Álbum

Alasdair Roberts og Völvur

The Old Fabled RiverDrag City-Popstock!, 2021

Imagínense una realidad paralela donde películas como “The Edge Of The World” (Michael Powell, 1937) estuviesen en el top ten de la televisión comercial, “The Garden Of Jane Delawney” fuera el ringtone más trendy de los influencers más in o The Young Tradition fueran el paradigma de grupo vocal para las nuevas generaciones en lugar de la inimitable Whitney Houston. Pues bien, “The Old Fabled River”, como suele decirse, un disco “cinemático” hasta la médula, competiría por un Grammy y el bueno de Alasdair Roberts viajaría en limusina en lugar de gastar carromato bergmaniano.

Que estamos en el siglo XXI es innegable. También lo son la amenaza talibán, la ideológica y ese tufillo tan extendido de que aquí cada uno va a lo suyo. Solo hay que encender la tele y observar el botellón. Por eso se agradece que Roberts inaugure su nuevo disco con “Hymn Of Welcome”, una canción llena de esperanza generacional. Grabado a principios del año 2020, cuando las mascarillas no poblaban la Tierra, “The Old Fabled River” combina esa fértil positividad colaborativa tan suya con una selección de excelentes canciones propias y tradicionales, escocesas y noruegas.

Después del retrospectivo y transitorio “The Songs Of My Boyhood” (2020), Roberts necesitaba refrescar de nuevo su repertorio sonoro. En esta ocasión, el colectivo experimental Völvur –un nombre que hace referencia a las chamanas o brujas primigenias de la mitología nórdica–, con el excepcional violinista noruego Hans Kjorstad al frente, ha cumplido la función encomendada con creces. Otro nombre clave aquí es Marthe Lea, cuya sobriedad vocal enamoraría a la misma Shirley Collins en los dos temas que canta sola, los tradicionales noruegos “Nu rinner solen opp” y “Un solen går ned”.

La vocalista también añade con su clarinete y saxofón una suave sensibilidad jazz que no perturba ese tono arraigado que caracteriza “The Old Fabled River”. Un trabajo que roza la perfección, repleto de melodías que respiran a cada compás con sus hipnóticas disonancias, exploraciones armónicas y evocador naturalismo escandinavo. Estos ingredientes lo elevan a esa dimensión mágica que, siguiendo con nuestras imágenes cinematográficas, lo situarían entre un perdido reino vikingo y el paganismo moderno de unos Magnet sin tendencias homicidas. Por decirlo así, ni folk horror ni flower power.

Pero el director de la orquesta es Roberts, trovador céltico de nuestra época con probado buen gusto, ajeno a las modas, explorador afortunado, recuperador de joyas como“Sweet William’s Ghost” y de mitos artúricos como “The Green Chapel”, quedándose más ancho que la poltrona vacante de Lancelot del Lago. A Roberts hay que agradecerle la voluntad de renovar el folk, ese río de canciones legendarias –al que contribuye con las suyas propias– tan llenas sabiduría. Ya saben, el grado más alto de conocimiento que incluye valores como la compasión y los buenos modales. Hacerlo con el poder inmenso que otorga la transparencia, el heroísmo inherente a la misma condición de músico y el enigmático arte de transmitir grandes canciones, parece fácil. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados