemplos, el álbum arranca con “25ºC”, corte cuya progresión incluye un eco evidente de los orgásmicos sampleados vocales utilizados por My Bloody Valentine durante su corto pero más que provechoso tránsito por la década de los 90. Su sonido lánguido, perdido en el espacio, define una sensación climática tan agradable como el número de grados de temperatura a los que se refiere.
La estela de My Bloody Valentine se puede rastrear a lo largo de todo el minutaje propuesto, tal como sucede en el arranque de “6ºC”, la cual avanza por medio de una exposición de vasos comunicantes con la dialéctica entre espacio y ritmo propuesta por Meitei.
El resto de las canciones del álbum también están codificadas con títulos enmarcados bajo diferentes temperaturas, lo cual queda perfectamente expresado en “0ºC”, recuerdo antártico a Matmos, donde la naturaleza dance asoma a través de afiladas electrocuciones rítmicas. Esto mismo ocurre en la esencia grime que se filtra en la visión onírica elaborada en “10ºC”, tema con el que la británica subraya su genio a la hora de encontrar puntos de fuga dentro de lo que entendemos como la ortodoxia bailable de nuestros días. También en “4ºC”, abrupta ruptura con la envolvente atmósfera general, en la que la voz de James vuelve a fluir desde el otro lado del espejo, deforme y espectral, atrapada en una cárcel de hielo.
Y es que, más allá de los brotes soleados de “30ºC”, el estado gélido es el que dirime las contantes de tan ensoñadora versión que Loraine James nos ha regalado de sí misma, certificada en el estremecedor amanecer ambient que guía el pulso de la sublime “36ºC”. ∎