Aphex Twin: grandioso autohomenaje. Foto: Òscar Giralt
Aphex Twin: grandioso autohomenaje. Foto: Òscar Giralt

Festival

Sónar: entre el pasado y el futuro

El más universal de nuestros grandes festivales especializados en la electrónica y sus múltiples alrededores celebró, entre el 15 y 17 de junio, su trigésimo cumpleaños con una edición que lega varios momentos memorables y vuelve a confirmar –si es que fuera necesario– su ascendiente entre el público amante de estas sonoridades y propuestas.

Siempre que se echa la vista atrás la sensación de vértigo es inevitable. ¡Treinta años ya! Desde aquella ya lejana primera edición, que se desarrolló en el CCCB y la sala Apolo, el festival Sónar ha recalado en espacios como el MACBA, en una carpa en Montjuïc o en el pabellón de la Mar Bella, apostando siempre por esa suma de música, creatividad y tecnología que constituye su lema. El apartado +D ha ido ganando terreno en un festival que este año ha congregado a más de 120.000 personas y que ha sabido combinar durante todo este tiempo la experimentación radical con el gancho popular de la cultura del baile, la novedad incómoda y marginal con las grandes figuras de la electrónica. Y sí, en un año de celebración como este te podías encontrar con el autohomenaje de Aphex Twin o con el mastodóntico montaje de Eric Prydz. Pero también sigue siendo posible ver a Richie Hawtin pulular los tres días por el Sónar +D, disfrutar de oír contar a William Orbit las ventajas de Dolby Atmos, alucinar viendo aberrar a Russell Haswell en un set absolutamente loco o escuchar a Moor Mother en una emocionante conferencia-spoken word tras su concierto con 700 Bliss. ¡Ah!, por cierto, el drum’n’bass vuelve en tromba. LLL

Jueves, 15 de junio

Sónar de día

700 Bliss

Moor Mother sigue empeñada en dirigir sus disparos contra la línea de flotación del sueño americano. Junto con DJ Haram forma 700 Bliss, un comando armado de ruido y palabras que, de igual forma que denuncia la violencia sexual, el cambio climático o el capitalismo en temas como “Sixteen” y “Bless Grips”, también es capaz de hacer una reivindicación de las danzas negras de Senegal, Cuba o Jamaica en “Anthology” sobre un restallante ritmo techno. El final de su actuación en SonarPark, con el trepidante toasting de “Nightflame” envuelto en enormes subgraves, fue tan gozoso como brutal. LLL

700 Bliss, el comando de Moor Mother y DJ Haram. Foto: Sergi Paramès
700 Bliss, el comando de Moor Mother y DJ Haram. Foto: Sergi Paramès

B2BBS

B2BBS lo conforman tres DJs residentes en Granada que responden a los nombres artísticos de AcidHeaven, Buganvilia y Niki Lauda. Su sesión en SonarPark discurrió entre ritmos quebrados, artillería afilada y un atronamiento considerable. Gestada a seis manos, a veces incluso parecía que tuvieran problemas de espacio sobre el escenario, la apuesta se deslizó entre sonoridades contemporáneas propias del circuito de música de club. Jungle, 2-step, garage y otras afiliaciones sudorosas pasaron por su batidora. Demasiada zapatilla para abrir el treinta aniversario del Sónar en un turno tan madrugador. MM

B2BBS, en el club. Foto: Sergi Paramès
B2BBS, en el club. Foto: Sergi Paramès

Black Coffee

El cierre de la primera jornada fue un encargo para el experimentado DJ Nkosinathi Maphumulo, más fácilmente reconocible como Black Coffee. Café espeso el que sirvió en los primeros tramos de su set de dos horas de duración en el SonarVillage. Deep house tribal de desarrollo plano y animoso. Poco a poco fue introduciendo recompensas soulful a sus marcajes rítmicos hasta llegar a un tramo final que endulzó un recuerdo más satisfactorio de lo que en realidad resultó su intervención en lo global. Inclinación hacia el pop con el éxito masivo de Gotye y, a partir de ese instante, una pasarela tendida hacia los grandes hits del pop, el dance, la música disco y el french house. Se ganó ese recuerdo dulce dando encaje central a “Music Sounds Better With You”, el hit de Stardust que fue mezclando en idas y venidas con otro carrusel infalible como “Music Is The Answer”, “Crazy” (Seal), el remix de “Losing My Religion” (R.E.M.) por Youyou o ese cierre con “I Will Survive” (Gloria Gaynor). Una sesión de engañoso recuerdo lúdico en plan fiesta mayor que para algunos resultó lubricante para los oídos y para otros, entre los que me encuentro, simplemente perezoso y funcional. MM

