Tras subir dos escalones de golpe con el épico “The Sacrificial Code” (2019), la investigadora de la deriva clásica medieval Kali Malone prosigue su trayectoria con una nueva puerta abierta hacia el enriquecimiento de su fórmula más reconocible, en torno a la vaporización analógica tonal de su órgano, aquí respaldada por novedosas capas de vientos.
Con esta base es como la artista norteamericana, afincada en Estocolmo, parte hacia la confección de “Living Torch”, trabajo en ningún modo rupturista, pero que sirve para ampliar el vocabulario de su tesis en torno a la heterodoxia electroacústica. Esto sucede sobre todo en la segunda de las dos extensas piezas que conforman este álbum, el cual parte de una iniciativa comisionada por GRM para The Acousmonium, su orquesta de altavoces.
Compuesto en París entre 2020 y 2021, “Living Torch” ha terminado por justificar su existencia por las características innatas en la metodología de Malone: la búsqueda del clímax emocional por medio de la síntesis entre ondas de resonancia eléctrica y la nebulosa atemporal de tintes medievales que impregna toda su obra. Tal objetivo alcanza un estado de plenitud absoluta en “Living Torch II”, culminación de la introducción previa gestada en la primera parte, trufada con algunos de los momentos más estremecedores de lo que es la breve pero intensa trayectoria de Malone hasta el momento.
Hay algo en estas dos suites que conecta directamente con la forma de abordar las propiedades drónicas de Florian Fricke, ajena a la agresividad rock. Mantra sónico que se sumerge en el meridiano exacto entre filosofía ambient y minimalismo sacro. Esto segundo viene impulsado por el uso, en esta ocasión, de instrumentos de viento. Y lo hace de la mano del trombón de Mats Äleklint, pero sobre todo del clarinete bajo de Isak Hedtjärn. Dicha vía resplandece dentro del canon “deep listening” abrazado por Pauline Oliveros hace ya más de tres décadas. Eso sí, tampoco nos engañemos, aquí lo que predomina por encima de todo es el timón del sinte ARP 2500, circuito central desde el cual Malone practica el surtido de inflexiones invisibles que empuja a estos treinta y tres minutos de atmósferas, en una clara comprensión del acto sonoro como finalidad terapéutica, tan relacionada con la ortodoxia ambient que aquí alcanza un grado mayor de comprensión por medio de su obsesión por profundizar hasta las entrañas del tono y sus posibilidades.
Quizá el resultado final no sea tan sobresaliente como para poder calificar este LP de sublime, aunque se queda muy cerca de dicha calificación. Pero esto es lo que menos importa ante el hecho de estar ante lo que cada vez se entiende más como una experiencia y no una escucha al uso, sino una tan inmersiva que cualquier rastro de insensibilidad queda difuminado por completo. Gracias a ella y a ambientólogas como Actress y Julianna Barwick, la realidad cuenta cada vez con más grietas a través de las que poder escapar de forma literal y, ciertamente, sanadora. ∎