El más universal de nuestros grandes festivales especializados en la electrónica y sus múltiples alrededores celebró, entre el 15 y 17 de junio, su trigésimo cumpleaños con una edición que lega varios momentos memorables y vuelve a confirmar –si es que fuera necesario– su ascendiente entre el público amante de estas sonoridades y propuestas.
Moor Mother sigue empeñada en dirigir sus disparos contra la línea de flotación del sueño americano. Junto con DJ Haram forma 700 Bliss, un comando armado de ruido y palabras que, de igual forma que denuncia la violencia sexual, el cambio climático o el capitalismo en temas como “Sixteen” y “Bless Grips”, también es capaz de hacer una reivindicación de las danzas negras de Senegal, Cuba o Jamaica en “Anthology” sobre un restallante ritmo techno. El final de su actuación en SonarPark, con el trepidante toasting de “Nightflame” envuelto en enormes subgraves, fue tan gozoso como brutal. LLL
B2BBS lo conforman tres DJs residentes en Granada que responden a los nombres artísticos de AcidHeaven, Buganvilia y Niki Lauda. Su sesión en SonarPark discurrió entre ritmos quebrados, artillería afilada y un atronamiento considerable. Gestada a seis manos, a veces incluso parecía que tuvieran problemas de espacio sobre el escenario, la apuesta se deslizó entre sonoridades contemporáneas propias del circuito de música de club. Jungle, 2-step, garage y otras afiliaciones sudorosas pasaron por su batidora. Demasiada zapatilla para abrir el treinta aniversario del Sónar en un turno tan madrugador. MM
Nacida en Girona y criada en Granada, Alba Casas destila espíritu generación Z por todos sus poros. Conocida como reina del sad trap, pareció que llegaba al escenario SonarPark como una alumna poco preparada para el examen. Cortó “Mi crush” diciendo que no se acordaba de la letra, que no se la había estudiado. Pero dio buenas muestras de conocer bien el género urbano –trap, reguetón, hyperpop– en su interpretación de “G”, “Loyalty” y sus colaboraciones con C. Tangana (“Bebé”) y Yung Beef (“Articuno”). No, ellos no estaban. LLL
Sónar siempre reserva algún hueco para la escena electrónica global. Y si el día siguiente fue el magnífico combo sudafricano de gqom Omagoqa, el viernes cerró el espacio SonarPark un proyecto alejado de las antenas occidentales: un mano a mano entre BADSISTA y Cashu (del colectivo Black Mamba), puro underground queer de São Paulo. Y si bien al principio estuvieron flirteando con el techno más oscuro y tribal, poco a poco se fueron adentrando en el baile funk más retorcido y sexual. El reverso tenebroso de la también queer The Blessed Madonna, que oficiaba en ese momento en el Village. LLL
Este maestro japonés del arte sonoro convirtió en su día el ruido blanco en puro glamur. Ahora, quizá influido por la situación actual del mundo, parece haber dado paso a una banda sonora para los oscuros tiempos que se avecinan: una música más áspera, dura y cortante. Inquietante, como su recopilación “Ultratronics” (2022). Una música llena de glitches, ruido blanco y ritmos como latigazos que alcanzó diversidad sonora y sutileza cósmica cuando en sus siempre hipnóticos visuales en blanco y negro aparecieron esbozos de color. La despedida en SonarHall, apocalíptica, con fogonazo final, evocó el final de “Melancolía” (Lars von Trier, 2011). LLL
Autores de uno de los mejores discos nacionales de 2022, “Architecture Of Friendship”, el oscense Santiago Latorre y el americano Colin Self, con la ayuda de Nieves Arilla y Sandra Lanuza, levantaron su arquitectura de pop galáctico con una puesta en escena muy teatral –sensores en los brazos-aspas, teatro de sombras, danza sin música, extractos polifónicos– y un primoroso setlist en el que destacaron “Recognize”, “I Want To Face Deception”, la exquisita balada ambient “Una buena hora” –en la voz de Arilla– o la maravillosa bachata LGTBI+ del final, “Compersión”, auténtica gasolina para VOX. LLL