Black Coffee en la fiesta mayor. Foto: Nerea Coll
Black Coffee en la fiesta mayor. Foto: Nerea Coll

Charlotte Adigéry & Bolis Pupul

Bélgica es cuna de grandes artistas enraizados en otras culturas. De ahí salió Stromae. Y de ahí han surgido Charlotte Adigéry & Bolis Pupul, el dúo más cool del momento. En el escenario SonarVillage presentaron su magnífico álbum “Topical Dancer” (2022) con simpatía y groove a raudales. De una creatividad suprema, el dúo acometió el imaginativo “Ich Mwen” (¡Laurie Anderson meets Tom Tom Club!), el risueño tribalismo de “HAHA” o el sinuoso future funk de “Ceci n’est pas un cliché”. Y se despidieron en olor de multitudes con ese “Thank You”, muy en onda Talking Heads, que derivó en orgía acid. LLL

Charlotte Adigéry: gozando. Foto: Nerea Coll
Charlotte Adigéry: gozando. Foto: Nerea Coll

Erika de Casier

Erika de Casier asaltó el SonarHall en solitario, con la única compañía de un portátil desde el que fue disponiendo las bases sobre las que adjuntaría su arte vocal. Armada por esa carcasa de R&B contemporáneo, combinó el efecto armonioso de su voz con bombos contundentes adquiridos en almacenes de dubstep, dancehall, rap y pop. Se permitió alguna que otra incursión al hyperpop antes de dar por finalizado un show de corto minutaje pero elegante desarrollo. MM

Erika de Casier, solitaria sutileza. Foto: Sergi Paramès
Erika de Casier, solitaria sutileza. Foto: Sergi Paramès

Kode9

El escocés Kode9 se sirvió de la bass music como motor de su “Escapology. Music From Astro Darien” (2022), un itinerario sonoro visual en el que se fundía la carga política con cierta estética y POV del mundillo gamer. El capo de Hyperdub se desenvolvió en pasajes de aureola ambient violentados por su electrónica tomahawk bajo los focos del Complex+D. Añadió narrativa alrededor de un supuesto lanzamiento de cohetes desde una parte recóndita de una Escocia independiente. Todo ello computado por líneas de bajo sediciosas –con algún hueco para el drum’n’bass– en un show de impulso demasiado cerebral. MM

Kode9 en el hiperespacio. Foto: Sergi Paramès
Kode9 en el hiperespacio. Foto: Sergi Paramès

Marina Herlop

La artista de Piera sigue sumando devotos en cada nuevo encuentro. El del SonarHall fue el último. Arropada por siete músicos, y las voces de Tarta Relena, la catalana se presentó con un peinado imposible concordante con ese lenguaje musical procedente de una galaxia muy lejana. Pop experimental y deconstruido, apoyado en los teclados y las cajas de ritmos con los que se van generando ritmos sincopados y sonidos inescrutables que contribuyen al envite de una fantasía experimental y onírica que parece proceder de planetas ignotos. Por su parte, Marina Herlop redobla el influjo con su voz, la mayoría de veces, como Jónsi, mediante un idioma inventado. De hecho, sus coordenadas son más propias de Islandia y el rastro de Björk o de algún otro rincón donde la fascinación por lo exótico casa con el atrevimiento vanguardista, las polifonías vocales y el placer auditivo. Se atrevió también a introducir castañuelas, flautas traveseras, samples variados y todo ese conjunto que rearma con admirable armonía y tino. MM

Marina Herlop, atrevida. Foto: Sergi Paramès
Marina Herlop, atrevida. Foto: Sergi Paramès

Nosaj Thing & Daito Manabe

El tándem artístico entre el músico Nosaj Thing y el artista visual Daito Manabe comprometió el aforo de un escenario +D que se quedó pequeño para su “Continua” (2022). Una propuesta basada en el intercambio de flujos visuales y sonoros entre los dos artistas, situados uno frente al otro en un escenario con varias pantallas en posición vertical. Sonoridades abstractas que adquirieron dimensión hipnótica en tan estudiada predisposición y el pulsear visual alimentado por el artista japonés. Nosaj Thing hizo acopio de un ambient rítmico sin llegar a lo bailable, inclinado a veces hacia el trip hop, incluso con alguna nota de rap. Beats delicados que quedaron absorbidos en el embriagador dispositivo visual generado por su compañero, especialmente en la comunión de voces narcóticas con ambientes de nocturnidad urbana. MM

Daito Manabe y Nosaj Thing: dispositivo embriagador. Foto: Sergi Paramès
Daito Manabe y Nosaj Thing: dispositivo embriagador. Foto: Sergi Paramès

