La velada comenzó con Tomberlin como artista invitada. Armada solo con su guitarra, la cantautora estadounidense –que este año ha publicado “i don’t know who needs to hear this…”– se enfrentó a una sala todavía solitaria y defendió a pelo sus sólidas composiciones folk, como si el gran espacio vacío que tenía delante –no se había cubierto la mitad del aforo cuando finalizó su actuación– no la intimidase. De hecho, e imagino que para su sorpresa, con la última de las suaves canciones que interpretó se le unieron para hacerle coros las voces de parte de los asistentes, en un hermoso colofón para sus desnudas composiciones: estaba claro que entre el público había mucho extranjero.
Pero “mucho” no es una cifra absoluta: cuando Angel Olsen salió al escenario precedida por los seis miembros de su banda, formada por cuatro mujeres –Emily Elhaj (bajo), Alex Guy (violín), Emily Elkin (violonchelo) y Nona Marie Invie (teclados y coros)– más dos hombres –el guitarrista Stewart Bronaugh (líder de Lionlimb) y el batería Sam Kauffman-Skloff–, La Riviera seguía ofreciendo un aspecto desangelado, apenas media entrada. Y así quedó hasta el final del concierto.
El nuevo disco de la norteamericana, “Big Time” (2022), fue el centro de atención sobre el que gravitó el concierto, aportando siete de las trece canciones que ofreció. Hablamos de un álbum casi bipolar: por un lado, la tristeza fruto de los fallecimientos aún recientes de sus padres adoptivos; por otro, la felicidad que da haber encontrado el amor y haberse decidido a hacer pública su condición sexual lesbiana.
El concierto comenzó al ralentí con “Dream Thing”, “Big Time”, “Ghost On” y “Right Now”, cuatro de las canciones más melancólicas de ese último trabajo, del que no interpretó las más lánguidas: “All The Flowers”, “Through The Fires” y “Chasing The Sun”. Pero en cuanto se acercó al micrófono y se escucharon los primeros acordes de “Dream Thing”, apareció la magia que se espera de ella. Angel Olsen canta con una voz plena, llena de vida, granulada, dramatizada. En realidad, son tantas voces las que lleva dentro –las que la vida le ha dado a lo largo de los años, las de los que la precedieron– que la sala enmudeció, con todo el público siguiendo atentamente su fabulosa capacidad de narración.
La banda consiguió mantener la emoción en ese punto de tensión que logra que, cuando esta última afloja, la intensidad escape a borbotones. Y eso sucedió en cuanto Olsen nos trasladó a su álbum “My Woman” (2016) con “Shut Up, Kiss Me” y “Give It Up” –la segunda sonó casi grunge–, las dos canciones más jaleadas del concierto, con las que La Riviera entró en un estado de ebullición del que no saldría hasta el final. No porque la artista nacida en Missouri mantuviera alto el listón rítmico –“All Mirrors”, “This Is How It Works”, “Go Home” o “Sister” no se pueden calificar de “trepidantes”–, sino porque la tensión de la maquinaria instrumental sostuvo sin problemas el clímax emocional alcanzado.
El concierto finalizó con otros dos grandes momentos, “All The Good Times” y “Chance”. Para el bis, dejó uno de los éxitos más grandes del pop de principios de los setenta, “Without You”, de los galeses Badfinger, popularizado por la lacrimógena versión de Harry Nilsson. La aproximación de Olsen a este estándar mostró un espíritu de resurrección que nos dejó a todos absolutamente satisfechos por lo visto y escuchado en una noche a la que los presagios podían haber dado un tono catastrófico que, por suerte, no se materializó. ∎