Serie

Junji Ito Maniac. Relatos japoneses de lo macabro

Junji Ito(T1, Netflix)
https://assets.primaverasound.com/psweb/nyihb0sshgubgu2dk05z_1674636022596.jpg

Junji Ito (Nakatsugawa, 1963) tiene fama de ser un tipo afable y extremadamente educado. Quizá sea debido a esas buenas maneras con las que el mangaka nunca se ha atrevido a decirle a los productores y cineastas que se han interesado por llevar sus obras al cine y a la televisión algo que, como espectadores, resulta evidente: tratar de adaptar su imaginario al lenguaje audiovisual es una empresa condenada al fracaso.

Desde que en 1998 llegó a las pantallas japonesas la primera de las películas basadas en “Tomie” (1987-2000), uno de los títulos y personajes más célebres de Ito, se han sucedido con regularidad las producciones que trataban de exprimir el filón que ofrece uno de los nombres fundamentales del manga de horror contemporáneo. Y todas, sin excepción, acaban dejando un regusto de insatisfacción. Poco importa que sean fieles o se tomen libertades; el resultado queda vaciado de alma, de intención. Podría tratarse de una maldición de las que con frecuencia atormentan a las criaturas de Ito. Una que el autor sufrió en sus propias carnes cuando se puso por primera (y hasta el día de hoy, última) vez detrás de la cámara en 2011 para realizar “Tomio”, donde avanzó el motivo principal de uno de sus mejores relatos recientes, “Tomio y el jersey rojo de cuello alto” (publicado por primera vez en 2013): la peliaguda situación de un muchacho que, víctima de las malas artes de una bruja, ha de sujetarse permanentemente la cabeza para que no se le caiga.

https://assets.primaverasound.com/psweb/ra4pbofrs2wja3lo9e5o_1674636145050.jpg

La serie de animación “Junji Ito Maniac. Relatos japoneses de lo macabro” (Junji Ito, 2023-) es el último intento por dotar de movimiento a las viñetas de Ito, y en cierto modo recoge el testigo de otra antología animada reciente, “Junji Ito Collection” (Shinobu Tagashira), coproducida por Crunchyroll y estrenada sin especial éxito en 2018. El aval y la difusión internacional de Netflix permitía fantasear con que “Junji Ito Maniac” supondría un esfuerzo por distinguirse entre la ingente producción de anime y alcanzar unos rasgos propios. La realidad, sin embargo, es que se encuentra más cerca de la funcionalidad que de la idiosincrasia de, por ejemplo, “Devilman. Crybaby” (Masaaki Yuasa, 2018).

“Junji Ito Maniac. Relatos japoneses de lo macabro” se estructura en una docena de capítulos independientes de veinte minutos, algunos ocupados por una sola historia, otros presentados como programa doble. La inestabilidad en el formato contribuye a realzar la impresión de irregularidad que emana de la serie, que da cancha por igual a historias que forman parte del canon más ilustre de Ito y a otras mucho más anecdóticas. Entre las primeras, “Los globos de la horca”, en la que la población nipona se ve aterrorizada por la súbita aparición de unos globos con forma de rostro humano que buscan a sus “dobles” entre la gente para ahorcarlos con su cuerda y dejarlos suspendidos en el aire. Entre las segundas, “Los extraños hermanos Hikizuri”, en la que un clan de hermanos organiza dudosas sesiones de espiritismo para contactar con sus padres fallecidos. Más próxima al humor negro que al pavor bizarro, su posición como primer episodio resulta un tanto desconcertante si se pretendía dar con una carta de presentación del tono de la antología. Al menos, la caracterización de los seis hermanos titulares sirve para definir los rasgos de las principales fisonomías itoanas: del ideal de belleza melancólica a los rostros alargados de expresión aviesa o pasmada, pasando por el abatimiento y por los ojos en blanco que definen la perversión.

El calco del trazo de Ito resulta, pues, convincente. Sin embargo, la incorporación de detalles infográficos resulta chirriante y la animación no supera lo pedestre, en la línea de aquellas producciones de anime destinadas a adaptar mangas de serialización larga de manera fidedigna pero poca audacia expresiva. En cualquier caso, la fidelidad mecánica de “Junji Ito Maniac” permite detectar con cierta precisión por dónde sangra la herida de esta y de tantas otras adaptaciones de Junji Ito: por más que se imite el dibujo y se siga la historia al pie de la letra, las imágenes no pueden permitirse los detalles más cruentos de los originales ni, sobre todo, nuestra pausa como lectores. Ese instante en que nos detenemos en una viñeta particularmente temible, deleitándonos en la náusea provocada por un cuerpo retorcido hasta el extremo, por una criatura abismal o por un espectro espeluznante. Arrebatados por el simple hecho de que una mente haya sido capaz de plasmar una estampa tan alejada de lo humano.

https://assets.primaverasound.com/psweb/o1hvotdqqbsbpant3pmj_1674636157489.jpg

Es fácil, por ejemplo, quedar aturdido por el crescendo de ocurrencias salvajes que “Capas de miedo” acumula en poco más de diez minutos, presentando la historia de una joven cuyo cuerpo no posee órganos ni huesos, sino que está formado exclusivamente por capas de piel superpuestas una encima de otra, que su madre arranca para buscar en su interior a la niña pequeña que la muchacha fue años ha. Pero su impresión se diluye si se nos priva de la posibilidad de quedar atrapados en dibujos concretos que funcionan como visiones de pesadilla (un pedazo de piel colgando extrañado, abstracto, de un retrovisor tras un accidente de coche) y que, en su forma original, dan sentido a esta cumbre de lo atroz.

Si el reader’s digest de “Junji Ito Maniac. Relatos japoneses de lo macabro” sirve para que algunos espectadores se interesen por abrir las páginas de “Gyo” (2001-2022) o “Fragmentos del mal” (2013-2014), habrá alcanzado el punto máximo que le permite su modestia. Tendremos que esperar a comprobar si la miniserie basada en la obra maestra de Ito, “Uzumaki” (1998), producida por Adult Swim y con banda sonora de Colin Stetson (idónea elección para crear espirales sónicas de vértigo), sube la apuesta y rompe la mala estrella del japonés en la pantalla. Por ahora, el espíritu de Ito es más fácil de localizar en obras que no le miran directamente a los ojos, pero que sí canalizan el recuerdo de haber sabido leerlo: lo hallamos en las manifestaciones más angulosas del mal encarnado en “It” (Andy Muschietti, 2017); en el tirabuzón de lo ridículo-espantoso con que culmina “Men” (Alex Garland, 2022), si bien se podría discutir si este filme se encuentra más alineado con las coordenadas de delirio corporal de Shintaro Kago; o en el trabajo a partir de un gesto abyecto que “Smile” (Parker Finn, 2022) transforma en una epidemia de muerte tan absurda e implacable como las de “Uzumaki” o “Los globos de la horca”. ∎

El (no bien resuelto) atroz y maníaco espíritu de Ito.
Etiquetas
Compartir

Lo último

Contenidos relacionados