Lorena Álvarez & Alejandro Palacios, tal y como se puede leer en su web, es un dúo chileno de música instrumental improvisada, en el que ella se encarga de los teclados y él de la trompeta, la guitarra eléctrica y los efectos electrónicos. Coincidieron artísticamente por primera vez en 2022 en Nieve & Smog, un ciclo invernal de residencias musicales creado en Santiago de Chile en 2016. Después de un mes de trabajo en la residencia, en abril de 2022 ofrecieron su primer concierto público y una semana después de dicho concierto grabaron las seis piezas que conforman los casi cincuenta minutos de duración de “Paisajes para torcer al reloj”, que acaba de salir publicado en las principales plataformas digitales y en formato casete a través del sello californiano Not Not Fun Records.
Tanto Álvarez como Palacios tienen trayectorias musicales previas. Ella como teclista, DJ y productora, formada en la música clásica y el jazz, además de grabar con el seudónimo de Lorelei (como la canción de Cocteau Twins) y liderar Los Bárbara Blade y una banda de música house instrumental llamada Cuerpo Docente. En el caso de Palacios, su trayectoria es más amplia, tanto discográficamente (cuenta con otros seis álbumes a su nombre, incluido uno de 66 piezas breves –o brevísimas– para trompeta, y forma parte también de Protistas, una banda ya veterana) como en su faceta de artista plástico.
Simplificando mucho, su propuesta conjunta entra dentro del ámbito del downtempo, por su sonoridad ambient y el ligero patrón rítmico que lo acompaña. De hecho, en su caso, entre los referentes que sobrevuelan su trabajo pueden figurar tanto Jon Hassell como Robin Guthrie. Ellos, por su parte, incluyen, además, entre sus influencias a Terry Riley y Don Cherry. El álbum comienza con la pieza que da título al disco, de poco más de trece minutos de duración. Esta y la última, “Los dorados pantanos infinitos”, de longitud similar, son las más largas del disco. Y todas están elaboradas sobre bucles que se repiten hipnóticamente. Pero al contrario de lo que entendemos habitualmente como downtempo –del que tal vez podrían ser ejemplos canónicos Bonobo o Boards Of Canada–, en vez de ritmos suaves y sedosos y delicados samples jazzy, lo que encontramos es un premeditado sonido lo-fi. Recordemos: no es una grabación de concierto en directo realizada con pocos medios, sino un trabajo elaborado días después de su debut. Hay, en realidad, algo de primitivo y rugoso en su sonoridad, como una niebla perversa que esconde amenazas inciertas. Se diría, incluso, que se ha grabado buscando una resonancia amenazante, como la de un túnel, una cueva o una cisterna de agua abandonada, como la Dan Harpole que empleó Pauline Oliveros para experimentar con reverberaciones. Habrá ocasión de comprobar más detenidamente sus procesos en Madrid, el próximo 16 de septiembre, donde actuarán en un espacio aún por confirmar –posiblemente La Hipoteca o Nadie Nunca Nada No– invitados por el colectivo Real No Real. Y queda por confirmar una fecha más en Barcelona, un día antes. ∎