Geir Jenssen suele echar mano de la literatura –el título de su álbum “Autour de la Lune” (2004) es también el de una novela de Julio Verne–, de temas medioambientales, como la energía nuclear y el milagro económico japonés –“N-Plants” (2011)–, del folclore ruso y de la Europa del Este, que no es lo mismo, con el brumoso bosque Wolski como telón de fondo –“Departed Glories” (2016)–, de la fantasmagoría del cine –“The Petrified Forest” (2017)–, o de la música clásica para deconstruir de forma no menos fantasmal el cuarteto de cuerda nº 14 de Beethoven –“Angel’s Flight” (2021)–, revistiendo así su constante reinterpretación de la electrónica de un trasfondo extramusical que le sirva de inspiración y dote de sentido. El caso de “Shortwave Memories” es algo más abstracto.
Su álbum número veintidós –si no cuento mal, incluyendo colaboraciones y excluyendo directos– no supone un regreso al territorio de “Novelty Waves” (1995), el solitario éxito comercial de Biosphere –la marca Levi’s lo recicló en uno de sus spots publicitarios–, pero sí propone una mirada atrás, más allá incluso de su época con Bel Canto, trío de protodream pop con quienes Jenssen llegó a escribir dos álbumes. El momento de “memorias de onda corta”, un título que remite a Pensacola y la inteligencia extraterrestre, es la adolescencia del artista noruego, o sea, finales de los años 70 y principios de los 80. En términos musicales, la era dorada del post-punk electrónico y las mejores producciones de Daniel Miller o Martin Hannett. No es ningún secreto que bandas como Depeche Mode o New Order influyeron en el techno, el house y sus variantes posteriores.
Pero las habituales miradas al pasado de Jenssen nunca son nostálgicas o miméticas, al menos no en su sentido menos creativo –en términos estéticos se diría “poiético”–, sino productivas, transformadoras y con un enorme peso específico en el método de trabajo. Modus operandi que esta vez ha consistido en desempolvar un rack completo de hardware analógico: cajas de ritmo Roland, secuenciadores Prophet, apasionantes sintetizadores primitivos, como el duofónico ruso Polivok, filtros modulares y unidades de efectos. Instrumentos pre-software, sin las facilidades de hoy en día, básicamente, sin preajustes ni almacenamiento de memoria, lo que sin duda ha introducido mayor frescura en el sonido del álbum, además de un mayor reto al tener que programarlo todo desde cero.
Detalles de cocina cuya revelación definen tanto el resultado material como su percepción exterior, proponiendo de paso una cuestión interesante: en la aleación o fórmula estética de una época, estilo y propuesta concreta, cómo se distribuyen factores determinantes como el talento y la personalidad del artista, su contexto cultural y social, o los recursos tecnológicos a su disposición. El caso es que Jenssen no solo ha sabido manejarse con todo su abultado –y asilvestrado– aparataje vintage, sino que “Shortwave Memories” suena, de alguna forma, a Robert Rental y Oppenheimer Analysis. El bajo de “Tanβ” es tan próximo a “ICB” –los New Order de Peter Hook– como al John Foxx de los pasos subterráneos, “Infinium” remite al “Nommos” de Craig Leon, y el propio corte “Shortwave Memories” irradia la toxicidad del Vangelis más cósmico y replicante. Pero Jenssen sabe que la replicación exacta no solo es imposible, sino del todo indeseable.
Es verdad que Biosphere se aproxima por primera vez en mucho tiempo a los esquemas del pop: notas melódicas, cierta narrativa sci-fi, reducción de minutaje –salvo el jam neobleep de “Transfigured Express”, con su pequeño guiño a Kraftwerk–, por lo que cabe imaginar cómo habría sonado “Shortwave Memories” con un buen vocalista. Un trabajo, como es habitual, de cuidada sonoridad situada entre un techno espacioso y un ambient crudo que camina sin respiro –los temas se escuchan en un solo mix– entre lo tímbrico –ese aroma casi táctil de la memoria musical que se inserta epigenéticamente en el cerebro hasta convertirse en algo instintivo– y lo rítmico. Faceta esta última que recupera Biosphere con elegancia y meticulosidad científica, introduciéndote en un mundo remoto y pulsante, hipnótico y sutilmente repertorial, envolvente y cinematográfico. Una gozada. ∎