“Los Cuatro Fantásticos. Círculo cerrado”, el esperadísimo último trabajo de Alex Ross (Portland, 1970), es un cómic cuya naturaleza es mucho más compleja de lo que parece. Su trama es ajena a la continuidad actual de sus personajes protagonistas, Los Cuatro Fantásticos, ya que la aventura en la que se embarca dentro de sus páginas la familia fundacional de Marvel es consecuencia directa de un episodio de la serie dibujado por Jack Kirby hace más de cuarenta y cinco años: “Este hombre… ¡Este monstruo!” (1966), incluido en la edición española más reciente en “Marvel Gold. Los Cuatro Fantásticos vol. 3” (2013). Ross no apela a la nostalgia en su revisión del pasado, lo cual es de agradecer, pero en el aire queda una pregunta: ¿cuánto podrán disfrutar de este “Círculo cerrado” quienes no estén familiarizados no ya con el cómic de superhéroes, sino con el grandeur cósmico y el delirio expresionista que Kirby imbuyó en este género durante la década de los sesenta?
A eso se suma que “Círculo cerrado” no es un título de Marvel propiamente dicho. En su origen es un producto bajo licencia de la editorial Abrams Books, quienes publican libros ilustrados para niños con los famosos superhéroes de la casa, pero también interesantes experimentos artísticos como las recientes “intervenciones” que el diseñador Chip Kidd ha llevado a cabo con el primer número de “Fantastic Four” (2021) y de “Spider-Man” (2022), ampliando sus viñetas hasta hacerlas ocupar, cada una, el tamaño de una página. Bajo un prisma menos autoconsciente que el trabajo de Kidd, en realidad “Círculo cerrado” (traducido en España de modo casi simultáneo a su edición inglesa) juega a un juego parecido: obliga al lector a reflexionar sobre los aspectos plásticos del material original y, por tanto, de sus cualidades artísticas. Aunque en este caso no lo hace mediante la reproducción literal de dicho material, sino apretando hasta el fondo el pedal de la abstracción.
Lo cual podría parecer en principio una contradicción, ya que Alex Ross es conocido sobre todo por su estilo fotorrealista conseguido a base de pincel y acuarela en series limitadas como “Marvels” (1994, con guion de Kurt Busiek; Panini, 2018) o, para DC, “Kingdom Come” (1996, con guion de Mark Waid; ECC, 2017). Sin embargo, en “Círculo cerrado” Ross deja de lado esta técnica, reservándola solo para momentos muy puntuales, y esculpe la página con tinta y grafito recreándose de una manera casi obsesiva en el detalle y en la sensación de volumen. Pero para que no se le pueda achacar ninguna intención realista, a esto se le añade una paleta de color bastante inusual –obra del propio Ross y de Josh Johnson– conseguida a base de contrastar tonos complementarios, violetas y amarillos, turquesas y rosados, dando como resultado una atmósfera angustiosa y alucinatoria que, por momentos, como por ejemplo en una impresionante doble página dedicada a Annihilus, colocan este “Círculo cerrado” más cerca del expresionismo abstracto que del simple homenaje a Kirby vía Neal Adams.
“Círculo cerrado” puede que tenga, mucho más que ninguna de las obras anteriores de Ross, un mayor número de puntos para convertirse en su mejor trabajo desde el punto de vista gráfico. Y sin embargo es posible que, precisamente por ello, sea un cómic que genere división. La cuidada gestualidad y los ocasionales momentos de delirio gráfico, que a algunos les pondrán la piel de gallina, puede que para otros alcancen tal densidad que les aparte de la propia historia que se está intentando contar. Un simple viaje a la Zona Negativa que, bajo el pincel de Ross, se convierte también en una zona interior. Un rincón de la mente. Por eso, me siento más cerca del primer tipo de lectores que de los segundos. El arte debe ser denso, ha de pesar, si más allá de las peripecias de un grupo de superhéroes lo que se quiere representar es, después de todo, un espacio mental. ∎