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El ahuehuete, de nombre botánico Taxodium mucronatum, no es un árbol cualquiera: es el árbol nacional de México. Y resulta que este del Parque del Retiro, con sus 25 metros y 6,40 metros de perímetro, es el más antiguo de Madrid (circa 1620). Cuenta la leyenda que Cristóbal Colón trajo las semillas desde América, y que bajo la sombra de un ejemplar igual que este lloró Hernán Cortés por una derrota frente a los aztecas en 1520. ¿Qué hacen aquí Los Cogelones? Su condición de punk rockers de Nezahualcóyotl, zona dura de la Ciudad de México, podría hacer pensar en protesta y reivindicación. Al fin y al cabo, ¿no incluye su disco una canción llamada “500 años”? No va por ahí la cosa. Basta con escucharlos: “Espíritus guerreros / Observadores del tiempo / Conversadores con la madre Tierra / Ofrendando por tu libertad”.
Los hermanos Sandoval –Víctor (voz y guitarra), Beto (instrumentos precuahutémicos), Gabo (instrumentos bélicos), Marco (batería) y Adrián (bajo)– están celebrando haber sido seleccionados en Observatorio Transoceánico, un programa de la Fundación Gladys Palmera. Bajo las ramas centenarias del gran árbol, en misión espiritual, vestidos con sus atuendos prehispánicos y acompañados de inciensos e instrumentos ancestrales, vienen a saludar al “viejo del agua”, que es como se llama en lengua azteca a esta especie arbórea. “Este es nuestro abuelo”, dice Adrián. “Creíamos que tal vez habría algo de problema con nuestro viaje, como que podríamos haber chocado, pero nada de eso. Traemos la cultura, traemos la música”.
Y, en el mejor de los sentidos, la guerra. Gabo: “Traemos instrumentos de guerra, es una caja (teponaztli) y un tambor (huéhuetl) e instrumentos de viento como la corneta y el clarín. Vienen de algo que se llamaba banda de guerra. Con esos toques se mandaban ordenanzas como ataque, asamblea, llamado de comandantes… y ya la gente sabía lo que tenía que hacer”.
Para Víctor, la guerra y el punk“van juntos”. Pero lo que define las motivaciones de Los Cogelones es lo que llaman el Camino Rojo, que es como, de acuerdo a un conjunto de enseñanzas espirituales amerindias, gente de distintas naciones con presencia indígena definen el correcto camino vital. “Ahí vive toda la resistencia y sabiduría de nuestra cultura. El Camino Rojo tiene que ver también con esta transmutación de las cosas, el desprenderse de la piel como las serpientes, y ese conocimiento llevarlo a toda la visión humana para ir mejorando”.
Elevada misión la de estos cinco hermanos que al principio, hace casi década y media, se contentaban con tocar clásicos del rock y beber cerveza y ahora proyectan una prometedora carrera.“Primero fue el despertar musical, y en el camino fuimos dándonos cuenta de que estábamos vacíos por dentro”, sigue Víctor. “Y en ese andar encontramos la espiritualidad, y ahora es lo que llena todo. Antes el punk era 80% actitud y 20% música. Seguimos en lo mismo, pero ahora lo pintamos de rojo”. Todo cambió el día en que se encontraron con un viejillo que les habló en plena calle. “Sí. ‘Eh, ustedes tienen rastros nativos’, algo así. Fue un poquito como el hilo que nos fue llevando a esto que estamos armando. A veces es importante que alguien te impulse. Una palabra puede cambiar tu vida. A nosotros nos la cambió el estar buscándonos y que de repente llegue alguien y te diga: ‘yo ya vi tu rostro, ya sé de dónde es tu cara. Tú eres ‘mexica’, ahí veo tu rostro’. Yo me he estado buscando por mucho tiempo y no me he encontrado, de repente apareces tú y me dices que me encontraste, que ya me viste en algún lugar”.
