Nacidas para el espectáculo. Foto: BLACKPINK
Nacidas para el espectáculo. Foto: BLACKPINK

Concierto

Las cuatro BLACKPINK adoradas por sus BLINKs

La segunda gira mundial de BLACKPINK –cuarenta y cinco fechas repartidas por cuatro continentes– recaló el lunes 5 de diciembre en el Palau Sant Jordi de Barcelona, con las canciones del todavía reciente “BORN PINK” como excusa principal de un espectáculo que confirma al cuarteto como gran abanderado del k-pop en todo el planeta.

Una década y seis meses después de la publicación del videoclip de “Gangnam Style” –obra y gracia de PSY, el “padrino del k-pop”–, BLACKPINK se ha convertido en la definitiva embajada de la Hallyu, la “Ola coreana”, mano a mano con la boy band BTS, en parada hasta 2025 por las obligaciones de sus componentes con el servicio militar de su patria. Ambos grupos difunden, legislación e industria mediante, el espíritu de su faceta musical contemporánea por todo el mundo y han traspasado los límites de alcance que permite YouTube.

Por ello conviene recordar o sintetizar un poco su breve historia. El grupo de chicas surcoreano BLACKPINK debutó en agosto de 2016 y podría decirse heredero de las pioneras 2NE1 (2009–2016), a las que ya han superado con creces. Baten récords en línea a vertiginosa velocidad, entre ellos el de haber logrado convertirse en el primer girl group en encabezar simultáneamente las listas de álbumes en el Reino Unido y en los Estados Unidos –encabezando la Billboard 200– desde que Destiny’s Child lo hiciera en 2001. Con la diferencia –y la desventaja– de que son artistas asiáticas que no cantan exclusivamente en inglés y que no tienen en sus filas a una todopoderosa Beyoncé.

Baño de masas en rosa. Foto: BLACKPINK
Baño de masas en rosa. Foto: BLACKPINK

En los momentos previos, un octogenario seguidor llamado José Miguel, retirado voluntariamente de los conciertos masivos más allá de seguirlos vía streaming, me advertía de que no esperásemos mucha sincronía ni la vistosidad propia de sus videoclips porque “las princesitas, cada vez menos ingenuas, parecen acomodadas por la fama”, al tiempo que decía tener la esperanza puesta en otros combos femeninos como New Jeans, CLASS:y o tripleS. La jovencísima Judith, en una amena escalada hasta Montjuïc, me confesaba que los ciento y pico euros que había ahorrado estaban destinados a poder encontrarse con sus ídolos Jin, Suga, J-Hope, RM, Jimin, V y Jungkook (los BTS) en el estadio olímpico Lluís Companys de Barcelona, pero que su “Map Of The Soul Tour” fue cancelado tras posponerse por la pandemia y de rebote ha invertido el dinero en una entrada media para ver a sus mediáticas paisanas. Se trataba del segundo concierto al que asistía (sola) en su corta vida.

Una vez dentro del recinto, dominado por la luz magenta y el logo llameante de la gira por pantallas, una persona mucho más dark que rosa, confesa fan de Dreamcatcher –septeto que vio en la pasada edición del festival Primavera Sound, donde el próximo año hará lo propio con el quinteto Red Velvet–, reconocía que su entrada de 430 euros era relativamente bastante cara, puntualizando que “aún se vendieron entradas a 500 euros más. ¿Ves esa gente que está en primera línea rodeando la pasarela central? Podrán quedarse a un evento de despedida tras el bolo, acceder a la zona VIP y fotografiarse en el escenario vacío”, explicaba. Aunque con su costoso “Blink deluxe experience” tuvo el privilegio de asistir a un par de temas durante la prueba de sonido, haberse ubicado entre los supuestamente segundos mejores sitios y obtener una tote bag de recuerdo, la cual aprovecharía para rellenar, sin colas como el resto de sus acompañantes, con sudaderas a setenta euros, camisetas a cuarenta y cinco, gorras a cuarenta o chapas, llaveros y postales oficiales a quince y el denominado black and pink lightstick a setenta y cinco eurazos.

