Álbum

Ben Harper

Bloodline MaintenanceChrysalis-[PIAS] Ibero América, 2022

Se le puede discutir la inventiva, la ruptura o la originalidad, pero nunca el oficio ni la versatilidad. Ben Harper siempre ha mostrado un sentido unificador y voraz de la música negra, casi panteísta, como corresponde a alguien que se crió escuchando folk, blues o jazz y que mantuvo siempre en los lugares nobles de su ideario a Bob Marley, Bill Withers o Marvin Gaye. El decimosexto álbum de su carrera, a 28 años ya de su debut, no es una excepción. Y quizá por contraste con el instrumental Winter Is For Lovers (2020), puede que también por la necesidad de encauzar su visión de la torrencial actualidad que ha ido lloviendo (o atronando) desde mediados del primer año pandémico, especialmente convulso en su país, este “Bloodline Maintenance” se proyecta como un auténtico manifiesto vital y ético, a sus 52 años. Más Marvin Gaye que nunca, en esencia, aunque el soul pata negra aquí solo sea la masa de la cocción, en el mejor de los casos.

Otro detalle que alimenta su fijación con la sonoridad de los años 70: el protagonismo (de nuevo) del clavinete ondulante de Larry Goldings, tan similar al del “Superstition” (1972) de Stevie Wonder, en “Need To Know Basis”, precisamente uno de sus cortes más discretos. En el extremo opuesto, por lo que revela de contemporaneidad y cierto aventurismo, se sitúa la espléndida “Problem Child”, un blues que deriva en jazz sobre breaks de hip hop, un desarrollo más que interesante, para resaltar la ineficiente distribución de la riqueza en el mundo y sus enormes bolsas de pobreza. Si hubiera que hincarle el diente con prisas por algún punto de su minutaje, yo lo haría justo ahí.

Entre ambas, el californiano pone el dedo en la llaga del racismo estructural norteamericano a ritmo de ardiente soul rock (“We Need To Talk About It”, con sus coros leoninos), se marca una espiritual introducción góspel a capela para concienciar sobre el cambio climático en “Below Sea Level”, se pregunta cuándo empezó todo a irse al carajo hasta llegar a nuestro nuevo desorden mundial al son del soul-funk de “Where Did We Go Wrong”, apela al blues para insuflarnos esperanza en “Knew The Day Was Comin’” y remite al mensaje de amor del soul más prístino con ese clasicazo instantáneo que es “More Than Love”, ante cuyo inicio es imposible no acordarse del “Stand By Me” (1961) de Ben E. King. Al igual que cuesta no pensar en la escuela soul sureña de Muscle Shoals cuando suena “Smile At The Mention”.

Conciencia social y racial, algo de desgarro y un mucho de anhelo y confianza en el futuro son los principios activos que el de Pomona hace valer hasta desembocar en el cierre acústico de “Maybe I Can’t”, nutriendo un repertorio que no deja de buscar soluciones tradicionales a problemas y necesidades que –reconozcámoslo– también lo son, y procurando nuevos argumentos para quienes se hayan acercado a sus recientes conciertos de Barcelona, Roses y Madrid. ∎

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