Cécile McLorin Salvant y Jazzmeia Horn son dos cantantes y compositoras norteamericanas, una de Florida y la otra de Texas. Ambas son buques insignia del jazz vocal en este primer tercio de siglo. En la música lo primero es llamar la atención, lo segundo crear interés y lo tercero, y más importante, ganarse el respeto de los distintos agentes de esa industria. Las dos lo han conseguido a partir de talento y una tenacidad de acero. La prueba del algodón fue la participación en el Thelonious Monk International Jazz Competition, que marca un antes y un después en el mundo del jazz. La de Miami lo ganó en el 2010, y la de Dallas, en el 2015. McLorin también está en la lista de ganadores a los Grammy. Además, comparten liderazgo y la visión de hacia dónde quieren dirigirse dentro y fuera del jazz.
Con este disco, McLorin, de educación francesa por orígenes familiares, alcanza una de sus cimas artísticas al hacer evidente que es posible ensanchar los territorios estilísticos sin perder de vista que el epicentro de “Ghost Song” es el jazz. Su concepto de jazz. La vocalista, autora de siete tunes, abre la grabación con una elegante versión de un clásico del pop, “Wuthering Heights”, 1978, de Kate Bush. Luego nos hipnotiza en “Optimistic Voices”, del filme “El mago de Oz”, 1939, para después acercarnos a emotivas canciones como la que da título al álbum, “Ghost Song”, con un cierre espléndido del Brooklyn Youth Chorus. Entre anhelos, fantasmas y nostalgia, la norteamericana se crece. Así ocurre en “Dead Poplar”, resultante de una carta escrita por un referente de la cultura del siglo XX, el fotógrafo Alfred Stieglitz, a su esposa, otro icono, la pintora Georgia O’Keeffe.
La fiablidad de la propuesta también pasa por las composciones propias, en las que la cantante se luce en los fraseos y los ritmos vocales, como en la teatral “Obligation”, la singular y oscura “I Lost My Mind” y en dos midtempos: la melancólica y envolvente “Moon Song” y la balsámica “Thunderclouds”. Además de la divertida versión de “The World Is Mean” del musical “La ópera de los tres centavos”, de Kurt Weill, Bertolt Brecht y Marc Blitzstein. De manera simétrica, Cécile McLorin Salvant cierra el disco con una pieza tradicional, “Unquiet Grave”, interpretada a capella en sean-nós, un canto gaélico tradicional. Este excelente álbum certifica que el jazz se contamina de buenas canciones sin necesidad de fusionarse y, al tiempo, de manera natural, se expande desde sus propias esencias. ∎