Libro

John Fante

HambreAnagrama, 2022

Espera a la primavera, Bandini. O, mejor aún, espera al verano, pongamos que al de 2022, que ya vendrá Anagrama a descongelar la última aventura de John Fante (1909-1983) y a reavivar el culto hacia uno de los grandes narradores del siglo XX. La editorial barcelonesa, es cierto, se lo ha tomado con relativa calma y ha necesitado más de dos décadas, los veinte años que han pasado desde que empezó a sacar al italoamericano del pozo de los autores de culto, para completar el puzzle con “Hambre” (“The Big Hunger. Stories 1932-1959”, 2000; Anagrama, 2022). Nada grave: aquí está, por fin, la ¿última? pieza del universo fantiano. Una sensacional colección de relatos primerizos, prólogos atómicos, capítulos de novelas que nunca vieron la luz y fragmentos que acabarían encajados en otros libros. He aquí, pues, una flamante antología que, pura lógica fantiana, ha pasado de saldarse en la sección de libros a dólar de la Strand de Nueva York a renacer años después en las librerías españolas en cuidada edición y traducción a cargo de Antonio-Prometeo Moya.

También aquí, como en la original norteamericana de 2000, se incluye el prólogo de Stephen Cooper, biógrafo de Fante y “rescatador” de la quincena larga de relatos que aparecieron como por arte de ensalmo en 1994 en cuatro archivadores que Joyce Fante, viuda del escritor, guardaba en su rancho de Malibú. “En contra de la opinión que dice que Fante no guardaba nada que no pudiera usar, descubrí que, además de guiones de televisión y apuntes para guiones, pocos de los cuales llegaron a producirse, guardó docenas de cuentos inéditos, junto con otros que habían aparecido en revistas, pero que después de su muerte no se recopilaron. Ni siquiera Joyce Fante conocía la totalidad de los escritos de John Fante”, recuerda Cooper.

Escritos entre 1932 y 1959 y olvidados en aquellos archivadores entre cheques anulados, fotografías, contratos con estudios de cine y un mechón de su propio pelo, los textos de “Hambre” deslumbran por ser concisos, brillantes y precoces (ahí están, por ejemplo, “Me río yo de Dibber” y “Póngalo en la cuenta”), pero, sobre todo, por regalarle una vida extra a Arturo Bandini. Bandini el antihéroe. Bandini el iracundo, locuaz y encantador aspirante a escritor. Al alter ego de Fante, protagonista de “Espera a la primavera, Bandini” (1938), “Pregúntale al polvo” (1939), “Sueños de Bunker Hill” (1982) y “Camino de Los Ángeles” (1985), que reaparece aquí en su versión más pura y feroz. El niño, el adolescente y el adulto, con sus delirios de grandeza, su ego a prueba de bombas y su bendita insolencia. Destaca, por obsesivo y absorbente, el alucinado y alucinante prólogo ideado para “Pregúntale al polvo”, obra maestra que nació gafada después de que la editorial que la publicó acabase quebrando tras editar el “Mein Kampf” de Hitler sin permiso. El humor y el dolor, la vida misma, liándose a puñetazos para ver cuál de los dos acaba antes en la lona.

Familia, pobreza e inmigración forman aquí también la Santísima Trinidad sobre la que Fante construye sus sueños y anhelos. La cara B del sueño americano y los ecos de la Gran Depresión, engrasando nuevas y divertidísimas historias de inmigrantes filipinos, padres borrachuzos, madres temibles, conquistas imposibles, tenderos soberbios y noches de juerga con los bolsillos vacíos. Fante, maldito renacido y humorista melancólico, en estado puro. La electricidad que atravesó a Bukowski tras leer “Pregúntale al polvo”, dosificada en dieciocho escritos que están, nunca mejor dicho, llenos de vida. ∎

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