Se dice que algo es oscuro cuando contiene información que no se puede leer. Lo oscuro solo tiene connotaciones negativas si te asusta lo críptico. Las mujeres y otres alteridades hemos aprendido a orientarnos en lo oscuro para sacar informaciones valiosas; tanto historias vetadas de nuestras ancestralidades como recursos para nuestras vidas cotidianas. Y este es el material del que se compone “Azabache”, de la productora Ana Quiroga. Toma el nombre de la piedra jurásica asturiana, territorio del que es oriunda. Del mismo modo que se inspira en Goldie y su “Inner City Light” (life en el original) para hablar de su Londres de residencia, otra geografía llena de contraculturas y secretismos. Hila todas estas energías desconocidas para edificar la narrativa sonora actual de su persona. Que nadie la cuente por ella.
Categorizar “Azabache” como un debut es casi criminal. Es su primer larga duración en solitario, pero Quiroga cuenta con una extensa trayectoria como creadora. Lleva tiempo girando con el A/V show de META, junto a su mitad visual Estela Oliva. Ha publicado material en Editions Mego, Other People, Modern Obscure Music y ahora la acoge el sello del mítico club londinense Fabric. Fue cofundadora de las LCC en 2010. Y quizá lo más crucial para entender sus producciones sea su faceta como diseñadora de sonido. Por lo bien que invoca los conceptos a través de la elección y construcción sonora.
Por ejemplo, en “Where It Begins”el diseño percusivo apunta a los orígenes de la tradición, muy en la línea de la DJ y productora gallega Akazie. “La figa” –nombre del amuleto de azabache en forma de mano que llevaban sus abuelas– suena a recorrer los pasillos de los archivos akáshicos. Una oda a la violencia archivística de las historias nunca registradas. Siguen aquí, aunque hemos perdido la capacidad de leerlas.“We, The Witches” abre una marcha amenazante a través del oído, para recordar que la brujería –antigua y presente– es terrorífica solo si te niegas a entenderla. Un contraste con “Les mis muses”, que reconcilia con estas figuras mágicas que nos inspiran y son parte, espiritual o consanguínea, de nuestras propias familias.
En planos superpuestos, encima de nuestras escápulas, están las sinergias de planos y territorios paralelos; entre ellos, la ciudad o el espacio en el que habitamos físicamente. En esta segunda mitad del disco Quiroga intensifica esta dimensión de su vida. Los juegos de tensión en la urbe, sonorizados en “Tensegrity” y “Tremors”. Pero también otros paisajes más allá de la ciudad, lo rural y la memoria.“Wallada” homenajea a la poeta queer andalusí Wallada bint al-Mustakfi e incluye un canto en mallorquín de su segunda madre. Es una historia no lineal, llena de subtramas y conjuros que iluminan su persona y todas las musas, materiales e inmateriales, que en forma de sonido han tomado cuerpo aquí.
Lo curioso del proceso es que esta vez Ana Quiroga ha trabajado con pocas grabaciones de campo, que es su plastilina habitual, utilizando sintetizadores, software y sus bibliotecas de sonido en una búsqueda intuitiva de lo que le serviría para expresar. Es su propia historia, así que no únicamente podía guiarse por los sentidos externos. Una vez terminado, Estela Oliva le ha dado el universo visual, con un nuevo A/V show que presentaron conjuntamente en el pasado Sónar. Pero aún podemos darle más, volcar nuestras propias sensaciones sobre el relato que nos abre “Azabache” y que nuestros relatos secretos sigan.∎