Encumbrado como uno de los tótems electrónicos de la actualidad, Jon Hopkins ha alcanzado ya ese status por el cual se puede permitir toda clase de aventuras musicales más encaminadas al cómo que al qué. Este es el caso de “Music For Psychedelic Therapy”, su más reciente criatura discográfica, que, más que nunca, enfatiza una de las constante creativas del productor y músico británico: hacer música para acompañar al oyente en una excursión sonora donde siempre surja la posibilidad de desplazamiento neuronal hacia lugares concretos.
Más allá de los preceptos IDM, lo suyo siempre ha partido de buscar experiencias orgánicas, que en este caso son saciadas mediante la plasmación de los sonidos perdidos de la naturaleza más física y salvaje, como captar el silencio de la inmensidad, condensado en piezas de dinámicas absolutamente etéreas, como en la terna de piezas dedicadas a “Tayos Caves”. Estas son muestras inequívocas de la adopción de las enseñanzas promulgadas desde el “On Land” (1982) de Brian Eno, álbum con el que comparte la necesidad de mostrarnos el corazón de la selva.
Cueva de los Tayos, en Ecuador, es donde se han recogido las grabaciones de campo que conforman tan evocador tapiz de ecos y sonidos surgido desde la misma respiración de la zona geográfica documentada para la ocasión. Dicho método no difiere de la labor llevada a cabo por el espeleólogo musical David Toop, cuya sombra e investigaciones en el Amazonas impregnan la metodología llevada a cabo en esta obra tan particular dentro de la trayectoria de Hopkins.
Precisamente, de su ímpetu artístico, nunca sentimos el impacto frontal, sino siempre una sensación envolvente que define los parámetros de una experiencia condicionada por una constante en su carrera: sumergirnos en un viaje mental por las geografías descritas en las atmósferas creadas para sus discos. Y que, para la ocasión, subraya el concepto de banda sonora imaginaria que lleva manejando desde que publicó “Opalescent” en 2001.
Desde aquel momento, su labor siempre ha estado acompañada por un perfil decididamente terapéutico, lo cual le ha llevado más lejos que nunca en su reciente inmersión ambient, diseñada bajo el concepto de música para viajes guiados. Con tal fin, Hopkins fue en 2018 a Ecuador, invitado por la artista Eileen Hall, hija de Stan Hall, que ya había explorado la cueva en 1976. De allí es donde Hopkins recogió la materia prima que le ha servido para buscar los límites entre arte y terapia musical, ahora esgrimidos desde una ambición y superación constante, hibridando ambos propósitos en un objetivo común a lo largo de un recorrido que afronta la belleza sónica a través del silencio y los contornos aéreos del ambient. Una experiencia completa y hermosa que se arrima a la tradición de los grandes clásicos del género ascético de los años 70 sin salir trastabillado en las comparaciones. ∎