Oneohtrix Point Never

Daniel Lopatin congregó a la multitud en el predilecto –para un servidor al menos– escenario SonarHall. El músico norteamericano arrancó poniendo en valor su perfil ambient. Pegado a sintetizador, teclado y cacharrería variada, Oneohtrix Point Never se descubrió ante el público barcelonés como un Vangelis de nuestros días, el de las bandas sonoras, no el de la etapa de rock progresivo. Sin embargo, también fue consciente del escenario en que actuaba, así que poco a poco fue introduciendo argumentos rítmicos al nubarrón ambiental creado. Primero saturando las capas para, a continuación, introducir incisiones milimétricas que permitían abrir espacios melódicos entre las densas nubes. Maestro de la yuxtaposición de capas y de los quiebros rítmicos, el capacitado alquimista sintético fue imprimiendo mayor rugosidad y siniestralidad en el tramo final, hasta permitirse flirtear con la bass music. Finiquitó con unas bases hiperaceleradas que no desentonarían en una convención hyperpop. MM

Oneohtrix Point Never: Daniel Lopatin, selector de frecuencias. Foto: Sergi Paramès
Oneohtrix Point Never: Daniel Lopatin, selector de frecuencias. Foto: Sergi Paramès

Viernes, 16 de junio

Sónar de día

Albany

Nacida en Girona y criada en Granada, Alba Casas destila espíritu generación Z por todos sus poros. Conocida como reina del sad trap, pareció que llegaba al escenario SonarPark como una alumna poco preparada para el examen. Cortó “Mi crush” diciendo que no se acordaba de la letra, que no se la había estudiado. Pero dio buenas muestras de conocer bien el género urbano –trap, reguetón, hyperpop– en su interpretación de “G”, “Loyalty” y sus colaboraciones con C. Tangana (“Bebé”) y Yung Beef (“Articuno”). No, ellos no estaban. LLL

Albany: generación Z. Foto: Sergi Paramès
Albany: generación Z. Foto: Sergi Paramès

BADSISTA b2b Cashu

Sónar siempre reserva algún hueco para la escena electrónica global. Y si el día siguiente fue el magnífico combo sudafricano de gqom Omagoqa, el viernes cerró el espacio SonarPark un proyecto alejado de las antenas occidentales: un mano a mano entre BADSISTA y Cashu (del colectivo Black Mamba), puro underground queer de São Paulo. Y si bien al principio estuvieron flirteando con el techno más oscuro y tribal, poco a poco se fueron adentrando en el baile funk más retorcido y sexual. El reverso tenebroso de la también queer The Blessed Madonna, que oficiaba en ese momento en el Village. LLL

BADSISTA b2b Cashu: baile funk. Foto: Sergi Paramès
BADSISTA b2b Cashu: baile funk. Foto: Sergi Paramès

Desert

Cris y Eloi llevan diez años al frente de Desert luchando contra el sambenito de gran promesa de la escena barcelonesa, especialmente tras su esperado bautismo discográfico con la reciente salida de “Caos sota el cel” (2022). Lo suyo se configura como un pop vanguardista y experimental donde prima la acumulación de itinerancias electrónicas sugerentes. Como una canción de autor gestada desde estratos alienígenas. Paisajismo futurista sobre el que aplican descargas de beats y con la embelesada voz de Cris como una luz para no perderse en el abismo venidero. En algún caso, incluso, con disrupciones y retorcimientos propios de la paleta sonora de Arca. Fuerte calor atmosférico en el escenario Complex+D para un show envolvente. Una sensación en la que también contribuyeron los visuales IA generados por la empresa Krea. MM

Desert: diluvio atmosférico. Foto: Òscar Giralt
Desert: diluvio atmosférico. Foto: Òscar Giralt

Lorenzo Senni

El músico italiano del sello Warp es uno de los cerebros más imaginativos de la galaxia electrónica internacional. Y uno de los más gamberros. Lo demostró el viernes en un alocado set en SonarPark, en el que pasó ampliamente de su álbum “Scacco Matto” (2020) para encadenar breaks disruptivos, coitus interruptus sonoros, melodías tranceras, ritmos macarras, acid histriónico y ruidos bizarros, mientras bailaba a lo hooligan y se subía a la mesa de un salto. Todo ello al servicio de un techno diferente, lleno de humor y de hallazgos, molesto, estridente, disonante, cacofónico y, definitivamente, imprevisible. LLL

