Peter Culshaw y Manu Chao, mano a mano.
Peter Culshaw y Manu Chao, mano a mano.

Entrevista

Manu Chao: la ruta del Desaparecido

Se publica en España “Clandestino. En busca de Manu Chao”, biografía que el periodista inglés Peter Culshaw escribió tras acompañar al músico francés durante sus viajes por Argentina, Argelia, México y Estados Unidos.

En mayo de 2001, más o menos al mismo tiempo que Manu Chao presentaba “Próxima estación… Esperanza” con una rueda de prensa en el Hogar Extremeño de Barcelona, el periodista, compositor y musicólogo Peter Culshaw tomaba un avión para viajar a la capital catalana y entrevistar al exlíder de Mano Negra para el diario conservador ‘The Daily Telegraph’. Culshaw, por aquel entonces firma habitual de ‘The Observer’ y la BBC, venía de Nueva York de entrevistar a David Byrne y se jactaba de ser un interrogador ágil y provocativo. El tipo de periodista capaz de arrancar titulares de los que ahora rebotarían en bucle en las redes sociales y los medios digitales sin demasiados escrúpulos. Con Manu Chao, sin embargo, fue diferente. “Le dije que las letras de sus nuevas canciones parecían haber sido escritas después de encender un porro enorme y anotar lo primero que se le pasaba por la cabeza. ¿Su respuesta? ‘Así es, así es como escribo mis letras’”, recuerda Culshaw, desde un restaurante japonés en algún lugar de Brasil. La conexión es infame y la conversación avanza a trompicones, pero ¿dónde esperaban encontrar a alguien que siempre anda a la caza de nuevos sonidos, a un tipo al que Malcolm McLaren bautizó como “el Indiana Jones de las músicas del mundo”?

Culshaw está en el país sudamericano preparando un nuevo álbum. Su sitio oficial nos avisa de que hay tres en desarrollo –con títulos como “Solaris. Return Of The Golden Dolphins” o “Ministerio del azúcar”– y uno muy próximo. Pero no es por eso por lo que descuelga el teléfono, sino para hablar de Clandestino: En busca de Manu Chao”, biografía que publicó en 2013 (“Clandestino. In Search Of Manu Chao”) y que Libros del Kultrum acaba de editar por primera vez en castellano. Una biografía que, aunque ninguno de los dos lo supiera, empezó a escribirse durante esa entrevista en la que el periodista le afeó que reciclara sus canciones, el músico se fue por la tangente hablando de Jean Cocteau y ambos acabaron bebiendo y tocando, tocando y bebiendo, por las calles de Barcelona. Normal que, años más tarde, cuando un editor le ofreció contrato a cambio de un libro sobre alguien conocido e interesante, a Culshaw le faltasen piernas para ir a buscar al parisino errante; al apóstol del mestizaje que rechazó todo púlpito y Evangelio; al tipo menudo y sonriente, iluso y romántico, que volteó la world music entre samples, pellizcos caribeños y toneladas de “malegría”. ¿Dónde encontrarlo? Fácil: en una casa abandonada del barrio londinense de Brixton, a punto para pinchar de forma casi, ejem, clandestina. A partir de entonces, explica, todo fueron carreras, encuentros furtivos y aventuras quijotescas.

Colombia, 1993. El final del trayecto para Mano Negra. Foto: Youri Lenquette
Colombia, 1993. El final del trayecto para Mano Negra. Foto: Youri Lenquette

“¿Que si Manu es un poco don Quijote? ¡Por supuesto! ¡Y yo fui su Sancho Panza!”, bromea, segundos después de explicar cómo, a mediados de 2007 y durante varios meses, se empotró en una caravana que le llevaría a Buenos Aires, Nueva York, Boston, Glastonbury y Londres acompañando al autor de “Bongo Bong”. Era todo un poco loco”, recuerda. “De repente sonaba el móvil un día y alguien decía: ‘¿puedes estar mañana a las cinco de la tarde en tal plaza de tal sitio?’”. Y, claro, ahí estaba Culshaw. Como un clavo. Hasta que el viaje terminó y el teléfono dejó de sonar. “Al final acabas teniendo la impresión de que es tu amigo, pero sigue habiendo una distancia. Y, a medida que la distancia empezaba a desaparecer, creo que cada vez se preocupaba más de que quizá me estaba acercando demasiado a él”, reconoce.