El set de la estadounidense, como había ocurrido con el de Black Coffee el día anterior, fue goloso para muchos e insuficiente para otros. Así como el sudafricano fue subiendo los ánimos en escala progresiva, la sesión de Marea Stamper se estableció ya de entrada con un tono carnavalesco visible con esa invasión de escenario programada, en la que se incluyeron gogós, variada performance y desfile queer. También hubo contribuciones puntuales de un cantante. Inicio demoledor con algarabía, certificando el pulso hedonista inmediato de su disco music maximalista. Tras un intervalo tribal y una fase densa y lineal que recordó a la mayor parte del recorrido de su homólogo de la noche anterior en el mismo emplazamiento, recuperó de nuevo el tono festivo de su carnaval multicolor para despedirse con una primicia: el tema “Mercy”. Ni tan mal, ni tan bien. MM
Karin Dreijer Andersson recaló en territorio Sónar con su reciente “Radical Romantics” (2023) bajo el brazo. Un disco que marcó el desarrollo de un concierto con una escenografía y vestuario que parecía una invasión marciana del set más icónico de “Cantando bajo la lluvia” (Gene Kelly y Stanley Donen, 1952), con farola incluida. La cantante sueca arrancó en una intensidad desajustada respecto a los ánimos de esas horas tardías de la noche. Su pop sonó demasiado adormilado tras el kilometraje recorrido por muchos de los visitantes. Los refuerzos que le proporcionaron dos cantantes tampoco conjuraron esta percepción de estar viendo una propuesta singular pero sin suficiente punch escénico ni sonoro. Nada que ver con el inolvidable concierto de su anterior banda, The Knife, en el Primavera Sound de 2013. No fue hasta aproximadamente la mitad del pase cuando se ajustó mejor al modo festivalero. Infusiones electro más marcadas que animaron ciertos espacios del SonarPub antes de despedirse con un tema que recuperó esa vis más anémica. MM
A la londinense le tocó lidiar con el que probablemente sea el escenario con peor acústica de todo el festival, el SonarLab. Su asalto se reprodujo con un DJ sirviendo bases mientras ella incorporaba sobre estas su voz. Tuvo ramalazos picantes a lo Ice Spice y flirteos con el hyperpop de una Hannah Diamond. Su pop flúor en cadencia de club fue acogido como dulce salvoconducto para una jornada intensificada en exceso por el techno atornillador. MM
Carles Viarnès, con el apoyo de Alba G. Corral en los visuales, protagonizó una de las veladas más fascinantes del certamen electrónico. Un fundido mágico propiciado por la neoclásica de un Viarnès al secuenciador, teclado y sinte, y las correspondencias visuales entregadas por la experimentada artista. El compositor y pianista de formación clásica se atrevió incluso a utilizar una tubería de un hiperórgano, construido por un artesano que subió al escenario en los títulos de crédito finales, a modo de instrumento de viento. Se despidió con beats contundentes que no desestabilizaron ese matiz cautivador que guió todo el trayecto en el auditorio Complex+D. MM
Agorazein se revela cada vez más como la versión española de Odd Future. Antiguo compañero de C. Tangana, Sticky M.A. ha optado por seguir un camino diferente, más próximo a las nuevas tendencias del pop urbano. Arrancó su actuación con voces de pitufo, a ritmo gabba y con corazón de peluche. A caballo entre el hyperpop, el sad trap y el bass pop, se fueron sucediendo temas como “O’s” y “Normal”, así como sus constantes referencias al mundo de la moda (“Prada”, “Tom Ford”). Tuvo uno de sus momentos estelares cuando invitó al escenario a Leïti, con quien interpretó “2XP” y “Bajo la lluvia”. LLL