No pasan los años por Damien Jurado, querubín de voz de plata y sensibilidad extrema que sigue operando a su manera, volando bajo radares convencionales y sacudiéndose las canciones de encima como si le quemasen en las manos. Y no, no es una manera de hablar: no hace ni un año que publicaba el notable “Reggae Film Star” (2022) y aquí está de nuevo con “Sometimes You Hurt The Ones You Hate”. Ocho canciones en 22 minutos, récord a la baja para un cantautor al que nunca ha gustado demasiado irse por las ramas, y un arranque memorablemente turbador con “James Hoskins”, sarpullido psicodélico inspirado en un tipo que en 1980 secuestró a nueve personas en las oficinas de una emisora de televisión de Cincinnati después de haber asesinado a su novia. No llega al “John Wayne Gacy, Jr.” de Sufjan Stevens, pero se le parece un poco.
Así que “Sometimes You Hurt The Ones You Hate”, tercer disco que se autoedita el de Seattle en su sello Maraqopa Records, dura un suspiro, algo que, en en estos tiempos de minutajes excesivos para casi todo, podría parecer un síntoma de flaqueza. La debilidad del cantor que ya no tiene nada qué contar. El músico que no se atreve con las distancias largas porque solo sabe pensar a pequeña escala. Todo memeces, claro. Porque “Sometimes You Hurt The Ones You Hate” es un destilado esencial del mejor folk-pop. Una versión hiperconcentrada del talento de Jurado en la que no sobra absolutamente nada. Veinte minutos es, de hecho, todo lo que necesita el autor de “I Break Chairs” (2002) para invocar al espectro de Nick Drake, sacar a pasear esa voz capaz de hacer llorar la listín telefónico e hincar la rodilla ante el soulman Frank Bell con el folk arrebatado de “Mr. Frank Bell”. Arrebatado y frondoso.
Porque, además de breve, “Sometimes You Hurt The Ones You Hate” es también uno de los discos musicalmente más exuberantes que ha grabado Jurado en los últimos años. No falta el multinstrumentista Josh Gordon, compinche habitual del estadounidense, pero también desfilan por aquí cuatro coristas, un trío de vientos, otro de cuerdas… Adendas instrumentales con las que el cantautor se lanza a la conquista del himno folk-pop, ya sea en su versión espiritual y gozosa (“I Was A Line”) o en su encarnación más bucólica y pastoral (“A Lover, A Balcony Fire, An Empty Orchestra”).
Tirando del hilo de “Neiman Marcus”, single de presentación en el que ya jugaba a vestirse de atildado crooner crepuscular, Jurado asoma la cabeza por los dominios de Neutral Milk Hotel, picotea del rock años cincuenta y se lee a sí mismo del derecho y del revés para dar forma a majestuosas miniaturas como “A Buildings Kind Of Building” o la sensacional “In A Way Probably Never”, centro de gravedad de un disco que pasará como obra menor pero que cotiza a alza en el catálogo de ensalmos y delicias del dulce cantor de Seattle. ∎