Eso, sin embargo, llegaría después. Después de brincar de un psiquiátrico de Buenos Aires al desierto argelino y del lago Chapala al barrio parisino de Pigalle. Después de que Chao le dijese que un día le salvó la vida una vaca (literalmente) y le confesase haber conocido al diablo en persona no una, sino dos veces (una de ellas, puntualizó el músico, “era inglés”). Después de, en fin, noches en vela y kilómetros quemados que nuestro protagonista convirtió en una suerte de fusión entre biografía rock al uso y crónica de viajes. “Es casi un nuevo género, un híbrido que funciona”, relativiza.

“Le gusta mantener un perfil bajo, pero, al mismo tiempo, quiere llegar a grandes audiencias. Siempre ha tenido una relación un tanto peculiar con la fama. Además, por más que diga que el dinero es el diablo, sabe que lo necesita para mantener su independencia. Es complicado. Como dijo Keith Richards, ‘la fama es la droga más dura’”

Peter Culshaw

Culshaw, cuyo currículum incluye hazañas como un carísimo artículo sobre la vida y la música de los pigmeos congoleños que, cuenta la leyenda, casi lleva a la quiebra al medio que se lo encargó, hurga en las raíces familiares de José Manuel Tomás Arturo Chao y va juntando todos los puntos entre Hot Pants y Mano Negra. Pero es en la herida abierta de “Clandestino” (1998) donde amarra buena parte de la carga dramática del libro. “Para mí ese disco es mejor que el ‘Sgt. Pepper’s’ de los Beatles”, asegura sobre el debut en solitario de Chao. Un álbum melancólico y trotamundos en el que la pena del mundo –el dolor que fue recogiendo a su paso por México, Bogotá, Chiapas y Río de Janeiro– se convirtió en perfecto reflejo de lo que le ocurría por dentro. Tocado y hundido por el traumático final de Mano Negra, Chao hizo el petate y volvió con el mundo en el bolsillo. “El viaje era una manera de dar esquinazo a la sombra de la depresión”, resume Culshaw.

Bien surtido de anécdotas jugosas –ahí están, por ejemplo, el desengaño de la primera gira estadounidense de Mano Negra como teloneros de Iggy Pop o la sintonía con Joe Strummer–, “Clandestino. En busca de Manu Chao” es también el retrato de un personaje tan apasionado como contradictorio. “Le gusta mantener un perfil bajo, pero, al mismo tiempo, quiere llegar a grandes audiencias. Siempre ha tenido una relación un tanto peculiar con la fama. Además, por más que diga que el dinero es el diablo, sabe que lo necesita para mantener su independencia. Es complicado. Como dijo Keith Richards, ‘la fama es la droga más dura’”. De lo que no hay duda es de que, aún hoy, Manu Chao sigue siendo un tipo escurridizo. El perfecto “Desaparecido”. “Intenté hablar con él cuando se preparaba esta edición, pero su equipo me dijo que estaba muy ocupado”, lamenta. Tampoco sabe si llegó a leer el libro o no. “Siempre que alguien le pregunta dice que se lo leyó su novia, porque él no lee libros… De ser así, sería maravilloso, ¿no crees? Que te lean un libro…”.

Electricidad en el aire: Manu en el escenario de Prospect Park, NYC, 2007. Foto: JJ Medina
Electricidad en el aire: Manu en el escenario de Prospect Park, NYC, 2007. Foto: JJ Medina

El perseguidor

PETER CULSHAW
“Clandestino. En busca de Manu Chao”
(Libros del Kultrum, 2022)

No debe ser nada fácil seguir la pista –no digamos ya atrapar– a un tipo que apenas para quieto. A un músico que ha hecho del viaje y la carretera sus razones de ser. De ahí que, si alguna virtud tiene la biografía de Culshaw, es la de haber convertido en exuberante imagen en movimiento lo que hasta ahora era una foto fija. Un retrato armado a partir de lugares comunes e ideas preconcebidas. La primera parte, cierto, es impecable en cuanto a reconstrucción histórica y construcción del personaje. Pero cuando Mano Chao y Culshaw hacen el petate el libro despega de verdad. Ahí está, claro, el insuperable poderío del testigo directo, la habilidad de un Culshaw que observa y registra. Que lo mismo le tira de la lengua para que defina su pensamiento político (“No puedes cambiar el mundo, pero sí puedes cambiar el barrio”, responde Chao) que captura el momento exacto en que pierde los estribos cuando el filete que ha pedido antes de salir al escenario no llega a tiempo. Es, en cierto modo, el retrato más humano de un artista al que el tiempo ha acabado por encerrar en una jaula de tópicos. Una panorámica completa sobre una vida y una carrera de las que nunca antes nadie –al menos nadie que haya podido contarlo– estuvo tan cerca durante tanto tiempo. ∎

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