Lo que comenzó como un chispazo puntual acabó generando uno de los mejores trabajos de sus vidas. Elvis Costello y Burt Bacharach se aliaron por primera vez en 1996 para componer “God Give Me Strength”, canción incluida en la banda sonora de la película “Grace Of My Heart”, dirigida por Allison Anders e inspirada en la vida de Carole King. Pero lo que quizá no sabían entonces es que esa sería la simiente para que el primero se consagrase definitivamente como creador adulto y todoterreno de esas músicas que se tejen entre la alta y la baja cultura (distinción afortunadamente en desuso) y también para la rehabilitación del segundo como icono pop reverenciado por generaciones muy distantes entre sí, ya sin connotaciones irónicas ni mohínes alrededor de lo azucarado de un temario tan asociado (no siempre con razón) al easy listening. Para entonces, Costello ya le había dado con profusión al blues, al country e incluso a la música clásica, aunque su abanico de colaboraciones ilustres todavía estaba lejísimos de completarse. Y Bacharach, por su parte, ya era tan reverenciado –tras una década de los ochenta de relativo olvido– por los titanes del chamber pop (The Divine Comedy, The High Llamas) como por los estetas de aquella nueva cocktail nation de los noventa (Combustible Edison y demás). Su alquimia no emergía como algo improbable, ni mucho menos inverosímil. Aun así, tampoco era fácil predecir que “Painted From Memory” (1998) acabara siendo un disco tan sobresaliente, insuperable síntesis de las virtudes del uno y del otro, a quienes separaban 26 años de edad y más de ocho mil kilómetros entre sus respectivas residencias. Aquel celestial álbum explica esta caja de cuatro CDs (también en doble vinilo), que ha llegado solo tres semanas después de la muerte de Burt Bacharach (a los 94 años) por un quiebro del destino.
La sensibilidad melódica de ambos, la capacidad para imaginar y plasmar arreglos suntuosos sin caer en el exceso de melodrama, la garganta rasgada de un Costello en una de sus cimas como vocalista, hábil en el perfil de claroscuros emocionales que añadían un matiz certeramente inquietante a la sempiterna elegancia afable de Bacharach… Todas son señas distintivas de aquel crepuscular disco fuera de lugar y de época, del que ya prácticamente se ha dicho todo, y que aquí integra el primero de sus cuatro compactos. El segundo es el llamado “Taken From Life”, compuesto por aquellas otras canciones que iban a dar forma a un musical que nunca se llevó a cabo, y que aquí cuenta con protagonismo de Cassandra Wilson, Jenni Muldaur, Audra Mae (a las voces: las mejores con Bacharach siempre casi siempre fueron de mujeres) o Bill Frisell (a la guitarra), en piezas como “I Looked Away”, “Shameless” o “Stripping Paper”, entre otras ya aparecidas en su versión primeriza en “Painted From Memory”. Es más disperso, menos unitario y de interés algo más variable, como es lógico. Como la secuela que nunca fue. El tercero lo integran extractos de diferentes directos, todos de 1998 y 1999, registrados en escenarios de Tokio, Melbourne, Toronto o Estocolmo. Todo aquel material aún fresco, preservando intacto su estado de gracia, con el piano de Steve Nieve acolchando la voz de Costello. Y el cuarto lo forman relecturas de clásicos del corpus de Bacharach como “I Just Don’t Know What To Do With Myself” (con The Attractions en 1977, la primera canción no escrita por Costello que aparecía en un disco suyo: toda una señal premonitoria), la versión en directo de “I’ll Never Fall In Love Again” que grabaran para la banda sonora de “Austin Powers. La espía que me achuchó” (1999), una “Baby It’s You” junto a Nick Lowe o una toma de “Make It Easy On Yourself” en directo en Londres. ¿Queda algo por exhumar de semejante conjunción de talentos? Poco importa cuando se tiene esto delante. Un festín, un derroche, una bacanal de 45 canciones. El mano a mano entre dos colosos de la mejor música popular de siempre. ∎