Película

Cuestión de ritmo

Mark Lo

Stephen Perkins (Jane’s Addiction).
Stephen Perkins (Jane’s Addiction).

Stephen Perkins, baterista de Jane’s Addiction, dice en el documental “Cuestión de ritmo” (2021; se estrena hoy en España) que al tocar la batería “se trata de hacer vibrar el aire”. Una buena definición. La película realizada por Mark Lo es simple en su construcción: entrevistas a músicos –solo anglosajones– de distintos estilos –rock, pop, heavy metal, punk y post-punk, new wave, garage, rock alternativo– para hablar un poco de la evolución de la batería y hacer algunos comentarios sobre la influencia de los más clásicos: Keith Moon, Ringo Starr o Charlie Watts. No es un rockumental supremo, pero deja algunas perlas. Nicko McBrain, el músculo de los heavy Iron Maiden, confiesa que de joven quería ser como Joe Morello, el delicado y trajeado baterista de una de las grandes bandas del jazz cool de la Costa Oeste, The Dave Brubeck Quartet, mientras que Stewart Copeland, la sala de ritmos pop-reggae de The Police, asegura que el batería de The Rolling Stones fue el auténtico rey del groove.

La selección de entrevistados es amplia, baterías hablando de baterías. Otra cosa es que todos los congregados a la ceremonia de exaltación percusiva digan o aporten reflexiones originales o que tengan el suficiente espacio para decir cosas interesantes. A Perkins –que actúa un poco como hilo conductor–, Copeland y McBrain se añaden Roger Taylor (Queen), Chad Smith (Red Hot Chili Peppers), Clem Burke (Blondie), Cindy Blackman Santana (Lenny Kravitz, Santana), Nick Mason (Pink Floyd), Jim Keltner (músico de sesión que ha tocado con John Lennon, Bob Dylan, Joni Mitchell, Bill Frisell, Elvis Costello, Rufus Wainwright y Ry Cooder, entre muchos otros), Ian Paice (Deep Purple), Bob Henrit (The Kinks), Topper Headon (The Clash), Samantha Maloney (Hole, Eagles Of Death Metal), Jess Bowen, Rat Scabies (The Damned), Ben Thatcher (del dúo Royal Blood) y Taylor Hawkins (Foo Fighters, fallecido en marzo de 2022), a los que se suma Ross Garfield, propietario de una mítica tienda de baterías de Los Ángeles, Drum Doctors.

Chad Smith (Red Hot Chili Peppers).
Chad Smith (Red Hot Chili Peppers).

“El que manda es John Bonham”, clama Samantha Maloney, rendida a la apisonadora metronómica del baterista de Led Zeppelin, aunque resulta extraño que en toda la película no se cite ni una sola vez a Doug Clifford, de Creedence Clearwater Revival, una precisa caja de ritmos con apariencia humana. Chad Smith define muy bien a Ginger Baker: “Un batería de jazz atrapado en el cuerpo de un rockero”. Topper Headon es muy práctico rememorando su papel en The Clash: “Lo mejor es que pude ver mundo haciendo lo que me gusta”. No lo es menos Scabies cuando evoca los conciertos de los primeros Damned: “Mientras cantan no aporrees la batería, en el resto del tema haz lo que quieras”. El batería de Blondie confiesa que quiso tocar la batería después de ver a Ringo en una actuación de los Beatles en el programa de Ed Sullivan, lo que tiene todo el sentido del mundo. La mayoría se rinde a la originalidad de Keith Moon excepto Maloney, la única que considera demasiado histriónico al batería de The Who. La influencia del jazz flota en el ambiente, con breves imágenes y citas a Max Roach, Art Blakey, Elvin Jones y Buddy Rich. Nadie de los invitados reniega de sus orígenes.

Hay un apunte sobre la posible crisis del batería clásico cuando llegó la era electrónica de las cajas de ritmos y los parches sintetizados –“¿Adiós al componente humano?”, se pregunta Andy Gray, productor de varios discos de Gary Numan–, aunque la duda dura poco y se resuelve con una rápida elipsis que pasa de puntillas por el tema y nos sitúa de nuevo en la esfera de la batería humana en los años noventa. La película concluye con una jam session de Perkins, Bowen, Blackman Santana y Smith, con los instrumentos afinados por Ross Garfield, que podría haber dado más juego. ∎

No hay música sin ritmo. Ni ritmo sin música.
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