Rock con pasado. Foto: Xavi Torrent
Rock con pasado. Foto: Xavi Torrent

Concierto

Guns N’ Roses, el regreso para bien

La banda norteamericana –con Axl Rose, Slash y Duff McKagan en gran estado de conservación– pasó por Madrid el pasado viernes 9 de junio y entregó –en tres horas y media de concierto– lo que el público fue a buscar: una ventana al pasado del rock con un repertorio fascinante. Casi sin lugar para las sorpresas y con apenas dos canciones nuevas en años, Guns N’ Roses salió airoso de este nuevo homenaje a sí mismo que es la gira “We’re F’N’ Back!”. Hoy tocará en Vigo.

Los más optimistas dicen que el rock goza de buena salud. Que da gusto ver en semejante estado de conservación a un grupo que tocó la cima hace más de treinta años. Los más críticos, en cambio, atribuyen todo lo que sucedió el viernes pasado en la capital a la insaciable industria de la nostalgia, la que piensa más en recaudar que en agregar valor a la cultura. Y, honestamente, todos tienen un poco de razón.

Aunque a las 45.000 personas que asistieron al Estadio Cívitas Metropolitano de Madrid no les interesa si la propuesta de Guns N’ Roses es vetusta. No compraron su tique con la pretensión de escuchar a un Axl Rose deconstruido o para ver a Slash en pantalones de chándal tocando sobre bases electrónicas. Lo único que querían era trasladarse durante un rato a su juventud, y lo consiguieron. Eso sí, nadie esperaba que ese rato durase tres horas y media.

En rigor, fueron cinco horas si contabilizamos el concierto previo de The Pretenders: el grupo encabezado por Chrissie Hynde trajo en su maleta clásicos como “I’ll Stand By You” o “Don’t Get Me Wrong” más algunas canciones de su próximo álbum, “Relentless”, que esperan publicar en septiembre. Este repertorio, sumado a la actuación de Hynde, fue prueba suficiente para exigir un concierto propio. El público agradeció la antesala, ya que gran parte acudió en familia para darse el gusto de mostrar a sus hijos lo que escuchaban mamá y papá en sus años mozos.

Axl Rose, corte de pelo de impacto. Foto: Xavi Torrent
Axl Rose, corte de pelo de impacto. Foto: Xavi Torrent

La puntualidad de Axl Rose –y su corte de pelo– fueron dos evidencias empíricas del paso del tiempo. Quizá fue para remediar este impacto que las primeras cinco canciones tuvieran un aura más punk y heavy, incluyendo “Bad Obsession”, “Chinese Democracy” y “Slither”, la única versión de Velvet Revolver, grupo en el que militaron Slash y Duff McKagan, además del antiguo batería gunner, Matt Sorum. Quizá querían dejar claro que el espíritu sigue intacto. Este primer bloque alcanzó para relajar a quienes dudaban del estado general de Axl, que no mostró fisuras en su voz aunque se notara la pequeña ayuda de sus amigos, los técnicos de sonido, que supieron echar mano a la consola cuando fue necesario.

Después de esta entrada en calor, turno para el primer hit con “Welcome To The Jungle” y, enseguida, otro bloque de viejas canciones menos reconocibles como “Pretty Tied Up”, “Double Talkin’ Jive” y “Reckless Life”, en las que Slash y su compañero a las guitarras Richard Fortus empezaron a calentar muñecas. Y antes del siguiente clásico –la mítica versión de Wings, “Live And Let Die”–, se dieron el gusto de tocar “Absurd” y “Hard Skool”, los únicos dos sencillos con material estrictamente novedoso que publicaron tras los regresos al grupo de Slash y McKagan en 2016.

Tras una nueva tanda de canciones, incluidas “You Could Be Mine” o “Rocket Queen”, McKagan aportó voces a una de las pocas sorpresas de la velada con la estupenda interpretación de “T.V. Eye” (The Stooges). Si sumamos la imprescindible “Knocking On Heaven’s Door” (Bob Dylan), que tocaron hacia el final del concierto, y el breve homenaje de Slash a “Voodoo Lounge” (Jimi Hendrix), los angelinos volvieron a recordarnos que sus influencias son muy claras.

Slash, en la jungla. Foto: Xavi Torrent
Slash, en la jungla. Foto: Xavi Torrent

A estas alturas del concierto, casi todos los clichés de Guns N’ Roses ya habían sido llevados al escenario: Slash con su camisa abierta, colocando la guitarra en posición fálica; o Axl agarrándose los apretados genitales dentro de sus pantalones de cuero y abriendo los ojos bien grandes para mirar a un lado y al otro, fingiendo una suerte de demencia. Pero también hubo lugar a nuevos lugares comunes, como la proyección en las pantallas de la bandera ucraniana durante la interpretación de “Civil War”.

En la recta final del concierto pusieron todos los condimentos sobre la mesa, como era de esperar. Primero, con el típico solo de Slash previo a “Sweet Child O’ Mine”, seguida de su balada por excelencia que es “November Rain”, con Axl sentado al piano. Y antes de la primera despedida, la mencionada versión de Bob Dylan más “Nightrain”. Para los bises quedaron “Yesterdays”, “Patience” y, por supuesto, “Paradise City”.

Esta nueva etapa de Guns N’ Roses, aunque parezca una pieza de museo itinerante, también sirve para recordar que, a pesar de los errores históricos que cometió en el manejo de la banda, la inspiración de Axl Rose a final de los años ochenta fue descomunal. Si a esto le sumamos el irreprochable sonido que logran en directo a estas alturas de sus vidas, la ecuación es favorable para todo aquel dispuesto a ver un concierto de rock con todas las letras. ∎

Duff McKagan, rock con todas las letras. Foto: Xavi Torrent
Duff McKagan, rock con todas las letras. Foto: Xavi Torrent
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