Su paso por el festival BAM permitió que nos acercásemos a él para testar la veracidad, o no, de su mundo único. Según Bob Marley, The Clash, Adrian Sherwood y Beastie Boys, Lee “Scratch” Perry ha sido el mejor productor de todos los tiempos. Loco visionario, aunque también loco y visionario, el organizador, el pastor y el aventurero del dub fue avistado como se presenta en esta entrevista (y fotografiado en el festival Periferias de ese mismo año). Lo que sigue es una suerte de informe sobre su palabra. Con una recomendación entusiasta de sus discos imprescindibles del período dorado de su reinado: 1969-1977.

Antes de ser absorbido por esa ciencia oculta conocida como dub, Lee “Scratch” Perry ya
era una especie de chamán de la manipulación aural. Los discos de su banda de sesión,
The Upsetters, tendían con facilidad hacia lo
fantasioso. Este trabajo prácticamente instrumental presenta a un músico amante de
lo bizarro. Ya en los años sesenta, Perry
acompañaba de un tratamiento especial e incluso de algún efecto sonoro también especial a canciones de ska que se diferenciaban
del montón. En este caso, el distintivo fue
una reverberación spaghetti wéstern insólita
en un disco jamaicano de la era pre-dub.

Tres discos en uno. El primero suena solo
por un canal y es una atrevida mezcla de instrumentales reggae a cargo de King Tubby.
El segundo sale del otro altavoz y es otra
mezcla igual de audaz de los mismos temas,
pero realizada por Perry. Y el tercer disco nace, claro, de la escucha conjunta de ambas
mezclas. Primaria, valiente y cruda, como todo lo genuino, esta obra fundacional del dub
es la aventura conjunta de dos investigadores musicales en busca del sonido del árbol
que cae en el bosque sin que nadie lo oiga. Armado y desarmado según criterios arcanos
en los estudios Black Ark, define casi por
azar el arte de la remezcla. Fácil de encontrar conjuntamente con “Chapter One” (1971)
en la reedición “Scratch Attack!” de 1988.

Lee Perry, desde la cima. Si el dub ocupaba la
cara B de los discos de reggae, era porque se
entendía como el reverso oscuro y experimental de la música jamaicana. En este álbum, además, el dub fue una música juguetona, pantanosa, infantil, divertida, a menudo desconcertante y casi siempre surreal.
“Super Ape” es Lee “Scratch” Perry en su máximo esplendor: se puede escuchar mil veces
y siempre se tendrá la sensación de que algo
nuevo, algo diferente, va a pasar. Y lo mejor
es que pasa. Los completistas deberían prologar este disco con “Revolution Dub” (1975) y
epilogarlo con “Return Of The Super Ape” (1979).

Lee Perry, cuyo místico talante podría hacernos pensar en el de un ermitaño o un escapista, también alzaba la voz en canciones altamente politizadas. Aunque, en concreto, esta voz no era la suya, sino la de Max Romeo, extraordinario cantante soul que con el paso de los años fue virando del vacileo sexy (en textos y en deje vocal) a la conciencia social. Antes de enemistarse para siempre en 1978, Perry y Romeo se ganaron una página destacada en la enciclopedia del reggae gracias a grabaciones maestras como “Revelation Time” (1975) o este célebre “War Ina Babylon”. Flota la voz de Romeo, de oblicua inspiración góspel, y bucea Perry en las profundidades del groove en temas inolvidables como el titular, “One Step Forward” o “I Chase The Devil”.

Trío de armonías vocales que había sensualizado el ska y el rocksteady en los sesenta bajo el paraguas del Studio 1 de Coxsone Dodd
reencuentra al viejo amigo Perry at his best.
Entre ambos, graban temas nuevos y regraban oldies en un pactado tira y afloja entre
un grupo que mira hacia ayer y un productor
que solo ve el mañana. Aunque provistas de
un esqueleto clásico, las canciones de “Party
Time” parecen invertebradas. Uno cree estar
escuchando un estándar cuando, tras un clic
casi imperceptible, casi mágico, la canción
adquiere una flexibilidad desconcertante. Este hechizo elástico embruja y redimensiona
canciones maravillosas como “Sufferer’s Time”, “Party Time”, “Mr. President” o una versión de “I Shall Be Released” de Bob Dylan.

Puede parecer Junior Murvin un artista perseguido por el fantasma del one hit wonder.
Tan popular se hizo la canción “Police And
Thieves”, el himno oficioso de los movidos
carnavales de Notting Hill en 1977 y uno de
los primeros temas de reggae versionados en
clave punk por The Clash, que eclipsó el resto del disco y casi el resto de la carrera de Murvin. Sin embargo, en el álbum “Police &
Thieves” no hay nada de propina. El hermoso falsete de Murvin se mece al vaivén de la
producción con sello inconfundible de Perry.
Su misteriosa marca de fábrica se distingue
por jugar con nuestras dudas: no se sabe si
es un disco donde todo es muy roots o muy
futurista, muy repetitivo o demasiado impredecible; si está muy lleno o muy vacío, muy
aguado o muy denso.

Hay un tema de Junior Byles del muy notable disco “Chant Down Babylon” (1972) que es increíble: “Curly Locks”. No sé qué botones tocó Lee Perry, pero esta sublime canción parece grabada en un estudio submarino. También parece que venga desde el más allá. Solo otra única vez consiguió Perry está acústica paranormal: en “Heart Of The Congos”. En su exquisito y levitante debut, Cedric Myton y Roydel “Ashanti” Johnson, dos vocalistas absolutos, alzaron una escalera desde el gueto hasta el paraíso rodeados por un aura de sonido que incidía en el contenido bíblico de todo el disco. En 1996, Blood & Fire reeditó el álbum a todo lujo con un CD extra de cinco temas (remezclas) más. ∎