La buscada normalidad pospandémica tuvo ayer en la sala Razzmatazz una estampa que semanas atrás parecía exclusiva del apartado onírico. Overbooking en el gran complejo de la calle Almogàvers, con todos los espacios reservados para conciertos, lo que provocó incluso la filtración de ráfagas de sonido entre los mismos. En la sala 1 YUNGBLUD. En la 2 el trío neoyorquino Nation Of Language. Y en la 3 el concierto del que se ocupa este texto.
Lo de caroline sobrepasa holgadamente lo de una comercialización musical de fácil etiquetaje. Así lo constató el poco menos de un centenar de personas que los recibieron en su escala en la Ciudad Condal. Su compuesto musical, escurridizo e intrincado, navega por remolinos de post-rock y folk orquestal. Una identidad esquiva con los compartimentos simples, trabajada durante años –desde su primera formación en 2017– y que supieron expresar la pasada noche sin que quedara diezmada por la baja imprevista de uno de sus miembros (con reemplazo de última hora). Esa singularidad quedó ya patente desde la mera formación circular sobre el escenario, con algunos músicos dando la espalda al público. Así se dispuso este escuadrón de intérpretes londinenses armados hasta los dientes (apenas cabía un alfiler en escena): un arsenal de instrumentos, que fueron intercambiando, compuesto por guitarras eléctricas (x2), guitarras acústicas (x2), un bajo, una batería, platos extra, clarinete, maracas, contrabajo, trompeta y violines (x2).
Enseguida quedó asimilada una fórmula que se hace fuerte en el encuentro del folkore de sus latitudes (y más al norte) con el post-rock, ejecutada con voluntad jazzística y experimental, de percusiones discontinuas, guitarras-cuchilla y voces amables cruzadas.
Pese a la aparente densidad de su propuesta, los temas desplegados quedaron cohesionados por esa marca sonora identificable ya presentada en acetato. Bolsas de sonido reptante y ruidoso, acompasadas a microclimas de cierta relajación. Un vaivén certero y medido entre la tensión del post-rock en crescendo y cierta calma que contiene sus acometidas, tal y como plasmaron en “Skydiving Onto The Library Roof”. Breves explosiones rabiosas pergeñadas en estructuras repetitivas, como si una banda sonora de Jonny Greenwood –“Dark Blue” podría formar parte del trabajo de este para “El poder del perro” (Jane Campion, 2021)– se hubiera desarrollado bajo la gramática reincidente de Steve Reich, incluyendo ciertas licencias de The Chieftains y Mogwai.
En el tema de salida, tras pocas pistas interpretadas pero de extendido minutaje y caudaloso valor musical, el octeto volvió a tonificarse con esa dualidad entre el folk pagano antiespasmódico y la carga de agitación progresiva como principal potenciador.
Anteriormente al paso de los ingleses, la italiana residente en Catalunya Valentina Risi ofreció un sabroso tentempié en su muda como Coconauta (también es conocida por su proyecto paralelo Valentina & The Electric Post). Mediante cacharrería sintética y cacofonías vocales, Risi supo tejer una magnética atmósfera que por momentos se cuadró en paralelo a las propuestas de Zola Jesus y Julia Holter. ∎