El cantautor Damir Imamović (1978), originario de Sarajevo, culmina con su sexto álbum la ascensión al Olimpo del sevdalinka o sevdah, un género folclórico de Bosnia y Herzegovina y una palabra, derivada del turco otomano, que se refiere al anhelo intenso y desolado asociado con el mal de amor y el amor no correspondido. Cantado tradicionalmente por mujeres –las más célebres: Nada Mamula, Beba Selimović y Zehra Deović–, es el equivalente de los Balcanes al blues, al tango, al fado o al rebético. No extraña que el último, y recomendable, disco de los legendarios Mostar Sevdah Reunion se titule “Lady Sings The Balkan Blues” (2023). Hablamos de una música honda, doliente y muchas veces trágica, con un fuerte perfume oriental; no en vano Imamović se acompaña del tambur, o tanbur, un instrumento de cuerda pulsada de origen asiático.
Antes de recalar en el prestigioso sello Smithsonian Folkways, ya tenía una carrera internacional que incluye un penúltimo disco, de significativo título “Singer Of Tales” (2020) –inicio de su estrecha relación con Joe Boyd que además cuenta como músico invitado al eminente contrabajista Greg Cohen–, y otro anterior, “Dvojka” (2016), en Glitterbeat, producido y mezclado por Chris Eckman, en el que con canciones como “Sarajevo” o “Tambur” reivindica el legado de su padre y de su abuelo, ambos leyendas del sevdah en la edad de oro del estilo, a mediados del siglo pasado. Pero es una música que se remonta al siglo XV, por eso los autores de muchas canciones son desconocidos. Se trata de folk tradicional que combina elementos orientales, europeos y sefarditas. Una música única y distintiva, de tempos lentos y arrebatada pasión, que transmite una gran melancolía. La primera autora conocida es la poeta Umihana Cuvidina (1794-1870), nacida en Sarajevo cuando formaba parte del imperio otomano. Pero fue a principios del siglo XX cuando el sevdah tomó carta de identidad.
Es en esa época en la que se sitúa “The World And All That It Holds”, la épica nueva novela de Aleksandar Hemon, escritor de origen bosnio afincado en Estados Unidos. Más concretamente en el fatídico 1914, cuando fue asesinado en Sarajevo el archiduque Francisco Fernando de Austria, el heredero de la corona del Imperio Austrohúngaro, hecho que desencadenó la Primera Guerra Mundial. En la ciudad viven los dos protagonistas. Uno es Rafael Pinto, judío de origen sefardita, farmacéutico, homosexual y opiómano; un cosmopolita que habla cuatro lenguas: bosnio, alemán, turco y spanjol, que es como se llamaba en Bosnia la lengua sefardita, el ladino. Pinto está enamorado de Osman, un soldado musulmán. Según explica Hemon en las notas del disco, “su amor sobrevive guerras, atrocidades y revoluciones mientras los amantes viajan a lo largo de los años de Sarajevo a Shanghái. En el camino, al margen de los peligros y la desesperación que encuentran, se cantan el uno al otro”. Y dado que las canciones son cruciales en el desarrollo de los personajes, el autor pensó en proponerle a Damir Imamović que “grabara un disco con ellas y que además compusiera algunas inspiradas en el amor entre Pinto y Osman”. El plan era que la música que ilustra esta historia de amor gay fuera a la vez la banda sonora del libro y un álbum en sí mismo, “dos obras de arte soberanas trabajando juntas y permitiendo una experiencia que es más que la suma de los dos”.
Solo hemos podido escuchar el disco y realmente funciona de maravilla, al margen del libro, y más teniendo en cuenta que ha sido producido de nuevo por el legendario Joe Boyd –Pink Floyd, Incredible String Band, Nick Drake, Fairport Convention, R.E.M., “Songhai” y un largo etc.– y su señora Andrea Goertler, que ya fueron responsables de un magnífico álbum de música balcánica, acreditado al grupo Saz’iso: “At Least Wave Your Handkerchief At Me. The Joys And Sorrows Of Southern Albanian Song” (2017).
