“Antología del cante flamenco heterodoxo” se arremanga sin miedo y se cuela por las grietas
“de aquello que era resto, superfluo, excedente, aquello que se escapa muchas veces del camino ancho y recto que ha querido ser la religión del flamenco, lo que se sale de la vereda, lo que se separa y se asfalta y se le dice carretera, lo que nos cruza y atraviesa como raíles de tren” (Romero dixit). Es una psicogeografía que en su deriva escucha ecos silenciados, detecta áureas enterradas en los pliegues de la memoria, resigue rutas secundarias en una cartografía que une puntos de luz para alumbrar esos “rastros de carmín” de los que hablaba Greil Marcus: ríos secretos sepultados por el peso de la historia oficial en cuyos afluentes se encuentran los gitanos del catalán Juli Vallmitjana (1873-1937) y las proclamas del flamenco bárbaro de Eugenio Noel (1885-1936), las liturgias religiosas y las odas a la pereza de Paul Lafarge (1842-1911), Lola Flores y las aleluyas futuristas de Adriano del Valle (1895-1957), Tim Buckley y la vanguardia gitana de Helios Gómez (1905-1956)... La Pasionaria puede pellizcar a Luigi Nono, Guy Debord bailar el pasodoble/rumba de “¡Ay, Carmela!”, Dmitri Shostakóvich hilvanar bordados con Lorca y los cantos de las sinagogas, y Mikel Laboa mirar de reojo a Manolo Caracol.
Contreras oficia su ceremonial de agravios envuelto en un espacio sonoro básicamente diseñado por Refree (eléctronica, percusión, piano, guitarras, charango, vihuela, clarinete), pero donde también hay puntuales visitas de Juan de la Rubia (órgano), Israel Galván (zapateados) o Diego del Morón y Pájaro (guitarras). Y, como en los laberintos borgianos, uno sale de este disco más sabio, renovado. Los talibanes flamencos se tirarán de los pelos (o lo ignorarán), pero “Antología del cante flamenco heterodoxo” es un nutritivo y oxigenante hito que marca el futuro de nuevos desafíos. No esperen a que se lo descubran dentro de treinta años. ∎