Merca Bae

El productor español abordó su multiestilo, siempre circundante con el fragor hardcore, en lo que supuso la primicia mundial de su primer live. Incrustó metralla jungle a los valientes que se acercaron al SonarPark a la hora de una siesta alterada por su sonido belicoso. Su “2048” convenció como apocalipsis sonoro a base de un jungle de ritmos rotos y post-dubstep desacompasado. Hubo incluso coqueteos con el ambient y algún sample vocal como excepción a la tormenta de decibelios. Por lo general, latigazos rítmicos sobre ambient melódico y algún que otro reflejo en el Burial más ravero. MM

Merca Bae: el látigo. Foto: Òscar Giralt
Merca Bae: el látigo. Foto: Òscar Giralt

Ralphie Choo

Puntal indiscutible del panorama del nuevo pop urbano madrileño, Ralphie Choo está a otro nivel. Mucho más alto. A la impactante escenografía conceptual que desplegó en SonarHall, unió un cuarteto de cuerda que aportó sutileza a canciones como “BULERÍAS DE UN CABALLO MALO”, “TANGOS DE UNA MOTO TRUCADA”, su hit “ROOKIES” o “lamento de una supernova”. Cabalgando entre el bedroom pop, la balada cósmica, el jazz, el reguetón y el trap, se permitió interludios a lo Górecki, una preciosa versión de “Close To You” (The Carpenters) y un potente final junto a rusowsky, con quien interpretó “Dolores” y “VALENTINO”. LLL

Ralphie Choo: en el (sub)urbano madrileño. Foto: Òscar Giralt
Ralphie Choo: en el (sub)urbano madrileño. Foto: Òscar Giralt

Ryoji Ikeda

Este maestro japonés del arte sonoro convirtió en su día el ruido blanco en puro glamur. Ahora, quizá influido por la situación actual del mundo, parece haber dado paso a una banda sonora para los oscuros tiempos que se avecinan: una música más áspera, dura y cortante. Inquietante, como su recopilación “Ultratronics” (2022). Una música llena de glitches, ruido blanco y ritmos como latigazos que alcanzó diversidad sonora y sutileza cósmica cuando en sus siempre hipnóticos visuales en blanco y negro aparecieron esbozos de color. La despedida en SonarHall, apocalíptica, con fogonazo final, evocó el final de “Melancolía” (Lars von Trier, 2011). LLL

Ryoji Ikeda: geometría variable. Foto: Nerea Coll
Ryoji Ikeda: geometría variable. Foto: Nerea Coll

Santiago Latorre & Colin Self

Autores de uno de los mejores discos nacionales de 2022, “Architecture Of Friendship”, el oscense Santiago Latorre y el americano Colin Self, con la ayuda de Nieves Arilla y Sandra Lanuza, levantaron su arquitectura de pop galáctico con una puesta en escena muy teatral –sensores en los brazos-aspas, teatro de sombras, danza sin música, extractos polifónicos– y un primoroso setlist en el que destacaron “Recognize”, “I Want To Face Deception”, la exquisita balada ambient “Una buena hora” –en la voz de Arilla– o la maravillosa bachata LGTBI+ del final, “Compersión”, auténtica gasolina para VOX. LLL

Santiago Latorre & Colin Self: pop galáctico. Foto: Òscar Giralt
Santiago Latorre & Colin Self: pop galáctico. Foto: Òscar Giralt

The Blessed Madonna

El set de la estadounidense, como había ocurrido con el de Black Coffee el día anterior, fue goloso para muchos e insuficiente para otros. Así como el sudafricano fue subiendo los ánimos en escala progresiva, la sesión de Marea Stamper se estableció ya de entrada con un tono carnavalesco visible con esa invasión de escenario programada, en la que se incluyeron gogós, variada performance y desfile queer. También hubo contribuciones puntuales de un cantante. Inicio demoledor con algarabía, certificando el pulso hedonista inmediato de su disco music maximalista. Tras un intervalo tribal y una fase densa y lineal que recordó a la mayor parte del recorrido de su homólogo de la noche anterior en el mismo emplazamiento, recuperó de nuevo el tono festivo de su carnaval multicolor para despedirse con una primicia: el tema “Mercy”. Ni tan mal, ni tan bien. MM

The Blessed Madonna: orgía queer. Foto: Òscar Giralt
The Blessed Madonna: orgía queer. Foto: Òscar Giralt

Sónar de noche

Aphex Twin

Doce años después de su última aparición en Sónar, Richard D. James, uno de los grandes iconos del techno más creativo y exploratorio, regresaba al festival para darse un autohomenaje en forma de clase magistral de historia de la música electrónica. Encerrado en una especie de jaula y situado delante de una gran pantalla cúbica en el SonarClub, más espectacular que nunca pero con la misma actitud huidiza y ensimismada, Aphex Twin hizo honor a su bien ganada fama y, sin recurrir a hits (o lo que se le parezca), pasó del techno clásico al hardcore, y de ahí a las galopadas de drum’n’bass o a los huracanes de ruido racheado en medio de una furiosa explosión de láseres. No se dejó nada en el tintero: borbotones acid, trance con campanillas, velocidad de crucero gabba, pespuntes IDM, disrupciones y breaks variados. E incluso leves esbozos de su querido ambient. ¡Maestro! LLL

