Deutsch Amerikanische Freundschaft, o sea, D.A.F., representan una de las anomalías más llamativas de la historia del pop. Para empezar, de accesibles tenían bastante poco, y, sin embargo, llegaron a fichar por una multinacional británica, y hasta se mudaron a Londres para comerse el mundo. Pero la llama de este dúo improbable formado por el bávaro Robert Görl y el inmigrante cordobés Gabi Delgado-López –originalmente fueron quinteto– tardó poco en apagarse. No sin antes incendiar algunos programas de televisión con su ambigüedad sexual, temáticas incómodas y tecno-pop percusivo.
Lo que iba a ser una nueva colaboración del dúo después de diecinueve años de inactividad –si contamos desde la publicación de su último álbum conjunto, el excelente “Fünfzehn neue DAF-Lieder” (2003)– se tuvo que quedar, prácticamente desde su concepción, en un disco en solitario de Robert Görl. La triste razón es que nuestro titánico compatriota, cantante, letrista y principal ideólogo del proyecto, falleció repentinamente en marzo de 2020 con apenas 61 años. La idea, consensuada por ambos según declaraciones recientes de Görl, era trabajar sobre una serie de secuencias inéditas de los años 80 que el percusionista alemán había conservado cuidadosamente.
Esta es la razón por la cual “Nur Noch Einer” –traducible como “solo queda uno”– se atribuye de forma algo confusa a Görl en solitario con la marca Deutsch Amerikanische Freundschaft en portada, para la que se ha seleccionado una icónica fotografía de dúo procedente de las hedonistas sesiones de “1st Step To Heaven” (1986). Todo un homenaje visual a la química compartida en su día por la pareja, menos quizá en aquel disco de house salsero. Lo nuevo consigue recuperar la esencia minimalista y experimental de D.A.F., si bien desprovista de la turbiedad marcial de Delgado, a quien Görl sustituye con eficacia, naturalmente sin su misma mezcla original de staccato recitativo y pasión latina.
“Nur Noch Einer”, afín en sonido y calidad a la insuperable trilogía de D.A.F. para Virgin, es un nuevo ejemplo de lo mucho que puede hacerse con poco –ritmos obsesivos, dos notas de teclado, un recitado incomprensible para criaturas no germánicas– y mucha imaginación por parte de Robert Görl, autor histórico de la música de la banda. Un tipo formado en el jazz, con entrenamiento clásico y que todavía conserva la buena costumbre de tocar en vivo las percusiones en los quince temas de un álbum que, en su versión de vinilo, ha quedado simplificado a diez descartando claves como “Ein Kind aus dem Ratinger Hof”, referencia al club punk de Düsseldorf donde Görl y Delgado se conocieron en 1978.
Decisión táctica, quizá compartida con la coproductora Sylvie Marks, que alivia el impacto inicial provocado por la música de D.A.F. y que suele pasar del fogonazo a la saturación en cuestión de minutos. Aunque “Kunststoff” –“Plástico”– retrotrae, con una “sensibilidad” EMB jamás superada por el género, a los momentos más clásicos del dúo, no todo es metrónomo estricto en “Nur Noch Einer”. “Holland Road”, solo en la versión digital y una referencia al periplo londinense, remite al enigma Silver Apples, y la melancólica “Das Geschenk” –“El regalo”– apunta a una melodía. Contención del pulso muscular que Görl mantiene en temas de tono sutil como “Das Pur Pur Rot” –“El puro rojo”–.
“Nur Noch Einer” se erige de esta forma en el amargo y nada despreciable epílogo de un proyecto de pop electrónico, heredero del krautrock por sus presupuestos “anti-americanos” –hacerse llamar “amistad germano-americana” fue otra muestra palpable de sentido del humor– y, sin duda alguna, imprescindible en términos de renovación estética y atrevimiento conceptual. A propósito de su emblemático tema “Der Mussolini” y de la corrección política, Delgado opinaba: “Sabíamos que provocaría un escándalo, pero nos gustaba contravenir ciertos tabúes para exponer la naturaleza intercambiable de las ideologías”. Su sexualidad aeróbica, en contraste con el hieratismo cool de Görl, los sitúa en el precipicio escénico de gente como Sparks, Soft Cell o Sleaford Mods. Todos ellos logran sortear el ridículo potencial de la sobreactuación con el poder de la buena música. ∎