“Anadolu Ejderi” es el cuarto álbum de la cantante y compositora turca Gaye Su Akyol (Estambul, 1985). Hija de Muzaffer Akyol, un famoso pintor turco, creció en Turquía, pero ha vivido tanto en Asia como en Europa (se crió en la orilla asiática del Bósforo y ahora vive en la europea) y cruza fronteras en más de un sentido. De hecho, estudió antropología social y supo conciliar sus modelos musicales turcos, como Selda Bağcan (una de los 650.000 detenidos en Turquía tras el golpe militar de 1980, encarcelada durante cinco meses por sus canciones, prohibidas en Turquía durante veinte años) y Orhan Gencebay, con músicos y bandas occidentales como Nick Cave & The Bad Seeds, Nirvana, Joy Division y Einstürzende Neubauten entre sus influencias formativas.
Tras el golpe militar de 1980, la música rock occidental pasó a estar mal vista en Turquía (después del intento de golpe de 2016 volvieron a producirse ataques de las fuerzas más fundamentalistas islámicas contra tiendas de discos y los aficionados a la música rock occidental). La música anterior a 1980 es, por tanto, su añoranza: una época en la que la música disco, el funk, el rock, la psicodelia y el pop formaban parte de la vida sonora cotidiana en Turquía. Siguiendo esta tradición, Gaye Su Akyol trabaja en su propia mezcla de música pop tradicional turca con influencias del rock occidental y el indie. Salvando las distancias estilísticas (y geográficas), hay similitudes conceptuales entre su música y la de aquella fabulosa banda alemana de los ochenta llamada Dissidenten.
Con su primer disco, se hizo famosa en su país natal. Con el segundo álbum, conquistó los oídos de los europeos con más curiosidad por las músicas ajenas a nuestro ámbito. Con el tercer álbum y las apariciones en el célebre cartel del WOMAD, cimentó su lugar en la escena musical mundial, y ahora, con el cuarto, se dispone a recoger los frutos.
Durante la pandemia, Gaye escribió más de cien canciones nuevas y once de ellas pueden escucharse ahora en “Anadolu Ejderi” (“dragón de Anatolia”, en español). Musicalmente, el álbum se mueve en una constante alternancia entre modernidad y tradición. “Biz Ne Zaman Düsman Olduk” y “Yaram Derin Derin Kanar” recurren a elementos glitch-pop y recuerdan la melancolía mística de una Björk. “Martılar Öpüşür, Kediler Sevişir” culmina con palpitantes acordes de potencia y saca brevemente de la tumba a Kurt Cobain, y “Sen Benim Magaramsin” o “Vurgunum Ama Acelesi Yok” evocan asociaciones de paisajes esteparios con potentes pasadas de guitarra eléctrica, pero al mismo tiempo tienen tanto groove que también pasan por números hipnóticos para la pista de baile. En “İçinde Uyanıyoruz Hakikatin”, al final del disco, dice que es “la Syd Barrett de Pink Floyd” y la “Brian Jones de los Rolling Stones”… La melancólica “Bu Izdırabın Panzehiri”, entre el trip hop y la chanson francesa, es otro de los múltiples frentes que ofrece, en un encantador (no es la palabra más adecuada, lo sé) batiburrillo o cajón de sastre donde descubrimos el pasado y el presente de Turquía, igual que los instrumentos tradicionales turcos se encuentran con la guitarra, el bajo y la batería. Un atrevido choque de géneros, culturas y épocas, pero que funciona sorprendentemente bien. ∎