Amber Bain parece hacer música para quienes (seguramente como ella misma) echamos de menos a la Imogen Heap de “Let Go” (con Frou Frou) o “Hide And Seek”: la misma voz líquida, ese susurro embrujador, esa sinuosa hiperemotividad. Se podría describir The Japanese House como lo que habría pasado si Heap hubiera liderado The 1975, cuyos George Daniel y Matthew Healy vienen acompañando creativamente a Bain desde el revelador EP “Pools To Bathe In” de 2015.
En el caso de “In The End It Always Does”, esperada continuación de “Good At Falling” (2019), Daniel comparte la producción con Bain y la productora e ingeniera queer Chloe Kraemer (Rex Orange County, Glass Animals); a Healy se le escucha claramente cantar en “Sunshine Baby”, uno de los grandes aciertos del disco. Como de costumbre, o incluso todavía más que antaño, el sonido es de una depuración y espaciosidad extremas: elementos sutiles (guitarras tenues, baterías minimalistas, teclados flotantes) mejor que bien dispuestos en un espacio amplio pero acogedor.
La tensión entre esos elementos es la justa. La fricción está entre unas letras inspiradas por el final de una doble relación, una “throuple”, y unos contextos musicales tan luminosos como, a menudo, cargados de ritmos contagiosos. “Touching Yourself” puede sonar, desde una cierta distancia, a regocijante oda al autoplacer al estilo de “I Touch Myself” de Divinyls, pero es algo bastante más triste: un lamento por la distancia entre dos amantes escrito con vocabulario de sexting. Bain va todavía más allá con “Sad To Breathe”, que en teoría es canción de ruptura (con Marika Hackman, para los más amigos del gossip), pero se mueve, sobre todo en su segunda parte, con un fervor uptempo de tacto ochentero.
“Sad To Breathe” es de esas canciones que invitan a preguntarse por qué Amber Bain no es tan famosa como Taylor Swift, ni siquiera como Phoebe Bridgers, pero no es la única. Otras dos canciones muestran su talento pop con especial esplendor: está la maravillosa “Boyhood”, equilibrio emocionante entre los sonidos acústicos y los sintéticos, entre lo casi folk y lo pulsátil y bailable, y está algo más tarde la citada “Sunshine Baby”, que suena un poco a “The Downtown Lights” de The Blue Nile; mejor influencia no existe.
El homogéneo pero, a la vez, variado repertorio incluye también “Spot Dog”, especie de revisión de “A Beautiful Spring Day”, de “101 dálmatas” (Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wolfgang Reitherman, 1961); ese melancólico encuentro entre lo celta y lo country llamado “You Always Get What You Want”, o un tema mágico, “Over There”, basado en un loop de teclado tomado prestado de Justin Vernon y BJ Burton, productor capital que la acompañó en su anterior álbum. A esos nombres familiares se unen también Katie Gavin de MUNA, importante apoyo en “Morning Pages” y “One For Sorrow, Two For Joni Jones”, o Charlotte Aitchison, alias Charli XCX, acreditada en la composición de “Friends”. Con amigas así todo debe resultar más fácil. ∎