Integrado por composiciones propias, viejas canciones sefarditas y clásicos del sevdah reimaginados, se grabó en Sarajevo, en directo en el estudio, con una formación que incluye a Damir Imamović (voz, tar y tambur), Ivan Mihajlović (bajo), Nenad Kovačić (percusión) e Ivana Đurić (violín). Como músico invitado figura Mustafa Santic, del grupo Mostar Sevdah Reunion, al acordeón y clarinete. El tema inicial, “Sinoć” (“La última noche”), lo escribió tras leer los primeros esbozos de la novela; se acompaña del tar, un instrumento muy usado en el Asia Central, donde se desarrolla la historia, que junto con el violín contribuye a dotar de dramatismo una canción que refleja el tormento por la ausencia del amado. La sigue “Bejturan” (Ajenjo), con un ritmo más alegre, en contraposición con una voz que canta con jondura la apasionada historia de amor entre un héroe épico bosnio y el hada que le otorga su fuerza.
La primera canción sefardita es “Anderleto”, una muy añeja balada folk en spanjol, que narra la historia de una reina que confiesa por error su adulterio y a la que el tar procura un aroma de cuento oriental. Otra adaptación es “Teško je ljubit tajno” (“Es duro amar en secreto”), una canción del repertorio tradicional del sevdah –en el que es habitual hablar del amor escondido– que refleja a la perfección la dulzura de un fruto prohibido y las ganas de poderlo compartir, con tristeza y a la vez con convicción. Otra pieza tradicional adaptada para la ocasión es “Kad ja pođem draga” (“Cuando me vaya, querido”). La cantaban los partisanos de Tito en su lucha contra los nazis y es una triste historia que habla con gran sentimiento de desafiar a los soldados para acercarse a la tumba del amado asesinado.
Mucha nostalgia y un aroma totalmente balcánico, que empuja a marcarse unos pasos de baile, rezuma “Harmoniko” (“Acordeón”), a dúo con Mustafa Santic, escrita en honor a la cantante y acordeonista Tarah Tahirbegović, que fue su amiga intima y lo impulsó a dedicarse profesionalmente al sevdah. La lectura de la novela le inspiró “Osmane”, dedicada a uno de los protagonistas y que, según explica, se la imagina como “un grito de amor y a la vez una marcha fúnebre”, haciendo de un deseo íntimo una pasión solemne que termina con estos versos: “Cuando te entierren / Si mueres joven / Esconderé tus huellas / Así el diablo no las podrá ver”.
Aunque confiesa que se siente inseguro cantando en ladino, una lengua que hace tiempo ha desaparecido de las calles de Sarajevo, se atreve de nuevo en “Madre mija si mi muero”, una canción que aprendió de Flory Jagoda (1923-2021) –cantautora bosnia de origen sefardita–, y que en la novela canta Pinto recordando el calor del hogar y el amor de su madre, con una letra en la que de nuevo la muerte es protagonista y un arreglo en el que el tambur se convierte en algo similar a una guitarra española para dar a la canción un emotivo tono latino.
Con “Snijeg pade” (“La nieve ha caído”) llegamos a la cúspide del repertorio del sevdah; una canción que celebra la libertad de amar y que antes clamaba contra los matrimonios concertados, del mismo modo que ahora se ha convertido en himno del movimiento LGBTIQ+ de los Balcanes, gracias a unos versos que dicen: “Let everybody love whoever they want. And those who don’t want should not impose”. La voz de tenor de Imamović, poderosa y exquisita, y su trémulo tar la convierten en una especie de maqam oriental y en un clamor por el amor libre que duele hasta la lágrima. Después de esta arrebatada cumbre, la canción “Nočes, nočes” (“Noches, noches”), que aprendió en un viejo disco de Deutsche Grammophon, nos traslada de nuevo al universo judeoespañol, con un toque de tambur y unos melismas vocales que mezclan jondura y perfume otomano. Para acabar se reserva “Koliko je širom svijeta” (“Tan vasto como el mundo”), otro estándar del sevdah, que hizo célebre su abuelo Zaim Imamović, para hablar de la soledad de los emigrantes; está rubricada por un lacónico clarinete que ayuda a que la morriña a la que induce el quejido de la voz sea totalmente desoladora y al mismo tiempo muy emocionante. ∎