En la escena pop. Foto: Sharon López
En la escena pop. Foto: Sharon López

Festival

Primavera en la Ciudad (8 junio): Blur regresa de su parklife

Tras la cancelación, por cuestiones meteorológicas, de la primera jornada de Primavera Sound Madrid, la organización del festival pudo realizar ayer un concierto especial con Blur –uno de los cabezas de cartel del malogrado programa– en la sala La Riviera de la capital. Como era de esperar, el encuentro en la distancia corta del grupo londinense con su hinchada fue memorable.

Estos días estoy aprendiendo muchos sinónimos de tormenta. Si los esquimales pilotan siete formas de decir nieve, desde la semana pasada yo manejo quince para decir lluvia. Calabobos, chirimiri, chaparrada, caladero… Ya os hacéis a la idea. Y, mira tú, vuelvo a sacarlos a pasear, ahora que las lluvias han jubilado la jornada del 8 de junio de Primavera Sound de Madrid. Tenía enfocados para vosotros Mira Paula, Come, Machine Girl y… ¡Blur! Me reventaba saltarme a uno de mis britpop por excelencia. Ah, pero igual que cayó el chaparrón, también cayó la breva, y he podido ver a los de Londres en la sala La Riviera (¿a que mola el pareado?).

La cosa no parece estar al máximo. Era de esperar. A razón del reventón meteorológico, adelgaza el reventón de La Riviera. Si esto fueran las instalaciones del Primavera Sound, otro gallo cantaría. Gusta pensar que, por tanto, aquí sobreviven los puristas. Los angloparlantes y los que van a tararear la melodía como si supieran lo que dice la canción. Ay, Damon, querido, ten cuidado si le pasas el micro a algún despistado que cateaba inglés hasta copiando. Sea como fuere, aquí tienes a tu gente. Los que te van a querer por algo que no sea “Song 2”, que es lo que te habrías comido al 70% si hubieras estado de festival.

A las leyendicas londinenses les cuesta un rato salir a pista. Cabe pensar que están poniéndose a tono. Haciendo meditación, bebiendo batidos macrobióticos y hablando con su coaching. Luego, si sus esferas oculares amarillean de emoción y sus piernas tiemblan de impaciencia explosiva, pues ya se podrá confirmar que están aspiracionales como se merece. Veremos... Salgo, a razón del tiempo muerto, a echar el pitillito de rigor. Antes de que empiece a caer el diluvio, cincuenta afortunados berrean de emoción a la puerta porque han tenido un hueco en el último minuto. Dios ayuda a los pacientes y devotos. Regreso al caldero. Está más lleno.

Graham Coxon y Damon Albarn: el gran salto. Foto: Sharon López
Graham Coxon y Damon Albarn: el gran salto. Foto: Sharon López

Ojo, ahora que lo pienso: Blur en sala... Blur a cubierto... La leche, esto no sucedía en Madrid desde hacía veinte años. Dos décadas sin ver a Blur en este terruño ibérico tocar bajo techo. No me duele decirlo, soy un gran afortunado y vosotros unos pringados.

Blur, por fin, se calza las tablas. ¡Disparo de berridos! Hay más caras de felicidad que en un aquelarre de religiosos del MDMA. Miro al escenario y pienso que es curioso, todos van muy normalitos. Sin excentricidades. Podrían ser los jefes de una startup. De hecho Damon Albarn, con esas gafitas de ingeniero, me vende los planos de una nueva línea de metro sin problemas. Pero para el tercer tema, “Popscene”, ¡a tomar por culo la americana! Luce un polo blanco de cockney en paro. Así, sí, Damon. Así, sí... Definitivamente, llevan una birrada a la altura. Si no hay aspiraciones, por lo menos hay pimplada. Así, sí, chicos... Así, sí...

