Imagine el buen lector el sobresalto de quien tranquilamente abre un ojo un sábado por la mañana y se encuentra con que Nick Cave es tendencia en Twitter. Uno, que tiende a ponerse siempre en lo peor, ya se veía redactando a toda prisa un obituario para Rockdelux, tarea para la que hay compañeros mucho más capacitados, cuando, tras revisar algunos tuits, descubrió el motivo de la aparición del australiano en tan selecta lista: estaba envuelto en una polémica. Al parecer, lo habían invitado al evento aristocrático del siglo –la coronación de Carlos III de Inglaterra, la gran noticia internacional del fin de semana; aunque muy por detrás, claro está, de nuestra final de la Copa del Rey– y el creador de “The Boatman’s Call” (1997) había aceptado. O mejor dicho, a juzgar por la controversia suscitada, había tenido la desfachatez de anunciar que asistiría.
Por lo visto, el anuncio provocó que una buena porción de sus fans y la prensa más maniqueísta se rasgara las vestiduras, se mesara los cabellos y se diera de cabezazos contra la pared. ¡Nick Cave en un acto organizado por la monarquía! ¡Claudicando ante el poder! ¿Qué sería lo próximo, que dijese que en verano iba a la playa y se ponía a tomar el sol… como todo el mundo? Ante tamaña conmoción, el músico se vio obligado a dar explicaciones. Sí, como suena. “No soy monárquico ni un ferviente republicano”, escribió en su web The Red Hand Files. “Pero lo que tampoco soy es alguien tan falto de curiosidad (…) ni tan malditamente malhumorado como para rechazar una invitación para lo que probablemente será el acontecimiento histórico más importante de nuestra era en el Reino Unido. Y no solo el más importante, sino también el más raro”. Y añadió que mantiene “un inexplicable vínculo emocional” con la familia real inglesa, a la que considera de “naturaleza profundamente excéntrica”.
Ajajá. Así que el bueno de Nick, al que algunos ven como un personaje de Tim Burton, alegaba en su defensa que es un tipo normal que bajo ningún concepto se perdería un sarao del calibre del convocado en la abadía de Westminster y aledaños. Seguramente, como cualquier hijo de vecino, se pirraba por hacerse unas fotos con Carlos y Camila, darse unos buenos lingotazos del mejor scotch con lo más granado de la jet set y jugar al rugby con la corona o lo que sea que hagan esas gentes en tales ceremonias. ¡Quería pasárselo bien! No ha trascendido si las explicaciones calmaron a los sulfurados, pero a buen seguro que no convencieron a Robert Smith, líder de The Cure, quien también salió en los medios sociales este fin de semana mofándose del magno festejo. De modo que si un día te dan a elegir para salir de farra entre uno y otro, ya sabes a quién arrimarte.
Si me preguntan, más extraño me parece el que Katy Perry actuase en la fiesta, lo mismo que Lionel Richie (a menos que el flamante monarca sea fan de “Say You, Say Me” y “Hello”; un romanticón empedernido y fanático del baile agarrao). Más sentido tiene que Andrea Bocelli, que no se pierde una, y algunos excomponentes de Take That, que por lo menos son británicos, subieran al estrado a cantar. Quien también se ha pronunciado sobre la coronación ha sido Glen Matlock, ex Sex Pistols, aunque lo ha hecho cantando: el sábado 6, coincidiendo con la real celebración, incluyó en su concierto en el 100 Club de Londres una versión de “God Save The Queen”, el icónico himno de la banda punk, cambiando, eso sí, “queen” (“reina”) por “king” (“rey”). La actuación sirvió de presentación del nuevo disco de Matlock, “Consequences Coming” (2023), recién publicado.
También hoy en “Noticias bizarras”… A Bad Bunny le han molido a palos y lanzado sobre una mesa, que ha acabado hecha pedazos, en un combate de WWE (por suerte sabemos que es de mentirijilla); Diplo ha confesado que corrió la maratón de Los Ángeles hasta arriba de ácido (“me pasó factura al final”, admitió); Smashing Pumpkins han revelado que grabaron un disco de villancicos durante la pandemia (no aclaran la relación entre el COVID y la Navidad), y Bruce Springsteen ha sido visto en un pub irlandés coreando al unísono con la clientela, cerveza en mano, su tema “My Hometown” (estaba allí para actuar tres noches; en Dublín, no en el pub).