Más de siete años después de “Not To Dissapear” (2016), diez del EP “Youth” (2013) y pasadas ya experiencias paralelas como la banda sonora de la aventura gráfica “Life Is Strange. Before The Storm” (Webb Pickersgill y Chris Floyd, 2017) y el proyecto en solitario de la cantante Elena Tonra, Ex:Re, Daughter regresan con un tercer trabajo en el que aseguran ofrecen su versión más optimista. Lo hacen fundamentalmente a través de las producciones y algunas de las canciones más animadas que el trío londinense jamás haya publicado, pese a que entren en conflicto interno con unas letras que, aunque en general han renunciado a la desesperación y a la ira y han adoptado una madura resiliencia, siguen apostando más por la melancolía.
Y es que este “Stereo Mind Game” se estructura, realmente, en torno a los contrastes: “Dandelion” vuelve sobre sus pasos folk-pop con una estructura y un patrón de batería de los más accesibles mientras Tonra medita sobre la incapacidad para seguir hacia delante; en “Future Lover”, sobre aceptar el anhelo e incluso aprender a disfrutarlo, unas texturas electrónicas más ásperas de lo habitual en la banda –y que entretejen todo el trabajo– arañan con sutileza la limpieza de la voz, la guitarra y la batería. “Neptune” narra un descenso a los infiernos, pero hacia el final toda una coral y las voces del guitarrista y productor Igor Haefeli y la compositora francobritánica Josephine Stephenson vienen al rescate, llevando a la canción de vuelta a la superficie y dejando entrever la esperanza a la que se agarra el álbum.
Inspirado en una relación a distancia de Tonra, un tema reforzado por la desconexión de la pandemia y por la deslocalización de sus tres miembros fuera de Londres, “Stereo Mind Game” bascula siempre entre la imposibilidad y el derrotismo, como muestran una desnudísima “Isolation” o la más shoegaze “Swim Back”, y una aceptación sincera y empoderada, madura y llena de sabiduría: “Créeme, amigo mío, mi alma se marchó. Te encontraré en otro planeta si los planes cambian… así que sigue tu camino”, canta con esa tendencia tan suya al susurro en el single “Be On Your Way”, una de las canciones más continuistas, junto a “To Rage”, con la marca atmosférica, casi gótica, brumosa e intensa de Daughter. “Wish I Could Cross The Sea” se eleva como sueño tanto como plegaria, mecida entre efectos de sintetizador y un cuarteto de cuerdas, pero al final se queda como un sketch y no termina de ahondar en el ánimo experimental que también se intuye en ciertos momentos del largo, como ese collage de correos basura que es “Junkmail” o el sampleo incidental del interludio “(Missed Calls)”.
Más allá de detalles y experimentación, donde sí se siente un salto hacia adelante –y no cierto conformismo– es en “Party”, un tema que tiene algo muy Phoebe Bridgers, con sus pequeños aluviones de ruido, sus coros sutiles y su constante distorsión, sobre la decisión de Tonra de dejar el alcohol. Un disco, en fin, pequeño y humilde que queda muy lejos del impacto que causaron hace más de una década, cuando el folk con ambición pop y el melancólico romanticismo entre lo vampírico y lo rococó aún tenían cierto sentido en nuestras bibliotecas y en nuestros corazones. ∎