Álbum

Burruezo & Nur Camerata

al-MajnúnSatelite K, 2021

El periplo artístico de Pedro Burruezo ha seguido una línea coherente, desde el pop arrebatado de Claustrofobia a la mística sufí que desprende su proyecto Nur Camerata, con el que pública “al-Majnún”, título en árabe que significa “el loco”, especificado en la portada en cinco lenguas. Pero, cuidado, porque, tal como enseña Nasrudín, personaje clásico de la tradición popular sufí, considerado el Quijote islámico, los locos pueden ser los más cuerdos e ingeniosos.

Burruezo aparece en la portada ataviado como un santón, uno de esos sabios arábigo-andalusíes a los que tanto admira. La reflexión, lo meditado y las plegarias al “Amado” se imponen en alardes de sincretismo como “San Juan Canta Ya Rasha El Fettan”, que mezcla versos de San Juan de la Cruz con una melodía flamenca propia y una canción tradicional andalusí de Argelia. Lo andalusí lo empapa todo, desde los títulos “The Andalusi Blues Project” y “Anti Al Marr Al Andalusiyya”, hasta el aroma de unas canciones que remiten al aura de sabiduría que se vivió en la península en el largo período de dominación musulmana, cuando en al-Andalus convivieron las tres culturas, algo en lo que hacen hincapié la preciosa canción andalusí medieval “Leylum Adyib (En ausencia del vigilante)” y “Dos jarchas en mozárabe y un estribillo para habibi”.

El afán transcultural lo lleva a componer “La sardana de la Jamila”, cuyos melismas llegan a rivalizar con los de los cantantes iraníes, o una emocionante “Havanera sufí” que transporta de Palafrugell a Esmirna. Influenciado por Gregorio Paniagua, la poesía mística de Teresa de Jesús, las nubas, el flamenco, la tradición sefardita o la música popular catalana, alterna castellano, catalán y árabe. Trabajándose los arreglos al detalle junto a un estrecho equipo de colaboradores, como Robert Santamaría, que además de coproducir y tocar teclados se ocupa de qanun y santur, y el veterano percusionista Jordi Rallo. Violín, chelo y flauta contribuyen a dar a la música un elegante tono acústico de cámara, en unas canciones en las que Burruezo canta, toca la guitarra española y se ocupa del buzuki y del inseparable mondol, o mandola argelina, un instrumento de la familia de los laudes.

Además de una nana propia, “Layla Sayda”, pone colofón al trabajo “Qalbi andalusí (De-construcción Istihlal)”, que tal como indica el título es un acercamiento a una antigua nuba del siglo XII, compuesta por Ibn Bayya (Avempace), que fue discípulo de Averroes, y que, según indican algunas voces autorizadas, está en el origen del himno español; sea como fuera, la canción es otra muestra de la voluntad de Burruezo de acercar el folclore ancestral a un modo de hacer contemporáneo, con unas filigranas melódicas en las que se permite rimar “el sabio de la zagüiya” con el canto “por qasida y por seguiriya”, en un “Sabr (Paciencia)” en el que vuelve a emular el canto persa.

La nueva corriente del pop español que mira a las raíces tiene en Burruezo a un maestro que lleva ya muchos años y discos indagando en un legado que durante ocho siglos dejó una huella cultural imperecedera. Y su café mediterráneo y oriental ha logrado una audiencia internacional, si tenemos en cuenta conciertos recientes en Larache, Wroclaw o la Universidad de Postdam. Ajeno a cualquier corriente y moda, afirma que lo único que le interesa es hacer música emocionante; crear belleza para compensar el tiempo de desolación que nos ha tocado vivir y que nos conduce, si algún milagro no lo remedia, hacia un gran colapso. Mientras, también ha encontrado tiempo para guionizar y codirigir el documental divulgativo, disponible en YouTube, “Sufisme BCN espiritualitat, música, ecologia”. ∎

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