En “Bruja Escarlata y Visión” (Disney+, 2021), los personajes protagonistas aterrizan en un nuevo hogar, sito en el barrio residencial de un idílico pueblo típicamente estadounidense, que primero se visualiza en blanco y negro y en el formato cuadrado que imponían las medidas de los televisores vintage. A medida que transcurren los capítulos, el color llega a los personajes y escenarios, su ropa y peinados también cambian y el marco se distorsiona a medida que la acción se precipita hacia el presente, con una serie de grietas en la continuidad que revelan el pozo de dolor que anida en ese locus amoenus, fruto de un acto de amor desesperado con el que Wanda Maximoff intenta reparar la pérdida que sufrió en las crisis de “Vengadores: Infinity War” (Joe y Anthony Russo, 2018).
Hay dos rutas posibles para llegar a comprender la propuesta de “Bruja Escarlata y Visión”. La primera recorre un camino de baldosas amarillas, siguiendo los destellos de la cortinilla con el logo de Marvel Studios. Aquellos espectadores huérfanos de emoción marvelita tras el final de “Vengadores: Endgame” (Joe y Anthony Russo, 2019) y el repliegue estratégico de series televisivas como “Daredevil” (Drew Goddard, 2015-2018) o “El Castigador” (Jon Bernthal, 2017-2019) previo al lanzamiento de la plataforma de streaming Disney+ posiblemente asistan ojipláticos, sobre todo en su arranque, a lo que parece un homenaje a teleseries como “Embrujada” (Sol Saks, 1964-1972) o “Te quiero, Lucy” (Jess Oppenheimer, 1951-1957) y, más tarde, “Los problemas crecen” (Neal Marlens, 1985-1992) o “Malcolm” (Linwood Boomer, 2000-2006), en vez de un serial con aventuras y poderes fantásticos.
La segunda ruta transcurre por un discreto sendero, que arranca desde una breve pero celebrada tradición de tebeos protagonizados por esta extraña pareja y llega al patio trasero de la casa del androide y la bruja mutante en un idílico barrio residencial de clase media: la serie de cómics de “La Visión” (2015-2016) con guiones de Tom King, dibujo del español Gabriel Hernández Walta y color de Jordie Bellaire. En ella construyeron uno de los tebeos de superhéroes más interesantes de este siglo a base de explotar los conflictos derivados de encajar a un outsider, Visión, y su antifamilia (en este cómic, Wanda Maximoff, la Bruja Escarlata, no formaba parte del reparto) en un esquema hiperbólicamente arquetípico de unidad familiar suburbana. Al fin y al cabo, para un humanoide sintético acostumbrado a participar en guerras cósmicas, la verdadera aventura es tener un trabajo de oficina y entenderse con los vecinos.
Lo cierto es que desde “Spiderman” de Stan Lee y Steve Ditko a la etapa de Chris Claremont y John Byrne en “La Patrulla-X”, Marvel cuenta con un largo historial de cómics de gran éxito que han sabido asumir y adaptar códigos infalibles de formatos televisivos como la sitcom o la soap opera. Aunque el productor ejecutivo de “Bruja Escarlata y Visión”, Kevin Feige, parece limitar la influencia de “La Visión” a las portadas del dibujante Mike del Mundo, el mencionado tebeo de King, Hernández Walta y Bellaire ya trasladaba a las páginas de un comic book la tradición de comedias de situación con familias “raritas” que pelean por encajar a martillazos en el molde de una cierta normalidad, leitmotiv de “Weeds” (Jenji Kohan, 2005-2012), “A dos metros bajo tierra” (Alan Ball, 2001-2005) o “Schitt’s Creek” (Eugene y Dan Levy, 2015-2020).
