La incombustible Amélie Nothomb (Kobe, 1967) entrega su novela número treinta. Y lo hace con uno de sus artefactos más personales y emotivos: “Primera sangre” (“Premier sang”, 2021; Anagrama, 2023) es un homenaje a su padre, fallecido el 17 de marzo de 2020. Y, por supuesto, la autora belga no le rinde tributo con una rememoración académica y “normal”: lo hace dándole voz a su progenitor, para que él mismo narre los acontecimientos de su vida, una vida que está a punto de apagarse en 1964, en el Congo, frente a un pelotón de fusilamiento. Lo que sigue en sus ciento y pico de páginas (la brevedad, uno de los grandes atributos de Amélie: no es necesario armar pesados mamotretos para contar grandes historias) es un glorioso y preciso flashback en el que asistimos a la infancia, juventud y madurez de Patrick expuesto con la prosa flotante y concisa –chapeau a la traducción de Sergi Pàmies, su médium en nuestro país– de la firmante de “Estupor y temblores” (1999) y “Cosmética del enemigo” (2001).
Una familia aristocrática venido a menos, una madre distante viviendo en su propia burbuja, las privaciones de la Segunda Guerra Mundial, las primeras lecturas y los primeros amores o el asentamiento de su carrera diplomática desfilan como un diorama de la vida del protagonista con algunos momentos cumbres, especialmente cuando el Patrick niño es transferido a los dominios del abuelo paterno: la descripción de la fauna de la familia Nothomb es tan desternillante como esperpéntica y ofrece las mejores páginas de una novela efervescente y perspicaz, formidable prueba de que la gasolina de la baronesa AN todavía destila con gracia los atributos que la han convertido en una de las autoras de referencia de la literatura europea de las últimas décadas. ∎