Para cualquier creador debe ser muy difícil desprenderse de alguno de sus personajes más estimables. Le ha pasado a cineastas, músicos, novelistas. También a autores de cómics. Pongamos por caso a Carlos Giménez con “Dani Futuro” (1969-1976). Este tebeo de ciencia ficción no tiene la resonancia, y el componente de memoria, de sus series “mayores” –“Paracuellos” (1976-), “Los profesionales” (1982-2004), “36-39. Malos tiempos” (2007-2009)–, y en principio es más liviana que su más reciente “Trilogía del Crepúsculo” (2016-2020). Pero, por su dimensión internacional, y por lo que representó en el universo tebeístico español de los primeros 70, “Dani Futuro” es de aquellas obras que dejan huella, sobre todo en quien la creó, así que volver de forma periódica a ella resulta tan lícito como lógico y, también, necesario.
“Dani Futuro”, con guion de Víctor Mora, tuvo una breve existencia entre diciembre de 1969 y mediados de 1970 en ‘Gaceta Junior’, hasta el cierre de esta revista, y reapareció en 1972 en lengua francesa en ‘Tintin’, después de que se solucionaran las cuestiones legales en torno a los derechos de la serie. En 1976 se clausuró definitivamente. Giménez, hoy bien presente en Rockdelux al haber sido considerada “Paracuellos” la mejor obra española de la historia en la lista de “Los 100 mejores tebeos españoles” propuesta por la web, volvió a Daniel Blancor, alias Dani Futuro, héroe aventurero y espacial hibernado que renace en el siglo XII, en “Punto final” (2019), un álbum en el que el autor proponía el cierre, tantos años después, de dos de sus obras de formación, “Gringo” (1963-1970) y “Dani Futuro”. Pero el ocaso trágico y violento, coloreado por su amigo Josep Maria Beà, le supo a poco. Como continuación de aquella aventura que se anunciaba como un testamento que no ha sido tal, Giménez recupera al personaje en “Mientras el mundo agoniza” (Reservoir Books, 2021), un relato de 219 páginas divididas en tres actos, de viñetas más amplias –coloreadas ahora por Carlos Vila–, en las que el autor despliega su discurso vital contra el mundo que vivimos con esa forma entre naíf y expeditiva que tanto lo caracteriza.
El título evoca el “Mientras agonizo” (1930) de William Faulkner, y tiene también ese punto nihilista pese a ser un relato de aventuras en un mundo distópico y con la venganza como telón de fondo. Hay en esta obra de arranques vertiginosos y pausas evanescentes, añeja pero activa, de trazo expresivo y color suave, migrantes que aprovechan los vientos para desplazarse y cruzar las fronteras. Es un mundo moribundo al que regresa el hibernado Dani tras ser el único superviviente de una nave atacada por terroristas cuando ejercía una misión humanitaria. El calentamiento global es una realidad. El plástico lo ha envenenado todo. La superpoblación envejece y la natalidad es mínima. Cada día hay manifestaciones religiosas, antirreligiosas, independentistas, antimutantes, antirobots, pacifistas o deportivas. Un mutante de cuerpo viscoso y subapéndice humano parece surgir de las pesadillas de “Desafío total” (Paul Verhoeven, 1990), y un terrorista fundamentalista se disfraza de payaso y tiene como armas a dos autómatas.
Con la cobertura de una historia simple de ciencia ficción, Giménez arremete contra todas las religiones y su afán de prohibir, contra los independentismos y la ceguera medioambiental. Es un cómic entretenido, sí, y lúdico, también, de trazo sencillo, sin demasiada orfebrería, y con una tesis tan directa que acaba doliendo. Aunque la historia deja una puerta abierta a una continuación, este es para Giménez el “punto final” de nuestra especie. Medio siglo después de ser creado, Dani Futuro regresa para decirnos, con su mirada de eterno adolescente, que las cosas han ido a peor. ∎