La peculiaridad radicaba, por una parte, en importar ese modelo de disfuncionalidad a personajes “diferentes” por definición y, por otra, en el poderoso contraste que generaba juguetear con el concepto de familia nuclear norteamericana en un Universo Marvel plagado de superpoderes, dioses y fantasía. Al final, eso sí, la balanza en el cómic se decantaba del lado superheroico. Por comparación, un visionado de “Bruja Escarlata y Visión” no hace sino airear lo conservador de la propuesta del tebeo guionizado por Tom King en un ámbito, el cómic, en el que la imaginación del guionista y el dibujante (también su capacidad gráfica) son el único límite. Y parece que, por primera vez, un producto audiovisual Marvel demuestra más afán rupturista que su alter ego de papel. Es tan cierto que, dados los estándares de un cómic Marvel actual, “La Visión” sigue siendo un producto atrevido e innovador, como que “Bruja Escarlata y Visión” es una bofetada al ego de Tom King y su halo de consumado innovador; aunque, conforme se acerca a su desenlace, la serie acabe cediendo a un desenlace de superpoderes y malos contra buenos.
La peripecia catódica de la Visión y la Bruja Escarlata da un triple salto mortal y se arrima a la veta más pura del entretenimiento, la de las sitcoms de los 50 a los 00, con el ambicioso propósito de homenajear un formato de la serialidad televisiva que ha evolucionado a través de las décadas. Y lo hace mediante una “literalidad” tal a la hora de replicar estilo e imagen que no le hace falta cargar tintas en la ironía camp, con un destacadísimo trabajo de los actores protagonistas, Elizabeth Olsen y Paul Bettany. El hecho de que todo este despliegue estético esté enraizado de manera tan acertada en los cimientos de la trama no hace más que engrandecer la apuesta.
“Bruja Escarlata y Visión” también aprovecha en su favor la tradición de películas en las que la realidad no es lo que parece, como “Pleasantville” (Gary Ross, 1998) y, sobre todo, “El show de Truman” (Peter Weir, 1998), solo que aquí los personajes habitan directamente una comedia televisiva. Desde Marvel Studios no se han escatimado recursos para recrear minuciosamente escenarios y ambientes, e incluso se pidió consejo al nonagenario Dick Van Dyke, veterano de la comedia de situación desde los años 60.
A lo largo de la serie, la inmersión en el terreno de la recreación apropiacionista de la sitcom clásica ha sido casi total (solo un capítulo se sale completamente de la simulación). Se han distribuido muy inteligentemente los destellos de metalenguaje: los avisos del “truco” como los créditos iniciales en los que aparecen los nombres de los personajes en vez de los de los actores (en cuya versión correspondiente a los 90, por cierto, cuenta con un tema cantado por la mismísima Kathleen Hanna como sintonía), los anuncios televisivos con mensaje secreto o los breves momentos desde “fuera” de la simulación, que mantienen la pertinente tensión e incertidumbre y dan paso a los créditos Marvel Studios canónicos conforme se revelaba la trama.
Los primeros compases de la serie permitían adivinar un inevitable conflicto entre realidades divergentes y un explosivo desenlace, y así ha sido. “Bruja Escarlata y Visión” ha conseguido que quienes disfrutaban de la clase magistral en historia de la sitcom no les molestase el necesario peaje de encajar en el universo cinematográfico Marvel, con su plétora de guiños, mensajes subliminales y pequeños homenajes (mención especial al último episodio, pura orfebrería). Si existía la sospecha de que la primera incursión en la televisión por streaming de Disney+ y Marvel Studios pecase de ser demasiado sosa y de buscar acceder fácilmente a un público familiar y mainstream, Jac Schaeffer y su equipo han conseguido ponerla a la cabeza de cientos de horas de metraje marvelita previo en atrevimiento, creatividad y comprensión del material original. Cierto es que el desenlace, ejemplar sublimación del conflicto del superpoderoso a la hora de decidir entre lo que dictan el deber y el corazón, se orilla hacia el espectáculo pirotécnico más habitual de Marvel Studios. Sin embargo, junto a “The Mandalorian” (Jon Favreau, 2019-), esta “Bruja Escarlata y Visión” muestra que las grandes franquicias de entretenimiento Disney pueden apostar por la impronta autoral y, a la vez, reforzar sus esencias. Que cunda el ejemplo será una excelente noticia. ∎