Aphex Twin, el maestro. Foto: Òscar Giralt
Aphex Twin, el maestro. Foto: Òscar Giralt

Bicep

El dúo de Belfast formado por Andy Ferguson y Matt McBriar ha editado dos brillantes álbumes –“Bicep” (2017) y “Isles” (2021)– llenos de hallazgos y elegancia. Pero, desafortunadamente, sus finos detalles, sus inflexiones groovies y sus matices más delicados se pierden en un directo “engordado” con esteroides sonoros que los lleva a buscar siempre la vertiente épica del asunto y a adentrarse en un tech-house vigoréxico y previsible. Sería mejor si el directo de Bicep se adaptara a sus magníficos discos. ¿Lo mejor de su paso por la tarima de SonarClub? Los visuales ciberdélicos y su interpretación de “Atlas” y “Glue”. LLL

Bicep: demasiados esteroides. Foto: Òscar Giralt
Bicep: demasiados esteroides. Foto: Òscar Giralt

Fever Ray

Karin Dreijer Andersson recaló en territorio Sónar con su reciente “Radical Romantics” (2023) bajo el brazo. Un disco que marcó el desarrollo de un concierto con una escenografía y vestuario que parecía una invasión marciana del set más icónico de “Cantando bajo la lluvia” (Gene Kelly y Stanley Donen, 1952), con farola incluida. La cantante sueca arrancó en una intensidad desajustada respecto a los ánimos de esas horas tardías de la noche. Su pop sonó demasiado adormilado tras el kilometraje recorrido por muchos de los visitantes. Los refuerzos que le proporcionaron dos cantantes tampoco conjuraron esta percepción de estar viendo una propuesta singular pero sin suficiente punch escénico ni sonoro. Nada que ver con el inolvidable concierto de su anterior banda, The Knife, en el Primavera Sound de 2013. No fue hasta aproximadamente la mitad del pase cuando se ajustó mejor al modo festivalero. Infusiones electro más marcadas que animaron ciertos espacios del SonarPub antes de despedirse con un tema que recuperó esa vis más anémica. MM

Fever Ray: Karin Dreijer Andersson, maestra de ceremonias. Foto: Òscar Giralt
Fever Ray: Karin Dreijer Andersson, maestra de ceremonias. Foto: Òscar Giralt

Honey Dijon

Cuatro años después de su recordada sesión junto al gran “Little” Louie Vega, regresaba al Sónar esta DJ trans que ha conseguido resucitar el interés por el house de Chicago. Desde el mismo inicio de su set en SonarPub, que inauguró con “Alien Superstar” (Beyoncé), todo hacía pensar que se iba a asistir a un gran momento de esta edición. Como así fue. En medio de una sesión de underground house, a veces oscuro, a veces luminoso, enfundada en una camiseta de Prince, tuvo el buen gusto de ofrecer incluso un homenaje a la recientemente fallecida Tina Turner con un remix de “What’s Love Got To Do With It”. LLL

Peggy Gou

La DJ star surcoreana se metió al público en el bolsillo desde el primer tramo, sin salirse de ese techno aguerrido que dominó la jornada. En su caso, matizado con toque exquisito, varios clímax apoteósicos y abundantes BPMs. Su tono diferencial a las propuestas más tralleras de los escenarios colindantes se reforzó con la paulatina incorporación de voces que aligeraron la densidad rítmica. En sus dos horas a los platos tuvo tiempo para incursionar en el acid house, atreverse con glorias disco y coronarse con su dance atronador. Bombos que reventaron el sistema de alarma del SonarClub, barrido por un oleaje de sudor gratificante. Se despidió por lo alto tirando de su propio cancionero –introdujo la recién salida del horno “(It Goes Like) Nanana”– e himnos infalibles como el remix de Paul Woolford para “Elevation”, de Braxe + Falcon. MM

Peggy Gou: techno aguerrido. Foto: Òscar Giralt
Peggy Gou: techno aguerrido. Foto: Òscar Giralt

Shygirl

A la londinense le tocó lidiar con el que probablemente sea el escenario con peor acústica de todo el festival, el SonarLab. Su asalto se reprodujo con un DJ sirviendo bases mientras ella incorporaba sobre estas su voz. Tuvo ramalazos picantes a lo Ice Spice y flirteos con el hyperpop de una Hannah Diamond. Su pop flúor en cadencia de club fue acogido como dulce salvoconducto para una jornada intensificada en exceso por el techno atornillador. MM

