En el aire hasta casi el último momento para la cita madrileña, al final Magia Bruta fueron las encargadas de abrir el concierto. Y su elección no puede ser más apropiada. Las cataratas melódicas y las armonías multiplicadas de Isa Fernández Reviriego aka Aries –ahora con la inestimable colaboración de la versátil percusionista, y más que capaz corista, Aida Torres, ex-Lisabö– saltan desde aguas muy parecidas a las que surcaron Animal Collective en sus mejores momentos, y en las que Panda Bear sigue chapoteando.
El dúo está presentando con solvencia su magnífico debut, “Un día nuevo” (2022). Sumar una instrumentista permite a Isa Aries centrarse en embellecer las atmósferas y los efluvios de sus canciones. Así, es una auténtica gozada deleitarse con el torbellino de colores cálidos de “Lees mi mente” –vestida por unos delicados visuales de flores– o llenarse hasta los topes de verano en plena noche invernal –imágenes incluidas– gracias a la evocación estival –y extrañamente triste– de “Lo merezco”. Y el sonido es impecable. El caso es que los cuarenta minutos de su set transcurren en un suspiro y la sala aplaude de manera unánime y merecida.
Casi media hora tardan en aparecer Panda Bear & Sonic Boom. Se masca el nerviosismo. Pero la recompensa merece la pena incluso para los que no comulgamos en exceso con los resultados de su conjunto “Reset” (2022). Lo diré: la teoría –partir de samples de Eddie Cochran, The Troggs, The Everly Brothers o The Drifters para construir canciones nuevas tamizadas por las querencias melódicas, psicodélicas y psicóticas de la pareja– es más jugosa que un resultado que tiende a divagar.
Tras varias colaboraciones cruzadas e intercambio de piropos, Lennox y Kember –que incluso son conciudadanos de Sintra– podrían haber encontrado en este disco un interesante punto intermedio entre la lisergia pastoral del primero y el dron psych del segundo. Por desgracia, la cosa resulta en ocasiones demasiado complaciente y mimética con sus referencias. Por suerte, el pack completo del directo –con unos visuales deslumbrantes por momentos– tiene más enjundia. Veamos.
El desembarco de la pareja es verdaderamente espectacular. Abren con la misma canción con que empieza el disco (que, de hecho, tocan tal cual: completo y en orden, sin solución de continuidad), la brillantísima “Gettin’ To The Point”. Haciendo honor al título, el temazo –construido a partir del riff de “Three Steps To Heaven”, de Eddie Cochran– va al grano. La voz de Lennox funciona como un tiro sobre las secuencias y ruidos que le propone Kember, el peluche psicodélico que se contonea en la pantalla. Requetebién.
Con “Go On” –basada en “Give It To Me“, de The Troggs– entramos en territorio dron, y la electrónica va adueñándose de un sonido, por cierto, absolutamente impecable. El directo acentúa las esencias más fiesteras del disco, pero también esas bajonas made in Sonic Boom que se acaban filtrando entre las deslumbrantes melodías. Por eso, a servidor de ustedes le parece más interesante “Everyday”: sin sample que valga y con la bendita reverberación del dub maravillosamente sincronizada con unos visuales de colores en descomposición, verdaderamente de rechupete.
Tras una “Edge Of The Edge” excesivamente apegada a los hermanos Everly –y Wilson, léase The Beach Boys–, llega el pináculo del set con “In My Body” y “Whirlpool”. Minimalistas, melancólicas, lentas, con los mejores aportes visuales de todo el concierto. Sin citas directas a canciones, pero recordando –sobre todo la primera– a esa majestuosa y nunca suficientemente ponderada sinfonía de bolsillo llamada “In My Room” que Brian Wilson imaginó en 1963 para los Chicos de la Playa, anticipando ya todo lo que vendría después. Y, qué le vamos a hacer, el resto de canciones (concretamente, tres) se me hacen bola, exactamente igual que en el disco. Vale: me anima algo la coda de zapatilla oscura que le meten a “Everything’s Been Leading To This”. A mí y al resto de la concurrencia, que baila y –casi– llena el Teatro Eslava, por cierto.
Pero, como bien decía Super Ratón, “no se vayan todavía, aún hay más”. Sin amago de bis que valga, nos dejan suculenta propinilla. Primero toca una de Mr. Kember: “Just A Little Piece of Me”, de su último disco en solitario “All Things Being Equal” (2020) y a la que Panda Bear –tanto en el álbum como en el concierto– aporta la segunda voz. Solemnidad, sintetizadores analógicos y sus arreones de graves. La segunda, “Tropic Of Cancer”, es del Señor Panda, está originalmente coproducida por Sonic Boom –la pueden encontrar en “Panda Bear Meets The Grimm Reaper” (2015)– y consigue ralentizar y, finalmente, congelar el tiempo y el tempo de un concierto cautivador, certero… pero un pelín rácano: poco más de una hora. ∎