Fan Art
Lhasa de Sela y Elza Soares por Ken Niimura
Hay ocasiones en que la música entra por los ojos. Pero también hay grandes discos con portadas que podrían no estar a la altura del contenido musical. En Fan Art proponemos a diversos ilustradores que elijan un álbum que les encante, pero cuya cubierta les parezca subjetivamente mejorable. En esta ocasión, Ken Niimura nos propone un programa doble con Elza Soares y Lhasa de Sela.
Ken Niimura (Madrid, 1981) tiene muchas historias que contar. Por eso, su último cómic, “No lo abras jamás” (Astiberri, 2021), contiene tres cuentos clásicos del folclore japonés, a los que el autor da un giro personal. Cuando le propusimos participar en Fan Art, nos pidió que si en lugar de una podía reimaginar dos portadas, de Lhasa de Sela –“Lhasa” (Warner Bros., 2009)– y Elza Soares –“A mulher do fim do mundo” (Circus, 2015)–. En ambos casos, se trata de álbumes que le fascinan, que siente como la cumbre expresiva de sus autoras. Por eso, sustituye los diseños originales (de Olivier Gutfleisch y Brigitte Henry, en el caso de Lhasa, y de Elaine Ramos, en el de Soares) por ilustraciones que colocan a las artistas en el centro, presidiendo el paisaje sónico que ellas han creado.
¿Por qué has elegido estos discos?
Siempre me ha gustado la música de Lhasa de Sela. Hay algo misterioso en su voz y en la manera en que mezcla canciones en español, inglés o francés, en álbumes que son cada uno completamente diferente del anterior. Personalmente, creo que fue con su tercer y último álbum, “Lhasa”, con el que encontró la esencia de lo que llevaba tiempo buscando: un sonido depurado, minimalista, elegante y clásico. Lhasa canta desde la calma, con sencillez y honestidad. Era un sonido que anunciaba el inicio de una nueva etapa... que truncó su inesperada muerte en 2010, con apenas 37 años.
Seis años más tarde, cuando escuché por primera vez “A mulher do fim do mundo”, no conocía nada acerca de Elza Soares. Ni su música, ni su trágica vida. A sus 80 años había visto de todo: desde el maltrato físico a la muerte prematura de uno de sus hijos, por no hablar de una cara apenas reconocible tras años y años de cirugías. En “A mulher do fim do mundo”, su voz es puro artificio, deformándose con la seguridad de quien ya no tiene nada que demostrar. Eso por no hablar de la producción del álbum, muy experimental, sucia y abigarrada. A la edad en la que otros graban álbumes de versiones y grandes éxitos, Elza hizo uno de los álbumes más arriesgados de los últimos años, poniendo en entredicho los mitos acerca de la tercera edad.
Lhasa y Elza, Elza y Lhasa. Diferentes e incomparables como son, hay algo que se revela al ponerlas una junto a la otra: cómo dos artistas pueden llegar al mismo punto desde posiciones completamente opuestas. La una, desde la depuración y la simplificación, la otra desde el artificio y el barroquismo. Una desde una carrera truncada, la otra desde lo alto de sus 80 años. Ambas cantando a corazón abierto.
¿Qué es lo que no te convence de las portadas originales?
Para ser álbumes tan redondos, tienen portadas que, en mi opinión, parecen improvisadas en cinco minutos… Ni reflejan la sofisticación de lo que hay dentro ni dan ganas de escucharlos.
¿Nos puedes explicar tu propuesta alternativa?
Haciendo un repaso a álbumes que me gustan, fui eliminando hasta quedarme sin quererlo con estos dos. Y ante la duda: ¿para qué elegir cuando se pueden tener los dos? Siendo propuestas completamente diferentes, me parece que son dos caras de la misma moneda, algo que he querido reflejar con estos diseños.
Y, por último, ¿alguna vez te has comprado un disco por su portada?
Demasiadas. ∎
