Daniel Saldaña París

Daniel Saldaña París (Ciudad de México, 1984) es una de las voces imprescindibles que está marcando el devenir de la más reciente generación de escritores provenientes de Chile, México y Argentina. Dicha línea identificativa queda más que refrendada en el estilo realista de “El baile y el incendio”, su más reciente novela (finalista del último Premio Herralde), con la que consigue adecuar su vocación a la virtud atesorada por figuras de la literatura latinoamericana del siglo XXI como Alejandro Zambra o Mariana Enriquez, la cual se basa en introducir pálpito poético en su narrativa de forma invisible, musical, dentro de compases literarios donde la prosa bebe de las sensaciones que emanan del brío lírico, aunque imperceptible a primera vista.

Dicha virtud es la que sublima las palabras de esta novela, fogosa en sus descripciones y de poderío destacable en todo su desarrollo, armado en torno a una estructura que expone la ambición de Saldaña por dejarse llevar por el “gen Bolaño”, basado en la evasión de la narrativa al uso, o más bien en evitar los caminos predeterminados que acostumbran a llevarnos por el río estructural de los acontecimientos. A partir de esta necesidad por quebrar toda posibilidad de manifestación reconocible de guion narrativo, el autor crea tres personajes inolvidables, mostrados en toda su crudeza en tres relatos contados en primera persona por cada uno de ellos.

Y es que tanto Laura como Erre o Conejo conforman un corpus vital sencillamente desbordante en un torrente de emociones surgidas de las adicciones, la imposibilidad de evasión geográfica y vital, e incluso el trasfondo de la brujería, dentro de un cóctel molotov donde no resulta difícil distinguir la huella de Malcolm Lowry, pero también el gusto de Saldaña por enfatizar sus orígenes a través de una lectura plagada de toda clase de expresiones autóctonas, que enriquecen y amplían la gama de extremos interconectados entre humor y catarsis, por ejemplo.

En todo momento aflora la personalidad de un autor que conforma su narración como una pirámide de palabras, donde la base es la ciudad mexicana de Cuernavaca, en la que se desarrolla el desastre climático que genera la atmósfera terrorífica de enfermedad y turbulencia que surge de tan brutal relato, el cual no difiere mucho del espíritu del norteamericano Chris Offutt, aunque lo de Saldaña no deja de ser una nueva encarnación de la capacidad para jugar siempre en la frontera del realismo mágico, sin llegar nunca a traspasarla. Habilidades como esta conforman el corpus central de un estilo aquí desarrollado con total y absoluta conciencia de sus virtudes. Maravillas de un escritor llamado a abanderar la nueva ola de autores mexicanos que van a expresar las manifestaciones más personales del mundo literario en los próximos años. ∎