Sábado, 17 de junio

Sónar de día

2ManyDJs invite Peach & Tiga

El nombre de 2ManyDJs adquirió, más que nunca, total sentido en su despliegue en el escenario grande del Sónar de Día. El dúo belga se presentó en el escenario SonarVillage acompañado en la mesa de mezclas por dos ilustres colegas: la británica Peach y el canadiense Tiga. Y el entuerto se resolvió de forma más que satisfactoria en la mayor parte de las dos horas y media en que se fueron turnando en los platos. Cada uno de los protagonistas defendió su propia identidad en una competitiva rotación para ver quién se llevaba a casa el mayor número de endorfinas liberadas. La sesión gripó a la hora y media de duración. Pero Tiga salió al rescate con algo de recompensa melódica mediante el remix de “Work It” (Soulwax), un gesto para los anfitriones que le habían invitado a la fiesta. Pese al desafío de dar espacio a sus respectivos estilos y la coordinación sobre un poblado escenario, todos se comportaron con deportividad, savoir faire y sentido hedonista para suerte de un público que enloqueció con el cierre: “Emerge”, de Fischerspooner. ¿Acaso existe un tema mejor para cerrar? Astutos zorros belgas. MM

2ManyDJs invite Peach & Tiga: savoir faire. Foto: Sergi Paramès
2ManyDJs invite Peach & Tiga: savoir faire. Foto: Sergi Paramès

Carles Viarnès & Alba G. Corral

Carles Viarnès, con el apoyo de Alba G. Corral en los visuales, protagonizó una de las veladas más fascinantes del certamen electrónico. Un fundido mágico propiciado por la neoclásica de un Viarnès al secuenciador, teclado y sinte, y las correspondencias visuales entregadas por la experimentada artista. El compositor y pianista de formación clásica se atrevió incluso a utilizar una tubería de un hiperórgano, construido por un artesano que subió al escenario en los títulos de crédito finales, a modo de instrumento de viento. Se despidió con beats contundentes que no desestabilizaron ese matiz cautivador que guió todo el trayecto en el auditorio Complex+D. MM

Carles Viarnès & Alba G. Corral: ensueño cautivador. Foto: Sergi Paramès
Carles Viarnès & Alba G. Corral: ensueño cautivador. Foto: Sergi Paramès

Leïti

El joven cantante y actor Leïti Sense se personó en el SonarCar para presentar un trap parapetado en ecos y samples vocales. Amparado en el suministro de bases sobrias –con injerencias latinas, así como otras de regusto a rap estadounidense– que le proporcionaba su DJ de confianza, el barcelonés desplegó sus rimas moderadas en catalán, castellano e inglés. Lo arroparon, en un tono circense que resultaba más apropiado para una fiesta de Pachá Ibiza que lo estipulado para un show de trap nacional, un par de malabaristas con zancos y el mismo número de bailarinas. Hubo otros invitados en un concierto claramente dirigido a –y disfrutado por– esa chavalada que se amontonó en las inmediaciones del escenario. MM

Leïti, de fiesta. Foto: Sergi Paramès
Leïti, de fiesta. Foto: Sergi Paramès

Lucrecia Dalt

En 2022, Lucrecia Dalt firmó uno de los mejores discos del año, “¡Ay!”, que fue la base de su magnética actuación en el escenario Complex+D. La colombiana va un paso más allá de Juana Molina para adentrarse en la experimentación más fructífera y audaz. Acompañada con su complejo set de percusión por Álex, que mostró su lado más entrañablemente gamberro, fue recorriendo algunos de sus alucinógenos temas, envueltos en vahos de misterio, como “Atemporal”, “Dicen”, “La desmesura” o ese bolero bizarro que es “Contenida”. Por en medio sonó un vals a lo Yma Sumac, vientos polvorientos y zumbidos, conformando un magma sonoro tan sugerente como inquietante. Dijo que en su día Barcelona había sido su casa y que su actuación en Sónar le había hecho sentir como si volviera a ella. Una casa encantada por embrujos y enigmas. LLL

Lucrecia Dalt en su casa encantada. Foto: Sergi Paramès
Lucrecia Dalt en su casa encantada. Foto: Sergi Paramès

Sticky M.A.

