Peter Bogdanovich, en 1973. Foto: Evening Standard / Hulton Archive (Getty Images)
Peter Bogdanovich, en 1973. Foto: Evening Standard / Hulton Archive (Getty Images)

Fuera de Juego

Peter Bogdanovich: el Nuevo Hollywood que adoró al Hollywood clásico

El 6 de enero falleció Peter Bogdanovich (1939-2022) a los 82 años. Con él desaparecía no solo un cineasta notable, autor de algunas de las obras que pusieron los cimientos del Nuevo Hollywood, sino un director auténticamente cinéfilo, que transmitió su amor por los grandes clásicos en prácticamente todas las etapas de su obra.

Hace tiempo que circula por las redes un impagable fragmento de vídeo de una entrevista de Peter Bogdanovich a John Ford en la que el cineasta veterano parece trolear al joven entrevistador con sus respuestas. Más allá de la gracia viral de la secuencia, el clip pone de manifiesto el abismo generacional entre el Hollywood clásico y el Nuevo Hollywood en lo que a autoconciencia de la autoría cinematográfica se refiere. Pero también deja claro el vínculo de admiración y profundo conocimiento con que Bogdanovich se aproximó a la figura de John Ford, de la misma forma que hizo con las de Howard Hawks y, sobre todo, Orson Welles.

Peter Bogdanovich perteneció a la primera hornada de cineastas que, a finales de los 60 y principios de los 70, debutaron en el cine estadounidense desde una formación más cinéfila que práctica, marcados por la política de los autores de ‘Cahiers du Cinéma’. Los jóvenes airados del Nuevo Hollywood querían subvertir la industria desde dentro y lo hacían desde un orgullo autoral del que habían carecido sus antecesores. Como Jean-Luc Godard o François Truffaut, Bogdanovich también fue crítico antes que cineasta, y convirtió su práctica cinematográfica en otra forma de reivindicar su canon cinéfilo. Pero, mientras colegas como Martin Scorsese, Brian De Palma o Paul Schrader homenajeaban a cineastas europeos y asiáticos, él se convirtió en el gran valedor del Hollywood clásico, tanto en su vertiente como ensayista como en su faceta como director.

Peter Bogdanovich dirigiendo “La última película”. Foto: John Springer Collection / Corbis (Getty Images)
Peter Bogdanovich dirigiendo “La última película”. Foto: John Springer Collection / Corbis (Getty Images)

Como otros coetáneos, Bogdanovich se adentró en el oficio de la mano de Roger Corman (añadiendo escenas para el mercado americano a precarias producciones de género soviéticas que adquiría este), y debutó en 1968 como director conTargets” (en España, “El héroe anda suelto”), una reflexión metacinematográfica sobre las mutaciones del terror dentro y fuera de la pantalla. Aunque fue su siguiente obra, La última película” (1971), la que le granjeó un culto instantáneo. Menos bruta, más estilizada que su ópera prima, Bogdanovich demostró con este título su capacidad para convertir el cine en un territorio emocional donde destilaba la profunda melancolía por la pérdida de la inocencia y de toda una forma de concebir América. Su adoración por la era clásica lo condujo a actualizar géneros e imaginarios de esa época en títulos como “¿Qué me pasa, doctor?” (1972), que remeda los modos de la screwball y, en su mejor segmento (la persecución enloquecida por las calles de San Francisco), recoge la energía cinética y la subversión de las leyes físicas del slapstick. No por casualidad la última película de Bogdanovich, “El gran Buster” (2018), fue un homenaje documental al genio de Buster Keaton. También forman parte de esta etapa la magistral Luna de papel (1973) y “Nickelodeon” (1976) –en España, “Así empezó Hollywood”–, homenaje a los pioneros del cine. Firma igualmente títulos menos logrados como “Una señorita rebelde” (1974) al servicio de su actriz fetiche de la época, Cybill Shepherd.

Peter Bogdanovich preparando una escena con Cybill Shepherd en “La última película”. Foto: Getty Images
Peter Bogdanovich preparando una escena con Cybill Shepherd en “La última película”. Foto: Getty Images
Los primeros éxitos de Bogdanovich y de otros colegas del Nuevo Hollywood avivaron la idea de que disponían de un cheque en blanco dentro de la industria. Pero otros fracasos y una relación cada vez más problemática con una industria que no tardó en descubrir un nuevo modelo de negocio, el blockbuster, que les resultaba mucho más rentable, acabaron con el espejismo. Para Bogdanovich todo estalló con Todos rieron” (1981), una deliciosa incursión en la comedia coral y romántica de regusto neoyorquino que suponía el gran debut para su nueva pareja, la actriz Dorothy Stratten. Por un lado, el estudio se desentendió del filme y Bogdanovich se arruinó al intentar distribuirlo por su cuenta. Por otro, Stratten fue asesinada por su exmarido en uno de los crímenes machistas más brutales de la historia del show business norteamericano. Ni el director ni su carrera llegaron a remontar del todo y nunca recuperaron el pulso de los años 70.

