Álbum

Cowboy Junkies

Such Ferocious BeautyLatent-Popstock!, 2023

La rabia que nos atraviesa no nos pertenece. Es la última frase que se escucha en la película costarricense “Tengo sueños eléctricos”. En “Such Ferocious Beauty” no es la rabia, sino la pérdida, la que atraviesa el relato. Y es una pérdida que sí que pertenece a los tres hermanos Timmins –Margo (voz), Michael (guitarra) y Peter (batería)–, quienes, acompañados como siempre por su viejo amigo Alan Anton (bajo), han creado una obra alrededor de la demencia de su padre, John Timmins, dolencia que lo llevó a la muerte en 2022. “Me levanté esta mañana, no sabía quién era, miré la habitación, no sabía dónde estaba”, es la primera frase que se escucha en este álbum, la que abre la canción “What I Lost”, escrita desde la perspectiva del progenitor fallecido cuando estaba enfermo.

Ya en el disco “Ghost” (2020) lo que les marcó el camino fue la muerte de su madre, acaecida en 2018. Estamos, pues –en su primer álbum con canciones suyas, no de versiones, en cinco años–, ante eso tan de Cowboy Junkies, eso con lo que llevan casi cuatro décadas, de ir dibujando nuevas cicatrices sobre viejas heridas. En ese sentido, hay que aplaudir que el cuarteto canadiense, aun haciéndose un claro autorretrato, no nos esté intentando vender diez selfis: aquí, en estas diez letras, no se persigue la pretenciosidad, sino que se busca la empatía, la conexión con quienes le encontremos un significado catártico a lo que nos cuentan: que nada dura para siempre, que el próximo en decir adiós podrías ser tú, o tú, que si la impermanencia nos espera a la vuelta de la esquina, que qué difícil es construir algo y qué fácil romperlo.

Nos lo refieren a través de una homilía que a sus fans les resultará familiar, pero en la que también se percibe la voluntad de ir más allá: se muestran algo más vulnerables de lo habitual, se les nota también más urgentes, menos calmados en su intensidad melancólica, se adentran por momentos en terrenos más oscuros (que, si nos hiperventilamos con las etiquetas, los podríamos llamar dark ambient)… Aunque en cada nueva analítica que se les haga casi calquen el resultado de la anterior, bajo ese radar, desde su discreción, siguen sabiendo mostrarse ambiciosos, con su americana etérea destilando ya tanta denominación de origen (no sabría decir si el cuarteto de Toronto ha creado escuela, pero sí que son cuatro maestros) que hasta podría llamarse canadiana.

En fin, que todas las familias tienen dolores. Y algunas deciden que mejor mostrarlos. Los Timmins son de esos y lo hacen así de bien, con esta belleza tan feroz, apelando a su verdad, sin cinismos posmodernos. ∎

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