Agorazein se revela cada vez más como la versión española de Odd Future. Antiguo compañero de C. Tangana, Sticky M.A. ha optado por seguir un camino diferente, más próximo a las nuevas tendencias del pop urbano. Arrancó su actuación con voces de pitufo, a ritmo gabba y con corazón de peluche. A caballo entre el hyperpop, el sad trap y el bass pop, se fueron sucediendo temas como “O’s” y “Normal”, así como sus constantes referencias al mundo de la moda (“Prada”, “Tom Ford”). Tuvo uno de sus momentos estelares cuando invitó al escenario a Leïti, con quien interpretó “2XP” y “Bajo la lluvia”. LLL

Sticky M.A.: hyperpop y más. Foto: Sergi Paramès
Sticky M.A.: hyperpop y más. Foto: Sergi Paramès

Sónar de noche

Amelie Lens

Llama poderosamente la atención el contraste que se establece entre la imagen y la música de Amelie Lens. La dulzura y la fragilidad que denota su físico contrastan con la virulenta fuerza y la contundencia de los ritmos que hilvana en sus sesiones. Y la del Sónar no fue diferente. Esta amazona belga sacudió los cimientos del escenario SonarClub con su techno abrasivo, arrollador y proclive a la épica. Se sirve de la técnica de los parones momentáneos para alentar después un subidón de proporciones colosales. Para algunos, el nirvana. Para otros, un tostón. LLL

Amelie Lens, furor entre las masas. Foto: Ariel Martini
Amelie Lens, furor entre las masas. Foto: Ariel Martini

Angel Molina

En la edición del trigésimo aniversario no podía faltar uno de los heraldos más destacados y de los aliados más fieles del festival. Le correspondió, además, el papel quizá más bonito y preciado, el de despedir el festival a la luz del día desde su espacio más icónico, el SonarPub. Angel Molina decidió realizar el recorrido desde lo más intenso y oscuro hasta lo más vibrante y luminoso, acompañando de forma acompasada el tránsito de la noche al día. Arrancó su sesión con el inquietante y amenazador “Der Klang der Familie” (3 Phase con Dr. Motte) –algo así como la versión techno de la música de Bernard Herrmann para “Psicosis” (Alfred Hitchcock, 1960)– y poco a poco se fue adentrando en la luz. LLL

Bad Gyal

Quedan lejos, y superados, esos titubeos escénicos del principio de la carrera artística de Bad Gyal. Alba Farelo justificó su dimensión nacional con un show manufacturado con precisión. Rodeada de bailarinas y bailarines que compensaron su reducido vigor bailable, la catalana apostó por un concierto dividido en bloques, todos ellos lubricados por la pulsión sexual que desprende en el contenido de las letras y en cada gesto escénico. Cómoda sobre la música pregrabada, a veces incluso tirando de playback. Nada importaba a un público joven, y no tan joven, entregado a su causa, el perreo, y a un cancionero que asume corporeidad generacional. Dancehall, jungle, reguetón, dembow y otras conexiones con la música latina –hasta el eurodance o una versión de Destiny’s Child– se sucedieron a lo largo de su tórrida actuación en el SonarPub. Dio por finalizado su compromiso con el festival con esa “Fiebre” que desató el último pico de euforia del sábado noche. MM

Bad Gyal: euforia de sábado noche. Foto: Òscar Giralt
Bad Gyal: euforia de sábado noche. Foto: Òscar Giralt

Eric Prydz

Lo de Eric Prydz se insertó desde el primer resuello holográfico en los anales de conciertos memorables, de esos que se recuperarán en el espacio memorístico cuando se celebren los cincuenta años del festival barcelonés. El DJ y productor sueco llegaba con la papeleta de cubrir la ausencia de cabezas de cartel en la jornada del sábado con un mastodóntico espectáculo denominado “HOLO”. Un despliegue tecnológico y escénico como nunca antes se ha visto en la cita barcelonesa, que superó el impacto de Jean-Michel Jarre en la edición del 2016. A través de pantallas, hologramas lanzados en plano tridimensional al público y otras filigranas visuales, consiguió secuestrar durante hora y media la atención de un SonarClub lleno hasta la bandera. Parapetado tras tamaño despliegue, el de Täby fue condimentando el hervor stendhaliano con su trance de insinuaciones ambient y escalas progresivas. Invirtió la mayor parte del tiempo en un sci-trance que no movió demasiados esqueletos pero que, gracias a ese apartado visual futurista, innovador e inspirado en videojuegos como “Dead Space” o “Rez” en las partes más lumínicas y en películas como “Ghost In The Shell”, tonificó antebrazos y fundió baterías de smartphones. Su discurrir sonoro monótono y mecánico solo se vio alterado en el tramo final, cuando acudió al rescate con “Pjanoo” y ese “Opus” –con el remix firmado por Four Tet– cuyo clímax dilató hasta el límite de lo imaginable, para éxtasis de la miríada de personas que presentaban un show de eterno asombro. MM

