Ella lo definiría “más bien como una comunidad, donde los integrantes crecieron bebiendo de tradiciones mixtas, con elementos que se manifestaron en nosotros de formas muy individuales, proceso que sucede cuando vives en un entorno metropolitano diverso”. En esta realidad heterogénea, “la gente está planteándose que la noción de ‘género’ es cada vez más arcaica. Aunque pueda ser útil, corre el riesgo de convertirse en un factor limitador”. Así, aunque no sería incorrecto llamarla “artista de jazz”, concepto del cual no se quiere desvincular, es “una descripción que oculta muchas otras cosas que he absorbido a lo largo de mi vida y que también me representan”.
Se ha puesto fin, pues, a la identidad cerrada y monolítica, a favor de la flexibilidad sin fronteras adoptada por Nubya Garcia, que ha colaborado cómodamente con DJs y MCs locales, aunque por supuesto se declara particularmente estudiosa del post-bop y sus ramales más místicos. “Llevo desde los once años interactuando con las diversas fases y dialectos del género. Las historias de esos discos confluían con las historias de mi propio entorno, mientras me iba descubriendo como persona”. La confluencia tanto personal como comunal entre ese apego por los clásicos y el hincapié en el eclecticismo estilístico se puede observar en la reciente recopilación “Blue Note Re:imagined” (2020), protagonizada por voces de la mencionada escena británica. Garcia opta por recuperar un corte de Joe Henderson, uno de sus héroes. Condimenta la sonoridad original con elementos de hip hop y funk. “Mi idea era ilustrar el continuo movimiento del jazz, demostrar su eterno retorno”, planteando así “una versión que es simultáneamente un homenaje y una reinvención”.
Garcia trabajó codo a codo con el ubicuo productor Kwes a la hora de “construir finalmente los temas, sin modificar sus dinámicas originales, pero añadiendo texturas y capas para hacerlos más cálidos, intensos y gruesos”. De esta experimentación controlada salieron genialidades como la composición final, “Boundless Beings”, una incursión directa en el jazz espiritual setentero que cuenta con el poderío vocal y lírica metafísica de Akenya, efervescente artista de Chicago. “Cuando la vi en directo me maravillaron su tono y personalidad y decidí colaborar con ella para cerrar el viaje con algo sutil, relajante y misterioso”. Le salió bien la jugada, pues la americana “fue capaz de condensar emocionalmente el sentido del álbum entero”. Otro tema nacido del laboratorio de tejidos sónicos es el sosegado pero sombrío “Stand With Each Other”, al cual se añadió de forma inesperada un coro canturreante (cortesía de Kokoroko, una de las bandas afrobeat favoritas de Garcia): “En un disco tan densamente instrumental, esta pista es como una pausa en plena travesía, y sirve además para sorprender sonoramente a los oyentes y reengancharlos, especialmente a aquellos menos acostumbrados al género”.