Llamaradas de ultrapop. Foto: BLACKPINK
Llamaradas de ultrapop. Foto: BLACKPINK

Abro corchetes para intentar explicar ese oscuro y cándido objeto del deseo, que prácticamente comparte el protagonismo con las intérpretes-bailarinas y que realmente se trata del mismo martillo luminoso y sonoro (o varita mágica), con corazoncillos de silicona rosita y mango ergonómico negro, popularizado por la tailandesa Lisa –la favorita de las cuatro BLACKPINK– en una escena del videoclip “DDU-DU DDU-DU” de su primer EP. Aunque ya se vendía en su anterior visita de 2019, es sin duda el merchandise estrella. Agotado en su web a veinte dólares menos, se despachaban como palomitas el día del concierto. Un llamativo juguete de aspecto análogo a otros de diverso uso que, desde las horas previas al espectáculo, blandía uno de cada tres asistentes que colmaron el Palau Sant Jordi. En el cuarto de hora de retraso entre la hora prevista y el comienzo real del show, dos acreditadas asesoras de lujo como son Zoë Blanco de ‘K-Pop Mag’ e Inma Exma, con todo su conocimiento de causa propio de la generación Z, explicaban móvil en mano el ritual de bullicio que se preveía mientras se escuchaba un contenido karaoke previo, al ritmo de algunas de las increíblemente sofisticadas producciones audiovisuales que se transmitían aguardando la espera para ver en escena a sus ídolos.

Respecto al sonido e iluminación, parecería obvio apuntar que no hay carencias. De hecho, podría decirse que van sobradas. Las idols cantan y bailan durante las casi dos horas de apabullante espectáculo que se marcan en cinco actos, con sus correspondientes cambios de vestuario, y dos docenas de temas. Abriendo con “How You Like That”, el primer sencillo de su primer álbum de estudio, y cerrando distendidamente con “As If It’s Your Last”, justamente tras contentar –en apariencia– las peticiones con “Boombayah”.

Entre vítores y exclamaciones, de vez en cuando se hacen acompañar en las coreografías grupales por ocho desapercibidas bailarinas y, ocasionalmente, por seis bailarines. Los cuatro músicos negros que las escudan y que recrean las composiciones hechas a medida para ellas, principalmente por los productores Teddy Park, Bekuh Boom y Danny Chung, permanecen durante la primera parte tras el telón-pantalla traslúcido. Y, la verdad, sorprende que tengan sus momentos de protagonismo, principalmente en los interludios y que incluso sean presentados como es debido. Precisamente tras hacerlo piden a sus “BLINKs” que canten junto a ellos para acompañar “Tally” y encadenar “Pink Venom”, probablemente uno de sus hits más insulsos acompañado de uno de sus mejores vídeos.

Todo por sus BLINKs. Foto: BLACKPINK
Todo por sus BLINKs. Foto: BLACKPINK

A mitad de la historia, perfectamente contada y medida, cada una de las divinas BLACKPINK tiene su momento de gloria anticipativa. Y con el ruido del jurado popular quedan claras las preferencias. La contenida Jisoo tira del “Liar” (Camila Cabello). La modelo Jennie se marca, aparentemente en lip sync, la aún inédita “You & Me (Moonlight)”. La equilibrada neozelandesa Rosé llega a recordar a Olivia Newton-John cantando “Hard To Love”, el único tema del disco en que no intervienen sus tres compañeras, más “On The Ground”, acreditado en una mínima parte a ella. Y el poderío de Lisa se sobra con los dos cortes de su EP en solitario para ofrecer uno de los momentos más álgidos de la noche. El silencio de los altavoces, la ola en las gradas y los casi diez minutos al son de “otra, otra” sirvieron para relajar intensidad, regresar luciendo un concluyente casual outfit promocional y dar a cámara los momentos que las redes sociales harán virales hasta el infinito y más allá.

Los estilos musicales en los que se mueven estas –y otras tantas bandas– son bien conocidos. Un sensual ultrapop apto para todos los públicos, gracias a su contenida pulsión PNSFW, plagado de melodías irresistiblemente contagiosas. Gozoso incluso para profanos en la materia. Podría apostarse que esta corriente será una alternativa factible a la marea hispanohablante reinante en la actualidad. Habrá que preguntarle a Bad Bunny qué opina de tal expansión. ∎

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