“Todos rieron” (1981), con Audrey Hepburn.
“Todos rieron” (1981), con Audrey Hepburn.
Menos llamativa y más irregular, la siguiente etapa de la trayectoria de Bogdanovich cuenta con títulos muy reivindicables, como “Texasville” (1990), la secuela de “La última película”. En algunos hace notar su afición a ciertas tradiciones de música rock y country típicamente americanas, como en “Máscara” (1985) y en la estimable “Esa cosa llamada amor” (1993), otra comedia dramática de enredos amorosos ambientada en el mundo del country, que no solo supone una de las últimas apariciones en pantalla de River Phoenix, sino que también contiene la que probablemente sea la mejor interpretación de Sandra Bullock. El mastodóntico documental que le dedicó a Tom Petty Runnin’ Down a Dream” (2007) adolecía, sin embargo, de esa excesiva solemnidad propia del rockumentary-tributo más convencional. “The Cat’s Meow” (2001) resultó una última incursión en el universo del Hollywood clásico, aquí en torno a uno de los escándalos más sonados del cine de los años 20. Bogdanovich cerró su carrera en la ficción con Lío en Broadway” (2014), última muestra de su dominio de la comedia de enredos con un toque Lubitsch, en que además reunió a algunas de las mujeres de su vida y obra como Cybill Shepherd y Louise Stratten (hermana de Dorothy y coguionista de la cinta). Una celebración de la fugacidad del amor y del erotismo sin ataduras ni rencores que resulta totalmente rompedora en el Hollywood contemporáneo. ∎

Cuatro clásicos modernos


“Targets. El héroe anda suelto” (1968)

En su ópera prima, impactante como pocas, Bogdanovich anticipa la desazón nihilista que empapará la década de los 70, al tiempo que inaugura la era del serial killer moderno prefigurada por “Psicosis” (Alfred Hitchcock, 1960). Su protagonista es hijo del horror del Vietnam y del estilo de vida suburbial que ha arrasado con esa América de toda la vida que el director llorará en “La última película”. Aquí los cines de pueblo y de barrio ya han dado paso a los drive-in, y los monstruos de la vida real resultan más terroríficos que los de la gran pantalla.


“Luna de papel” (1973)

En la más conseguida de sus películas “de época”, Bogdanovich trasplanta las dinámicas de pareja de la screwball comedy a la relación paterno-filial que desarrollan un pícaro y una menor que probablemente sea su hija (Tatum O’Neal subvirtiendo los roles de niña en el cine de Hollywood) en ruta por los Estados Unidos de la Gran Depresión. Una incursión en la “Americana” cinematográfica desde la perspectiva de los desamparados y supervivientes, con una espléndida fotografía en blanco y negro de la mano de László Kovács que se convierte en un homenaje al cine de Orson Welles.


“Máscara” 
(1985)

Bogdanovich ya se había acercado a la subcultura motera en sus primeras colaboraciones en la serie Z de Roger Corman. En este inesperado drama con joven “diferente” en el centro, un grupo de Ángeles del Infierno se convierten en la familia alternativa del protagonista, que sufre displasia craneodiafisaria. El director lleva a cabo una reivindicación en presente de la América popular y menos hegemónica y, a la vez, sirve a Cher, la madre vital y luchadora, su mejor papel en el cine. En la banda sonora de la primera versión comercializada suena Bob Seger, pero en el director's cut la música es, como deseaba Bogdanovich, de Bruce Springsteen.


“¡Qué ruina de función!”
(1992)

El culto a la comedia disparatada en la carrera del estadounidense llega a su culmen con la adaptación de “Noises Off” (1982), la muy popular farsa teatral de Michael Frayn. Como Alain Resnais en varias de sus últimas películas, Bogdanovich sublima el vodevil al tiempo que pone en evidencia la complejidad endiablada y plenamente moderna de sus estructuras y de sus tempos internos. El ejercicio metanarrativo y la pura risa desternillante se dan la mano en un filme maravilloso que, como tantos otros del director, fracasó en taquilla. ∎

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