Se definen como banda de rock mexica experimental, campo en el que ya hubo otros. “Sí, muchas bandas han tocado instrumentos precuahutémicos antes que nosotros, gente que ni siquiera conocemos de la que nos decían ‘ustedes tocan como Toncho Pilatos (banda pionera de los sesenta), se parecen un chingo a Jorge Reyes (experto en instrumentos mesoamericanos), a Chac Mool (la banda de rock progresivo de este último)’. Sabemos que mucha gente se ha inspirado también en lo que hemos hecho nosotros. Y no solo en nuestro país; en el continente completo hay mucha música ya que se está haciendo en idioma natural de cada región”. Y es cierto: ahí están la cantautora mapuche chilena Jaas Newen, el rap guaraní de los brasileños Brô MC’, la cantante y rapera en quechua Renata Flores, de Perú; la soprano mexicana María Reyna, que canta en mixe, maya, zapoteco, mixteco y náhuatl… Marco opina que “el mismo Saúl Hernández (líder de Jaguares y Caifanes) fue el que creó el rock ‘mexica’ experimental. También otra banda como diez años más grandes que nosotros, Porter. Muchos artistas mexicanos se han encontrado y han encontrado su identidad y están en la danza del sol, en la búsqueda de visión, yendo al ‘temazcal’… Artistas como Roko Pachucote, de Maldita Vecindad, que de repente te canta: ‘Huey Tonantzin, Tonantzin… Ipalnemohuani noyolotl tatzin…’”.
La cultura indígena, ¿cómo se ve en la cultura popular? ¿De igual a igual, con condescendencia, desde cierta superioridad? Contesta Víctor: “Pues hay de todo. Ayer vinieron a vernos de Perú y Ecuador; eso habla de que está habiendo una conciencia del despertar de nuestros valores nativos. Pero también hay gente que cree que el capitalismo es la nueva humanidad y nos dicen: ‘Dejen eso, que ya es de hace 500 o 600 años…’. Están equivocados, la Tierra está viva y todos estos cambios climáticos que estamos viviendo en todas partes del mundo son debidos a que no lo estamos entendiendo. El capitalismo sabe que la naturaleza es el valor más grande y por eso quiere comprar ríos, montañas y la chingada, pero no se dan cuenta que de nada les va a servir el dinero si no tenemos un trago de agua para beber y aire limpio para respirar. Entonces, hay de todo: lugares donde te ven con mucha tolerancia y otros que con la pura mirada te están discriminando”.
Con apenas un álbum en su haber, “Hijos del sol” (Piccolo, 2020; mejor disco mexicano del año para Rockdelux), Los Cogelones se incorporan al mundo del rock global contraponiendo la pureza de sus valores con los de un mundo cínico y materialista. “Pues así es la vida, dual”, opina Víctor. “Lo respetamos y les damos su valor porque ellos son la otra parte de la vida, esa parte que quizá nosotros no somos y no queremos ser”. Y apunta el batería: “Hay que convivir con él. Si queremos una transformación o un cambio de pensamiento te tienes que meter al cagadero. Tienes que vivir la espiritualidad como la avaricia y el capitalismo y llegar a un equilibrio. No podemos también negar que vivimos en este mundo y que necesitamos el dinero para comer, porque sería estar en constante pelea y justo lo que andamos buscando es armonizarnos. La responsabilidad de cada humano es poder vivir mejor sin lacerar, sin lastimar, sin humillar, sin sentirse superior. Yo lo quiero intentar”.
Sus canciones son las historias de cada día en la Colonia del Sol, en Ciudad Neza, zona dura de la hiperpoblada capital mexicana.“A lo mejor nosotros no tenemos tanta inversión ni tanta producción como la música de estos carnales del ‘mainstream’”, apunta Marco. “Pero hay un mayor contenido porque hay una cosa que, gracias al Camino, hemos entendido, y es que a pesar de ser una banda de punk tenemos una responsabilidad. El músico es un reflejo de una sociedad en la que te estás desarrollando, en la que estás viviendo. Queremos ser ese reflejo de lo bonito que es México, no del narcotráfico, no de la apología del delito, no de la apología a las drogas, sino de disfrutar la sombra de un árbol, de una plática con un humano”. Y Víctor añade: “En la calle, ahí caminando en el drenaje, hemos encontrado muchas cosas hermosas y pareciera que en esos lugares donde hubo tanta tristeza, tanta violencia, tanta sangre es justamente donde está creciendo la belleza, porque la sangre es el tesoro de la vida, justamente es su licor”. Marco remata: “Hemos hecho de la mierda, abono. Hemos hecho de la adversidad, fuerza”. ∎