Eric Prydz en otra dimensión (visual). Foto: Sergi Paramès
Eric Prydz en otra dimensión (visual). Foto: Sergi Paramès

Koreless

El músico galés Lewis Roberts lleva ya varios años dejando claro que su concepción de la música electrónica va mucho más allá de los cánones más sobados del techno, tratando los sonidos como si se tratara de una paleta de colores. Mientras en el espacio de al lado Eric Prydz aturdía a miles de seguidores con un espectáculo elefantiásico pero que poco aportaba a la historia de la música electrónica, Koreless, sin boato y prácticamente a oscuras en el SonarLab, echaba mano de la inventiva para crear una música viva, burbujeante e infiltrada por un groove muy personal. “Black Rainbow” marcó el momento álgido. LLL

 Koreless: música viva. Foto: Òscar Giralt
Koreless: música viva. Foto: Òscar Giralt

La Zowi

Los titubeantes primeros pasos en directo de La Zowi de hace unos años han dado paso a la actual diva, muy segura de sí misma y de su posición en el universo del trap. Y aunque su léxico es muy limitado –casi todo se reduce a culo, teta, toto, puta–, ha construido un universo propio, que domina a la perfección en su puesta de largo con “La Reina del Sur” (2023). Su ristra de hits –“Bitch Feka”, “Filet mignon”, “La 9”, “Chill”, “Yo lo pongo loco”, “Make Up”, “Sugar mami”– fue coreada a pleno pulmón en el escenario SonarCar por un público adicto, incluido el estribillo “te saco la leche en el Porsche” de su tema “Matrix”. ¡Tremenda! LLL

La Zowi, tremenda reina. Foto: Òscar Giralt
La Zowi, tremenda reina. Foto: Òscar Giralt

Little Simz

La rapera británica de origen nigeriano protagonizó la que sin duda fue una de las grandes actuaciones de esta edición. La épica de “Introvert” marcó el inicio de un show trepidante que comenzó con Little Simz sola sobre el escenario, respaldada por unas poderosas imágenes en la pantalla, mientras iba interpretando temas como “I Love You, I Hate You”, “Woman” o “Hearts On Fire”, siempre imbuidos de una clara conciencia social. Pero lo mejor estaba por llegar. Fue cuando se le unieron sobre el escenario un bajista y un guitarrista-teclista para acentuar el aire bluesy de “Gorilla”, el luminoso soul de “Selfish” y, sobre todo, el hipnótico afrobeat de “Point Or Kill”, tema que la devuelve a sus raíces nigerianas. Con un público inusitadamente entregado, en el escenario SonarPub, Little Simz se emocionó hasta las lágrimas. LLL

Little Simz: emoción. Foto: Òscar Giralt
Little Simz: emoción. Foto: Òscar Giralt

Richie Hawtin

Después de haber estado los dos días anteriores paseando por el Sónar de Día, haciéndose fotos con sus admiradores y apoyando sus proyectos tecnológicos en el Sónar +D, Richie Hawtin tenía la oportunidad de revalidar su posición como emperador del techno con su sesión del sábado en el SonarClub. Pero lo cierto es que no fue especialmente memorable. Muy lejos quedan ya aquellos días en los que sus sets se caracterizaban por creativos hallazgos sonoros y visuales extrafinos, delineados con bisturí. Esta vez, sin embargo, a nivel visual su sesión fue poco estimulante. Y a nivel musical la mayor parte del tiempo resultó monolítico y pétreo, sin sutilezas, como si le hubiera dado por crear una fortaleza sónica inexpugnable. Menos es más llevado al extremo. Una maratón de ritmos al galope que tuvo su cara, pero también su cruz. LLL

Richie Hawtin: cara y cruz. Foto: Òscar Giralt
Richie Hawtin: cara y cruz. Foto: Òscar Giralt

Samantha Hudson

“Si no os ha gustado, soy Arca”. Así despedía Samantha Hudson su accidentado cabaret-performance “Liquidación total por cierre” en el Sónar del año pasado. Ahora volvía con nuevo show (“AOVE Black Label”), más sencillo, y con nuevos temas. Junto a su cuerpo mixto de baile y con la pantalla emitiendo ingenuas imágenes de anime, los Minions o Hello Kitty, la Hudson lanzaba sus invectivas contra la Iglesia, la homofobia y la caspa alternando ritmos bakala, hyperpop, eurobeat y reguetón, y enlazando temas como “Vodka Redbull”, “Adicta al sonido”, “Maricón” o “Es lo que hay” en el escenario más adecuado, el SonarCar. LLL

Samantha Hudson: puro teatro. Foto: Òscar Giralt
Samantha Hudson: puro teatro. Foto: Òscar Giralt
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