DJ-Kicks está corrigiendo poco a poco el agravio histórico de apenas contar con mujeres para su emblemática serie de sesiones enlatadas. Desde 2019, ha empezado un período de paridad que ha brindado algunas de las mejores contribuciones de la saga –Laurel Halo, Jayda G y Avalon Emerson–, a las que se suma ahora la de una de las productoras más queridas del panorama electrónico subterráneo, Jessy Lanza. Tras unos álbumes de synthpop con voluntad de romper barreras estilísticas, la canadiense pretende con esta sesión enlatada ofrecer un retrato incisivo de su paisaje emocional de los últimos dieciocho meses. En su caso, al estallar la pandemia, Lanza y su pareja se mudaron de Nueva York a la Bay Area con una furgoneta, unos pocos enseres y su equipo musical para buscar una vida más tranquila.
“Hice este ‘mix’ para unir los puntos”, asegura la canadiense. “Las canciones que incluí son unas a las que las personas responden sin importar desde qué punto del mundo esté pinchando. Lo creé en busca del sentimiento soñoliento de las 4 de la madrugada; el momento en el que escuchas dulces voces que te queman el alma y patrones rítmicos que no te dejan volver a casa”. Este regalo, claro, solo podía empezar con un buen puñado de inéditos: tres de los cuatro que Lanza comparte aquí se sitúan al inicio del tracklist. Esta es su casa y estas son sus reglas. Y es que todo en este mix, ya sea propio o ajeno, huele a las producciones estilísticamente fluidas de Lanza. Aunque el nexo de estas 26 pistas es un synthpop raruno marca de la casa, con interés por la melodía y una suerte de romanticismo desesperado en la era de la (des)comunicación, aquí están todas las músicas de baile que a Lanza le vuelven loca.
Tras arrancar a caballo entre el UK Bass y el footwork, uno de los primeros puntos álgidos es cuando unos ad-libs de Lanza hacen presagiar lo que inmediatamente pinchará: el “Freak Like U” de MASARIMA. Suena a un clásico perdido de protohouse italiano que lo hubiese roto en las discotecas de Rímini, pero es un hit que solo los holandeses de Clone hubiesen podido editar y que sirve para que la canandiese saque pecho de su espíritu freak.
Hacia el segundo acto de la sesión, Lanza empieza a subir las revoluciones y opta por una decisión estilística que le va como anillo al dedo: impedir que las canciones se queden por más de dos minutos. La sensación es francamente adrenalínica y permite saltar de géneros sin pestañear: hay el ghetto house con pedigirí Dance Mania de DEE JAY NEHPETS, el techno tribal del cambio del milenio de GRAIN y el footwork a 150 revoluciones del japonés OYUBI. Pero es que el cierre ya es otra cosa: el IDM acuático de ANUBIS, en cambio, se alarga hasta los siete minutos y sirve como una suerte de cámara de descompresión para curar la resaca de estrobos de las 4 de la madrugada con una píldora de synthpop de bajas revoluciones servido por los héroes olvidados del synthpop ochentero alemán THE RAINING HEART que encapsula toda la nostalgia y la extrañeza de la música de Lanza. ∎