Aparte del locuelo y genial descaro de Albarn, Graham Coxon pelotea riffs con más caña que Nadal puesto de esteroides. Eh, y lanza la guitarra (una de tantas) al aire a veces como si fuera una groupie muy delgadita. Dave Rowntree marca el ritmo con atino, mientras Alex James remata con un bajo que suena mejor que su pelo cacerola. Hijo mío, está guay la nostalgia, pero en su justa medida… La velada, aunque no la primera, se siente como la vuelta al ring de un gran boxeador tras un parón haciendo culturismo. Ya no pelea como antes, pero está tan entusiasmado por volver que pone toda la carne en el asador. Y, amigos, la barbacoa de Blur deja los filetes casi al punto... un pelín crudos, porque son veinte años sin montar esta bicicleta, pero crujientes como una bolsa cortezas.

Bautismo sin nostalgia. Foto: Sharon López
Bautismo sin nostalgia. Foto: Sharon López

Ay, papá, qué energía. Damon lanza agua, o gin-tonic, no llego a olerlo, y el personal va medio zumbado. Corea su nombre como las devotas a la Virgen del Rocío. Joder, qué gusto, está claro que se la pasan de puta madre. No me pongo esencial, pero cuando un grupo la goza tanto interpretando como su respetable, la cosa está enfilada al triunfo. Encima viene el bueno del singer a decirnos que son una familia, que lo somos también nosotros, y se pone a cantar “Chemical Word”. Pues da pie a reverencia. Oye, que me gustaría mandarlos a escaparrar y decir que se jubilen, los cabronazos corsarios, pero no puedo. Molan. Molan como me los imaginé de crío cantando en el SingStar, pero con algo más de papada.

Los princesos de la primera fila no paran de brincar como sapos. Algunos jamás habrían apostado a que podrían escupir a las punteras de Damon. Al menos no mientras suena “Coffee & TV”, con ese descorche tan misterioso que presenta. Y digo los princesos porque, para variar, en esta nuestra hispánica tierra de devoción reguetonera se cuentan muchas menos amazonas que zánganos. Dicho sea, eso sí: me postro ante vuestra clarividencia y buen gusto, hijas de la música que se salta. Sois menos, pero necesarias.

De pronto, un suave silencio se apodera del lugar. Y… ¡Bam! Coxon entona el riff de “Parklife”. La hostia, la copla pone al personal cavernícola. Hay más manos levantadas que en un mitin de las SS. Le siguen “To The End” y “Sing”, temarraco que nadie se esperaba y para el que Damon se engancha emocionado al piano. Entonado el final de “Advert”, casi automáticamente: ayyyyyyyyyyy, mamasitaaaaaa lindaaaaaaa, ¡por fin! La “segunda canción”, o la “canción dos”, esa bazofia letrística reposada por entero en una onomatopeya. Un bramido de guiri bebiendo en Benidorm que causó más sensación que los flotadores de cocodrilo. Y sigue causándola. Vaya si sigue... He visto rebajas del 90% menos emocionadas.

La escapada. Foto: Sharon López
La escapada. Foto: Sharon López

Tras un merecido descansito, la mítica “Girls & Boys” da comienzo. El himno merece otro look. En este caso, un clásico chándal de heroinómano para Damon. Parece veinte años más joven, el tío. Y yo, que los quería ver como hace veinte años, estoy emocionado. Le han regalado muelles al público. ¡Joder, saltan más que en una competición! Ups, bajadita del ritmo. Ahora, balanceo emocional con “Tender”. Veo a una decena de parejas enrollándose. Con esta banda sonora ha habido desvirgada para más de uno.

Finiquitando, Damon se pone a lo Liam Gallagher, con manos a la espalda cantando el último himno. “The Universal” apaga el fuego de esta trascendente velada con La Riviera entera mal cantando aquello de It really, really, really could happen. Yes, it really, really, really could happen”.

En fin, ¿mejor de lo esperado? Ay, si solo fuera eso... Siento decirlo. Matadme si queréis, pero después de esto, ¡qué le den a Gorillaz! Aquí está la canelita en rama que devolverá a la buena senda a los herejes musicales. Una sesión de Blur y de vuelta al redil de las guitarras eléctricas, la batera ruda, el bajo reventón y la zumbada vocal. Así os lo digo, y no exagero. Galo Abrain

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