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Hace apenas tres meses, Joanna Sternberg lanzó en Youtube “I’ve Got Me”, el single que daría título homónimo a su segundo LP editado por Fat Possum. El primer frame del vídeo prometía: “I’ve Got Me” Performed by: Joanna Sternberg. Song Written by: Joanna Sternberg. Drawn by: Joanna Sternberg”. Uy, pero… ¿Está dibujado también?
Las composiciones de Joanna, casi todas de tinte autobiográfico, son como pequeñas canciones dibujadas. Su voz, cruda y descaradamente tierna, a veces un poco Karen Dalton, otras un poco Daniel Johnston, acompaña a las ilustraciones de sus videoclips que hay que pausar cada pocos segundos para fijarse minuciosamente en sus detalles: una clase de octavo grado, un disco de Jimi Hendrix sonando a través de unos auriculares o una habitación destartalada en la que encontrar consuelo entre rotuladores e instrumentos.
No te has dado casi ni cuenta, pero al cabo de los dos minutos y veinte segundos que dura “I’ve Got Me”, comienzas a sentir una nostalgia de la habitación de tu adolescencia: “¿Estarán los cómics de “Odio” en la misma estantería? ¿Seguirán los CDs piratas que intercambiabas en el instituto acumulando polvo en aquella carpeta?”.
Matas la nostalgia rápidamente buscando en Google “Joanna Sternberg”. Los resultados te llevan a su primer disco, “Then I Try Some More”, lanzado en 2019 por Team Love Records, el sello de Conor Oberst de Bright Eyes. También te topas con algunos carteles de conciertos junto al rey del antifolk Jeffrey Lewis. Tiene todo el sentido del mundo que estas dos personas sean amigas: comparten afición por las letras punzantes, las guitarras poco pulidas, el apego a los cómics y al DIY. Investigas un poco más y descubres un minidocumental sobre Sternberg. Ahí sí, ahí ya ves su habitación, su guitarra, sus rotuladores de colores y todo encaja de una manera muy dulce y fidedigna con sus ilustraciones.
Joanna fue criada por una familia judía en Manhattan Plaza, una comunidad residencial de artistas de Nueva York que cuenta con salas de ensayo entre sus instalaciones y que a lo largo de su historia ha tenido vecinos tan ilustres como Angela Lansbury o Larry David (poca broma con el edificio, que ahí es donde David tuvo de vecino de puerta a Kenny Kramer y se gestó la chispita para crear “Seinfeld”). Las canciones yiddish con las que Joanna acompañaba a su padre tocando el contrabajo, el piano, la guitarra o el violín y el consuelo que encontraba en las letras de Elliott Smith (“¿Alguien que está tan triste como yo? Oh, entonces no debe ser para tanto, no estoy sola”) terminaron por empujarla a componer sus propias canciones.
Durante todo el disco Joanna te lleva por subidas y bajadas en los que alterna piano y guitarra con la misma soltura. Comienzas en el punto más álgido, con el himno sobre la autosuficiencia de “I’ve Got Me”, y te transporta hacia canciones folk de tintes irlandeses (“I’ll Will Be With You”), pasando por “People Are Toys To You” y “Stockholm Syndrome”, en las que aborda la temática de las relaciones reguleras, eternas borracheras y pisos sucios de camas deshechas.
Al igual que en “I’ll Be With You”, en “Right Here” y “I'll Make You Mine” se empeña en esa determinación de estar con alguien sí o sí, de quedarse sentadita esperando el tiempo que haga falta. Una enamoradiza visión túnel con un único objetivo que visto con un poco de tiempo y bastante perspectiva, resulta imposible no pronunciar un “ugh, pero qué mal ojo tuve ahí”. Al menos así lo decía Sternberg, que no pensaba incluir esta última canción dedicada a su expareja, pero que por petición de su madre terminó añadiendo al disco. ¡Y menos mal!
Cierra “I’ve Got Me” con “The Song”, un blues de despedida, tal vez dirigido a esos amores reguleros, tal vez a ella misma, en la que se promete tocar esa misma canción cuando el dolor se haya evaporado. Acaba “The Song”, acaba el disco y te quedas medio huérfana. Piensas en cuánto hace que no escuchas a alguien con un talento como el de Joanna. Y con cierta esperanza, también piensas en toda la carrera que le queda por hacer, en todas las canciones que todavía no ha compuesto, que no ha dibujado y que no has escuchado. Y al menos te sirve de alivio por un ratito mientras vuelves a darle play otra vez al álbum. ∎